Nuria Díaz ■
La Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Banco de España andan con la mosca detrás de la oreja. Si bien es cierto que reconocen lo bien que las entidades financieras han logrado salir de la pandemia, y también que la exposición directa a Rusia y Ucrania es residual, ya advierten de que habrá efectos colaterales sobre el crédito y la morosidad. Los grandes bancos se muestran tranquilos, aunque han comenzado a hacer algunas provisiones y a ralentizar algunos planes, en previsión de que –tal y como hemos podido aprender en los dos últimos años de virus, volcanes, precios astronómicos de la luz, guerras e inflación– todo cambie en un minuto y sea para peor.
Con apenas unos días de diferencia el BCE y el Banco de España han alertado de que la guerra en Ucrania perturba la estabilidad financiera. Tanto Andrea Enria, presidente del Consejo de Supervisión Bancaria del Banco Central, como el gobernador del regulador español, Pablo Hernández de Cos, han descartado un impacto a corto plazo porque reconocen que el sector afronta esta crisis en mejor situación que las anteriores y también porque, por ahora, la exposición no es grande. Enria la calificaba hace unos días de “reducida y manejable” por parte del sector. Marta Alberni, analista financiera de AFI, nos explica que efectivamente, en este sentido, la exposición directa a Rusia por parte del sector bancario europeo se ha reducido de manera significativa desde el año 2013 y se sitúa a cierre de 2021 en unos 100.000 millones de euros, estando bastante concentrada en determinados países europeos y, en concreto, en determinadas entidades. “En el caso del sector bancario español, puntualiza, esta exposición directa es si cabe más residual. Por tanto, entendemos que, tanto a nivel de Europa como de España, la exposición directa a Rusia no supone un riesgo para la estabilidad financiera del sector bancario”.
Pese a que nadie parece temer un impacto directo de la guerra, en los corrillos financieros ya se habla de los denominados “efectos de segunda ronda” asociados al conflicto y que no hay que perder de vista
Sin embargo, pese a que nadie parece temer un impacto directo, en los corrillos financieros ya se habla de los denominados “efectos de segunda ronda” asociados al conflicto y que no hay que perder de vista. Cos, por ejemplo, ha alertado de que, pese a la evolución favorable del sector, que durante el primer trimestre del año ha mantenido una tendencia positiva de la rentabilidad y un crecimiento de más del 30% del beneficio ordinario, la guerra en Ucrania supone una «perturbación», al tiempo que ha advertido de los «riesgos de crédito latentes», asociados a la mayor proporción de préstamos en vigilancia especial, concentrados en sectores especialmente afectados por la pandemia. Para entendernos: un impacto en la morosidad mayor del previsto.
Marta Alberni cree que efectivamente el potencial impacto derivado de los efectos de segunda ronda asociados al conflicto puede tener un efecto negativo en el sector en términos, principalmente, de morosidad por el deterioro del crecimiento económico, el endurecimiento del contexto inflacionista y el impacto que el conflicto pueda tener, especialmente, sobre determinados sectores de actividad más dependientes del componente energético y de insumos procedentes de los países afectados. “En cualquier caso, señala, es aún pronto para estimar este posible impacto, teniendo en cuenta además que ya se han puesto en marcha medidas para paliar estos posibles efectos negativos con el lanzamiento de un nuevo programa de avales y la ampliación de los periodos de carencia de operaciones avaladas durante la pandemia”.
