Nuria Díaz ■
Otra Cumbre más y van 27, en la que hay muchas intenciones y pocos acuerdos en firme. La última, recién clausurada en Egipto, ha acabado con apenas un par de pactos: el primero, la creación de una alianza contra la sequía, impulsada por el gobierno español, y el segundo, para ayudas a la financiación de las políticas de transición ecológica de los países más pobres, pero sin cuantías ni plazos. De pisar el acelerador para poner fin a los combustibles fósiles, en medio de esta crisis energética por la guerra de Ucrania que se superpone a la emergencia climática, “ni hablamos”, como señala una fuente del sector. En realidad, desde que en la Cumbre de Kyoto se comenzara a hablar de emergencia climática y en la de París en 2015 se acordara limitar el aumento de la temperatura global en este siglo a 2°C, apenas hay nada reseñable.
De madrugada, en el tiempo de descuento, y a trompicones. Así se aprobó el pasado 20 de noviembre un acuerdo para la aprobación de un fondo destinado a financiar las pérdidas y daños climáticos para los países más vulnerables. Tras duras negociaciones y más de un día de prórroga, en el que incluso la Comisión Europea amenazó con abandonar la cita en la ciudad egipcia de Sharm El-Sheikh. Pero es que, si no se hubiera sellado, las cerca de 200 naciones participantes se habrían ido por donde habían venido sin poner nada negro sobre blanco, a excepción hecha del anuncio que el presidente español Pedro Sánchez hizo en su primera intervención sobre su determinación a impulsar una Alianza Internacional para la Resiliencia ante la Sequía. El mundo no se lo podía permitir y, señala una fuente, “se salvaron los muebles”. Eso sí, el pacto no determina la cantidad ni la manera de repartir el nuevo fondo para los daños climáticos a países vulnerables y en el fondo apenas aporta cambios sustanciales a las propuestas de Glasgow, la cumbre anterior.
Pero si los expertos están desilusionados es porque la falta de concreción en Egipto es la misma que se ha dado en todas las cumbres anteriores, ni más ni menos que 27 si se toma como primera la celebrada en Berlín en 1995
Y es que la promesa de aumentar esa financiación ya estaba sobre la mesa. Y por eso, algunos organismos como Unicef destacan que los Estados miembros tampoco han cumplido con las repetidas promesas de aumentar dicha financiación a 100.000 millones de dólares (96.868 millones de euros al cambio actual) al año, y duplicar la ayuda para la adaptación climática hasta situarse en unos 40.000 millones de dólares (38.743 millones de euros) al año para 2025. “Se han retrasado hasta 2024 decisiones clave sobre un nuevo objetivo colectivo cuantificado sobre financiación climática, y persisten serias divisiones sobre las fuentes de financiación y las decisiones sobre cómo se debe gastar”, señalan desde la ONG.
El texto, eso sí, invita a las instituciones financieras internacionales a considerar, en las reuniones de primavera de 2023 del Grupo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, la posibilidad de que contribuyan con la aportación de fondos o través de enfoques nuevos e innovadores. Y propone también al secretario general de las Naciones Unidas que convoque a los directores de las instituciones financieras internacionales y a otras entidades con el objetivo de establecer las formas más eficaces de proporcionar financiación para responder a pérdidas y daños. Se abre la puerta, además, a que países con grandes emisiones como China o India también contribuyan al fondo. Así que habrá que esperar a las siguientes reuniones para ver en que queda este asunto.
“Invitación” a reducir los combustibles fósiles
Finalmente, en el texto se reconoce que es una “década crítica” y se ha mantenido viva la meta del 1,5ºC que algunos países pedían dejar en 2ºC. Para ello, continúa el documento, se requieren “reducciones rápidas, profundas y sostenidas” de los gases invernadero de hasta el 43% para el 2030. Sin embargo, no se aportan cambios sustanciales a las propuestas de Glasgow, sino que sigue instando de nuevo a los países a reducir progresivamente la generación de energía a partir del carbón y a abandonar gradualmente los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles. «Se reitera la invitación a las Partes para que consideren nuevas medidas para reducir para 2030 las emisiones de gases de efecto invernadero distintos del dióxido de carbono, incluido el metano», reza el texto preliminar. Tanto la Unión Europea como la ONU, han asegurado que no es suficiente y, por tanto, han calificado el acuerdo de mínimos. Es decir, sin pisar el acelerador del fin de los combustibles fósiles
Kyoto, París… y poco más
Pero si los expertos están desilusionados es porque la falta de concreción en Egipto es la misma que se ha dado en todas las cumbres anteriores, ni más ni menos que 27 si se toma como primera la celebrada en Berlín en 1995, aunque existen antecedentes desde al año 1972, en el que tuvo lugar la primera Conferencia Medioambiental de las Naciones Unidas y se sentaron las bases para los principios medioambientales internacionales.
