Nuria Díaz ■
No hay manera. Ni siquiera ahora que la guerra de Ucrania y el cerrojazo del gas ruso lo hacían merecedor de la atención de Europa parece que vaya a salir adelante. Al menos, no fácilmente. El MidCAt, el gasoducto procedente de Argelia que España lleva años tratando de conectar con Francia y que esta paralizado desde 2019, vuelve a estar bajo el foco mediático porque ahora Alemania lo apoya. El problema es que Francia sigue despreciándolo, que no tiene buena prensa entre los ecologistas, que han dado mucha batalla en su contra, y que la Comisión Europea, aunque parecía que iba a apoyar la inversión, ha decidido ponerse de lado. Encima de la mesa algún Plan B pero, señalan los expertos, de menor entidad, sobre todo si el objetivo del Gobierno, con la ministra Teresa Ribera a la cabeza, es aprovechar la infraestructura para que pase no sólo gas, sino también la nueva promesa energética: el hidrógeno renovable.
Francia siempre ha dado largas al proyecto MidCat y el presidente Emmanuel Macron no se ha andado con paños calientes. Hace solo unos días afirmaba que no hacen falta nuevas interconexiones de gas con España porque las actuales están muy lejos de la saturación, y añadió que el proyecto del gasoducto MidCat no se justifica por motivos energéticos y ambientales. Macron, durante una conferencia de prensa sobre energía, explicó que los dos gasoductos que unen actualmente los dos países, por el País Vasco y Navarra, están “infrautilizados”, pues desde febrero se están utilizando al 53 %. Esa fue su explicación en respuesta a una pregunta sobre si Francia considera definitivamente enterrado el proyecto del gasoducto MidCat que en las últimas semanas han intentado revivir Alemania, Portugal y sobre todo España, con la idea de convertirse en una plataforma de exportación de gas al resto de Europa gracias a sus terminales de regasificación.
El largo periplo de esta obra se alarga casi quince años y está paralizada desde 2019 cuando el regulador galo paralizó un proyecto que París no ha visto nunca con buenos ojos
Jarro de agua fría que apenas horas después se hacía más fría aún con la reacción desde Bruselas donde el portavoz de Energía comunitario, Tim McPhie, señalaba que es precipitado posicionarse de forma específica, ya que hace falta conocer más detalles sobre la viabilidad del proyecto. McPhie ha insistido en que cualquier proyecto transfronterizo de infraestructuras que la Península Ibérica con el resto de la UE necesita más evaluaciones por parte de los países implicados y de los promotores del proyecto.
Quince años y paralizado desde 2019
El largo periplo de esta obra se alarga casi quince años y está paralizada desde 2019 cuando el regulador galo paralizó un proyecto que París no ha visto nunca con buenos ojos. También ese año la Comisión Europea dejó esta infraestructura fuera de la lista de proyectos prioritarios de Bruselas, lo que los movimientos ecologistas que rechazan su construcción consideraron un éxito propio. En la hoja de ruta, la previsión era que estuviera finalizado en 2022. La capacidad, sumando el gas y el hidrógeno verde, sería de 7.000 millones de metros cúbicos. Faltan por construir 226 kilómetros de tuberías desde la localidad catalana de Hostalric hasta la francesa Barbaira que España pretende que sea con fondos europeos.
Tándem España-Alemania, contra Francia
Por eso, ya este verano comenzó una verdadera ofensiva diplomática de carácter económico porque Moncloa ve clave el proyecto para el futuro porque también podrá llevar hidrógeno verde al resto de la Unión Europea. El ministro de la Presidencia, Felix Bolaños insistió en una visita a Paris en agosto en completar el gasoducto entre Catalunya y el país vecino para reducir la compra a Rusia. Poco después el canciller alemán, Olaf Scholz, recibía a Pedro Sánchez en el palacio de Meseberg, residencia de invitados del Gobierno federal, donde su gabinete celebra una reunión sobre estrategia de seguridad y a la que fue invitado el mandatario español. Sánchez y Scholz exhibieron una visión compartida que podría hacer de la península Ibérica, gracias al gasoducto Midcat, una vía clave de tránsito de gas-y eventualmente de hidrógeno verde- hacia el centro de Europa.
En la hoja de ruta, la previsión era que estuviera finalizado en 2022, pero faltan por construir 226 kilómetros desde la localidad catalana de Hostalric hasta la francesa de Barbaira
“España está dispuesta a aportar todas sus capacidades para ayudar a aquellos países que ahora mismo están sufriendo más la dependencia del gas ruso y del chantaje de Putin”, dijo Pedro Sánchez en una rueda de prensa conjunta junto a Scholz en los jardines del palacio en la que exhibieron mucha sintonía. Sánchez recordó que “España concentra el 30% de las capacidades de regasificación de Europa y no podemos utilizarlas de manera total y completa como consecuencia de tener un cuello de botella, y eso es lo que tenemos que resolver, o con Francia o con Italia”.
¿Italia es el plan B?
“Algo así”, señalan los analistas. Sánchez ha recordado a Macron que existe la alternativa de construir una tubería submarina de conexión con Italia. La infraestructura, que comenzaría a funcionar en 2028, supondría la construcción de un conducto de cerca de 700 kilómetros con un coste por parte de la operadora española Enagás de 1.500 millones de euros, según su plan estratégico. A ello habría que sumar la aportación de la gasística italiana Snam, que podría elevar el coste total a 3.000 millones. Todo ello si lo autorizan los reguladores nacionales y europeos. Podría trasladar hasta 30 bcm (miles de millones de metros cúbicos) de gas al año, según los cálculos de Snam, lo que lo haría mucho más potente que lo proyectado con el Midcat (7,5 bcm) y que la conexión actual por los Pirineos en el País Vasco e Irún (7 bcm). “Es más complicado y caro que el MidCat, eso está claro”, señala un experto.
Sánchez ha recordado a Macron que existe la alternativa de construir una tubería submarina de conexión con Italia de 700 kilómetros y que podría estar lista en 2028
Europa quiere intervenir precios de luz y gas y reducir el consumo
Bruselas ya ha concretado varias herramientas para limitar las facturas de la energía en Europa. Una de ellas apuesta por obligar a reducir el consumo de electricidad en las horas punta en al menos un 5% según ha presentado la Comisión Europea a los ministros de Energía en la reunión extraordinaria del pasado viernes. También se contempla establecer un límite al precio que las eléctricas pueden cobrar por la energía generada por fuentes renovables u otras que no sean gas. Medidas urgentes y a corto plazo. Las propuestas, ha declarado la presidenta del Ejecutivo europeo, Úrsula von der Layen, deberían ser implementadas “de inmediato” para proteger a los consumidores y empresas más vulnerables.
En España, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba hace unos días una rebaja del IVA del gas del 21% actual al 5%, que estará en vigor inicialmente desde octubre hasta final de año. Sánchez ha precisado que este recorte fiscal busca “bajar la factura de la calefacción de las familias españolas este otoño y en invierno”, en una política volcada, ha dicho, en “proteger siempre a la clase media trabajadora”. La medida es muy similar, pero más acotada en el tiempo, a la que el pasado día 18 puso sobre la mesa el Gobierno alemán, que anunció que el IVA del gas se reducirá del 19% actual al 7% entre octubre y marzo de 2024, con un coste de unos 14.000 millones de euros para las arcas públicas de Berlín.