N. L.
La polémica ley húngara que prohíbe hablar en las escuelas sobre la homosexualidad se colaba en la Cumbre Europea. La reacción fue rotunda y la Comisión ya ha abierto un procedimiento de infracción a Budapest por considerar que vulnera los principios y valores de la UE de tolerancia y diversidad. Orban, por su parte, se ha defendido invitando al resto de líderes a leerse la nueva ley antes de criticar su contenido.
Los líderes de la Unión Europea redoblaban la presión sobre el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, para que derogue de inmediato su polémica ley que prohíbe hablar de homosexualidad en las escuelas. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha tachado la norma de «vergüenza» y ha amenazado con denunciar a Hungría ante el Tribunal de Justicia de la UE. El primer ministro holandés, Mark Rutte, va un paso más allá: si no retiran la ley homófoba, «no tienen sitio en la UE».
La norma en cuestión, que fue aprobada la semana pasada en el Parlamento de Budapest, prohíbe «la representación y la promoción de una identidad de género distinta del sexo al nacer, del cambio de sexo y de la homosexualidad» para los menores de 18 años. Y se ha convertido en la protagonista absoluta de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno.
Justo antes del inicio del Consejo Europeo, Pedro Sánchez y otros 15 líderes europeos (entre ellos Angela Merkel, Emmanuel Macron, Mario Draghi o el propio Rutte) han publicado una carta conjunta contra Orban y la ley húngara, aunque en ningún momento se nombra directamente ni al primer ministro
Justo antes del inicio del Consejo Europeo, Pedro Sánchez y otros 15 líderes europeos, entre ellos Angela Merkel, Emmanuel Macron, Mario Draghi o el propio Rutte, han publicado una carta conjunta contra Orbán y la ley húngara, aunque en ningún momento se nombra directamente ni al primer ministro ni a la polémica norma.
La carta es una versión descafeinada de la declaración que firmaron España y otros 13 países el pasado martes en Luxemburgo. Allí, los socios de Orbán sí decían claramente que la ley húngara «representa una forma flagrante de discriminación basada en la orientación, la identidad y la expresión sexual y merece por eso ser condenada» y además «vulnera igualmente la libertad de expresión, al limitar la libertad de opinar y de recibir y difundir información sin interferencias de las autoridades públicas».
El primer ministro húngaro continúa defendiendo su ley y no da ninguna señal de que vaya a rectificar. «La ley ya ha sido anunciada, está publicada, es algo hecho», ha dicho Orbán a su llegada a la sede del Consejo Europeo.
«No es una ley sobre la homosexualidad, es una ley que defiende los derechos de los niños y de sus padres (…) Soy un luchador por los derechos. La homosexualidad se castigaba (bajo el régimen comunista) y yo luché por su libertad y sus derechos. Así que estoy defendiendo los derechos de los homosexuales, pero esta ley no va de eso», se ha defendido el primer ministro húngaro.
Por su parte, el presidente francés cree que todavía puede encontrarse un compromiso satisfactorio para todos, que pasaría por enmendar la controvertida norma. «La ley que está sobre la mesa no parece respetar nuestros valores y lo que es Europa. Espero que durante este diálogo encontremos una vía que les permita perseguir sus prioridades pero respetando nuestro valores», ha dicho Emmanuel Macron
En lo que han chocado los líderes de la UE es en la propuesta presentada por el eje franco-alemán para reiniciar las relaciones con Rusia.
Merkel y Macron pusieron sobre la mesa al resto de socios comunitarios la posibilidad de invitar al presidente ruso, Vladímir Putin, a una cumbre del Consejo Europeo. Sin embargo, la idea no convenció a muchos líderes. La muestra palpante del desencanto en ciertas capitales la representó el primer ministro holandés, Mark Rutte, quien a su llegada a la cumbre vino a decir que no cuenten con él para ese encuentro.
«No me importaría una reunión de los dos presidentes, es decir, Ursula von der Leyen y Charles Michel, con Putin, pero yo no voy a participar en ninguna reunión con él», aseveró.
Los países del Báltico también mostraron sus reticencias al encuentro. El presidente lituano, Gitanas Nauseda, pidió ser «extremadamente cauteloso» en el acercamiento a Moscú y advirtió que invitarle a una cumbre sería como «intentar involucrar al oso para mantener el tarro de miel a salvo».
Cumbre con Putin
El primer ministro letón, Krisjanis Karins, también mostró su escaso entusiasmo hacia un eventual encuentro con Putin y avisó de que «el Kremlin entiende la política del poder, no de las concesiones libres como señal de fortaleza». Polonia también dejó claro su poca predisposición e indicó que «sólo un paso atrás de Rusia en su política agresiva puede poner las bases para un mayor diálogo».
La norma, que fue aprobada la semana pasada en el Parlamento de Budapest y que se ha convertido en protagonista de la Cumbre, prohíbe «la representación de una identidad de género distinta del sexo al nacer, del cambio de sexo y de la homosexualidad» para los menores de 18 años
La UE y Rusia no mantienen una cumbre al más alto nivel desde 2014, cuando Moscú decidió anexionar la península de Crimea y desató un conflicto internacional con Ucrania que aún perdura.
Sin embargo, Merkel y Macron quieren cambiar el enfoque de las relaciones con Moscú, a raíz de la cumbre que mantuvieron Biden y Putin la semana pasada en Ginebra. La canciller alemana defendió antes de llegar a Bruselas en el Parlamento alemán la necesidad de buscar un «contacto directo» con Rusia, ya que considera que «no hay otra forma de resolver los conflictos».
Macron respaldó a la líder alemana, que vive la que probablemente será su última cumbre europea antes de las elecciones de septiembre. El presidente galo defendió el acercamiento con Rusia «para defender nuestros intereses como europeos» y como algo «necesario para la estabilidad del continente».
Austria ha sido uno de los países que se han mostrado a favor de la cumbre de los líderes europeos con Putin.