El primer hito histórico que tuvo lugar en una COP fue sin duda, la aprobación del Protocolo de Kyoto (COP3), en el que se firmó un acuerdo vinculante para la reducción de emisiones de 36 países industrializados y la Unión Europea
María Manzano, analista energética de la Fundación Renovables, nos explica los pocos acuerdos verdaderamente reseñables. El primer hito histórico que tuvo lugar en una COP fue sin duda, la aprobación del Protocolo de Kyoto (COP 3), en el que se firmó un acuerdo vinculante para la reducción de emisiones de 36 países industrializados y la Unión Europea. “Aunque los objetivos eran insuficientes, teniendo en cuenta la baja participación y que la reducción propuesta era del 5% entre 2008 y 2012, el paso de aumentar anualmente las emisiones a reducirlas ya suponía un cambio paradigmático para estos países”, explica.
“Después de esta, tuvieron que pasar 18 años, hasta la COP 21, en la que se firma el Acuerdo de París, con objetivos claros y más ambiciosos que lo anteriores, de limitar el aumento de temperatura a un valor inferior a los 2ºC preindustriales y tratar de mantener esta subida por debajo de 1,5ºC, de aumentar la capacidad de adaptación al clima y compatibilizar el crecimiento económico con la bajada de emisiones. Aunque el objetivo de mantenerse por debajo de los 2ºC ya se había validado en la COP de 2009, no se aprobó hasta este año, en el que se hizo por unanimidad”. “Desde este último acuerdo, no se han vuelto a firmar acuerdos unánimes vinculantes que apliquen objetivos concretos a todos los países. Algunos países se han adherido voluntariamente a medidas propuestas en las COP posteriores para poder cumplir con los objetivos del Acuerdo de París”, concluye.
¿Lograremos parar el reloj del cambio climático? No parece fácil
En el Gobierno la sensación es agridulce. Al menos es lo que puede extraerse de las palabras de Valvanera María Ulargui, directora general de la Oficina Española del Cambio Climáticoque ha participado en un webinar de la Fundación Naturgy, junto al Capítulo Español del Club de Roma, y Lara Lázaro Touza, investigadora principal del Real Instituto Elcano, y en el que han analizado las conclusiones y avances alcanzados en la COP27 celebrada en Egipto.
Según Ulargui, la COP27 supone “una señal clara de que la agenda climática se mantiene y abre una nueva agenda de solidaridad internacional más allá del fondo de pérdidas y daños para países vulnerables; pero ha arrojado un resultado muy preocupante en términos de mitigación, que es el objetivo final de estas cumbres”.
Aun así, mostró su optimismo porque “la buena noticia es que las actuales crisis refuerzan la agenda climática de la UE, porque se entiende que es la solución y nos quedan 7 años de ventana de oportunidad”. Asimismo, puso en valor que “los países se han reafirmado en más política climática· para resolver “las distintas brechas de seguridad por la crisis climática, de biodiversidad y alimentaria a las que nos enfrentamos”.
Para Ulargui, “el cambio de estructura está ya en el modelo económico actual. No podemos seguir creciendo en base a tecnologías pasadas. Eso se ha puesto de manifiesto una vez más, pese a la crisis energética que está desencadenado a su vez una crisis alimentaria y de otras cadenas de valor”.
Sin embargo, la representante gubernamental en las negociaciones de la COP27 lamentó que, a pesar de que “tras fuertes negociaciones” se ha logrado mantener la ambición de la anterior cumbre de Glasgow de reducir 1,5 grados la temperatura global respecto a 1990, “no se ha dado otro paso más adelante, que es necesario”. “Heredamos en Egipto un stop the clock respecto a Glasgow con relación al incremento de temperatura”, resumió.