Por su parte, la analista financiera de Renta 4, Nuria Álvarez, lo explica: “las consecuencias de la guerra de Ucrania sobre los resultados de los bancos españoles vienen por el lado del impacto económico, tanto por el lado del PIB como de las implicaciones del aumento de los precios energéticos. Es decir, que los clientes puedan tener dificultades para hacer frente a pago y eso se traduzca en morosidad no esperada y por tanto dotación a provisiones”
Provisionar o no provisionar, ésa es la cuestión
¿Están haciéndolo? ¿Están los bancos tomando precauciones? Caixabank, por ejemplo, sí. El consejero delegado de la entidad, Gonzalo Gortázar, ha comentado que: “tenemos una presencia marginal, que es el 0,04% la exposición del crédito a Rusia, así que no es un tema relevante. En todo caso, no por esa exposición, sino por la implicación de todo el conflicto en nuestros clientes y la subida de la materia prima, etcétera, hicimos ya una provisión en el primer trimestre de 214 millones de euros, anticipándonos, que todavía no está asignada, a lo que pueda venir”. El BBVA, que reconoce que el impacto de las sanciones impuestas a Rusia por la UE, EEUU o Reino Unido, así como la potencial respuesta por parte de Rusia, podrían afectar negativamente a los negocios, situación financiera y resultados de la entidad, si bien la exposición directa del Grupo a Ucrania y Rusia es limitada, también ha hecho una provisión similar de 200 millones.
Gortazar (CaixaBank): “Por la implicación de todo el conflicto en nuestros clientes y la subida de la materia prima, hicimos ya una provisión en el primer trimestre de 214 millones , anticipándonos a lo que pueda venir”
Hace solo unos días, la presidenta del Santander, Ana Botín, explicaba ante la junta de accionistas de la entidad que la exposición crediticia (y no hay otros riesgos directos) de Santander en Rusia y Ucrania es de apenas 80 millones de euros. “Cumplimos con todas las restricciones y sanciones impuestas a Rusia por la Unión Europea, Reino Unido y Estados Unidos; y seguiremos observando estos requerimientos a medida que la situación evolucione”, señalaba. “Sin embargo, apuntaba, no debemos minimizar el efecto indirecto que la invasión va a tener: una mayor inflación, un menor crecimiento económico, especialmente en Europa, e impactos que van más allá del fuerte aumento de los precios de la energía”. Tranquilizaba sin embargo a los accionistas señalando que su diversificación demostró ser una ventaja competitiva durante la crisis financiera de 2008, durante la crisis de deuda soberana de 2011 y durante la pandemia, con el beneficio por acción (BPA) menos volátil entre sus comparables en los últimos 20 años. La entidad no ha especificado provisiones específicas por este tema, pero los analistas creen que debería materializar un colchón de no menos de 400 millones de euros. “Por lo que pueda pasar”, concluyen.
La morosidad asoma la patita
El último informe de estabilidad financiera del Banco de España alerta de un nuevo foco de riesgo para la banca: el potencial aumento de impagos de los préstamos en el futuro por parte de familias y pequeñas empresas. Según el supervisor de la banca, «las medidas de política económica implementadas durante la crisis actual han resultado cruciales para mantener la capacidad de repago de familias y, especialmente, de sociedades no financieras y empresarios individuales. En este contexto, la ratio de dudosos del crédito al sector privado residente se situó en el 4,2% en diciembre de 2021, siendo 0,2 puntos porcentuales inferior a la registrada el año anterior». Sin embargo, están creciendo con fuerza los préstamos que se encuentran en situación de vigilancia especial, lo que significa que registran mayor probabilidad de impago con respecto a aquellos en situación normal y que se considera el paso previo a la morosidad.
Según el Banco de España, la banca arrastra 94.000 millones de euros que corren el riesgo de entrar en mora. La cifra ha crecido un 14% interanual y, a cierre de 2021, su peso sobre el total de la cartera de préstamos alcanzó el 8%. Este nivel, que supone que 8 de cada 100 euros está en riesgo de impago, es 2,2 puntos superior al registrado antes de la prepandemia (unos 70.000 millones de euros).
Además, recuerda el BdE que muchos préstamos cuentan con avales ICO, de manera que, en caso de impago, la morosidad no solo afectaría a la banca, que tendría que elevar sus provisiones, sino que también al Estado que ha actuado como garantía de las operaciones de financiación.