Ana Sánchez Arjona
“Todo gira actualmente en torno a la pandemia que, como es obvio, impacta en la obra pública, porque cambian prioridades”, cuenta en esta entrevista Juan Diego Ibáñez, para quien la crisis sanitaria le ofreció la posibilidad de cambiar la organización de la empresa, “lo que nos ha supuesto ser más competitivos”. Explica que los países emergentes, a pesar del impacto del Covid, igual que Estados Unidos, Canadá, India y Sudeste Asiático ofrecen buenas oportunidades de negocio. El presidente de Intecsa-Inarsa espera ver, de aquí a diez años, una España más industrializada, “que nos permita diversificar mejor nuestro crecimiento económico porque la industrialización supone, además, necesidades inherentes de infraestructuras”.
Situación de la obra pública en España
Todo gira actualmente en torno a la pandemia que, como es obvio, impacta en la obra pública, porque cambian prioridades y se dirige el gasto público a otras partidas como la sanidad, coberturas de desempleo y ERTEs, ayudas a sectores muy dañados como el turismo o la hostelería, etc.
Pero tenemos una oportunidad muy buena ahora con los fondos de reconstrucción europeos, cuyo montante de 140.000 millones de euros tiene una parte que podrá ir dirigida a infraestructuras y medioambiente. No obstante, esta inyección de fondos es algo puntual. Lo importante es que, independientemente de las ayudas, en España haya un cambio cultural en torno a la obra pública, y que se empiece a ver como inversión y no como gasto. Invertir en infraestructuras tiene un importante retorno socioeconómico y es intensivo en mano de obra. España necesita en estos momentos actividad económica y empleo y ambas cosas son inherentes a las infraestructuras.
Esos fondos tienen por objetivo ayudar en la reconstrucción y modernizar las economías ¿qué necesita España modernizar en obra pública cuando tiene un patrimonio de infraestructuras relativamente reciente?
Aún quedan muchas cosas por hacer en España. Por un lado, es fundamental la adaptación de las infraestructuras al cambio climático, teniendo en cuenta que alrededor del 50% de las redes viaria y ferroviaria en España podría verse afectada por fenómenos climáticos extremos.
En materia de agua, es necesario desarrollar un Plan Nacional de Infraestructuras Hídricas. Y, en lo que respecta a la agenda urbana y rural, hay que acabar con el déficit de depuradoras, que nos depara sanciones de la UE.
No hay que olvidar otras actuaciones como las mejoras en los accesos a las grandes ciudades; o bien potenciar los corredores ferroviarios y mejorar las conexiones de los puertos para equilibrar el mix de transporte de mercancías, que a día de hoy en nuestro país se hace un 90% por carretera.
¿Cómo se proyecta en el mundo la ingeniería española?
Sabemos movernos con desenvoltura en el panorama internacional. Nosotros en Intecsa-Inarsa, al igual que otras ingenierías, ya empezamos a salir en los años 70, cuando por entonces la internacionalización era cosa de unos pocos.
Posteriormente a la crisis de 2008, quedó tan depauperada la obra pública en España, que hubo que acelerar a marchas forzadas la búsqueda de nuevos mercados, de tal modo que ya hoy una parte importante del volumen de negocio se consigue fuera de nuestro país. En el caso de Intecsa-Inarsa, el 60%.
Tenemos una imagen muy buena de calidad a unos precios razonables y nos avala el patrimonio levantado en España en las cuatro últimas décadas, pero estamos necesitados de nuevas referencias locales para poder seguir compitiendo en el exterior. Un mercado local saludable significa una internacionalización exitosa.
¿En qué zonas del mundo trabaja Intecsa-Inarsa?
Acualmente, operamos en más de 30 países, sobre todo en Europa, América y Oriente Medio, pero también en otros mercados asiáticos y África. Nuestro último aterrizaje ha sido en El Salvador, donde, a pesar de la pandemia, nos hemos llevado nuestro primer contrato.
¿Hay menos oportunidades de negocio con la pandemia?
En los países emergentes, a pesar del impacto de la COVID-19, seguirá habiendo oportunidades muy buenas, porque los proyectos en marcha o en mente son clave para los países.
En otros mercados como Estados Unidos, Canadá, India y Sudeste Asiático, hay oportunidades enormes también y se mantienen las apuestas por las infraestructuras aun con la COVID-19. En Oriente Medio, en cambio, sí hay menos actividad, pero por el descenso del precio del petróleo.
¿Es más difícil competir con la pandemia?
Cuando en marzo hubo que reaccionar a una situación inédita, en Intecsa-Inarsa pusimos en marcha rápidamente medidas para prevenir la salud de los trabajadores y, al mismo tiempo, mantener la actividad de negocio. Pero con el tiempo nos dimos cuenta de que, a partir de la excusa del teletrabajo y gracias a la digitalización, podíamos cambiar la organización de la empresa más orientada a objetivos y resultados. Hoy somos más competitivos que en febrero.
¿Y liderar para un presidente como es su caso?
Tienes obviamente una gran responsabilidad. En nuestra empresa hay casi 200 empleados y una parte de ellos, además, trabaja expatriado. Tenemos oficinas en Arabia Saudí y en varios países latinoamericanos. Y, de repente, la estructura con la que llevamos trabajando décadas empieza a tambalearse.
Tomas decisiones sin referencias previas y sabiendo que aquello que decidas tiene un impacto en la vida de las personas. No hubo otra que coger el toro por los cuernos y cambiar la organización para adaptarla al contexto y a sus personas.
“Ahora necesitamos otra inercia como la vivida en los 80, 90 y 2000, pero orientada a otros objetivos, como la adaptación al cambio climático, el cumplimiento de los ODS”
¿Cuáles son esas demandas de la ingeniería?
Por un lado, mejorar la contratación de los servicios de ingeniería. Hace 2-3 años la Ley de Contratos del Sector Público acabó con la preeminencia de precio sobre la calidad técnica, que nos abocaba a la contratación por subasta. Ahora eso ha cambiado, en la puntuación de las ofertas, al menos 51 puntos deben responder a criterios de calidad técnica, aunque aspiramos a que ese rango se sitúe en los 80 puntos y el precio, el 20 restante. Con un poco más que se invierta en la parte de ingeniería, lograríamos importantes ahorros en costes y tiempo en la fase de ejecución de las obras.
Por otro lado, es necesario reactivar el mercado de la obra pública en España, porque desde la pasada crisis se licita poco y, de ello, buena parte va a parar a la ingeniería pública Ineco. No tiene sentido que la ingeniería más grande sea una pública y que compita con las privadas en España e, incluso en ocasiones, en el extranjero.
¿Es España un país de retrasos en los plazos y sobrecostes ¿La fama hace justicia a la realidad?
Si una obra tiene sobrecostes es porque no se han hecho previamente estudios con la debida profundidad. ¿Por qué razón? Por ahorrar en la fase de proyecto. Aumentar dos o tres puntos la inversión en ingeniería en España permitiría evitar estas situaciones en la mayoría de los casos, que desafortunadamente se dan.
Algo haremos bien en España ¿no?
Somos una referencia en carreteras, en alta velocidad o en infraestructura aeroportuaria. En 40 años en España se ha levantado un patrimonio que es una referencia para muchos otros países. En Reino Unido se empieza a hablar ahora de alta velocidad, cuando nosotros vamos camino de las tres décadas desde que se inauguró la línea Madrid-Sevilla de AVE.
Ahora necesitamos otra inercia como la vivida en los 80, 90 y 2000, pero orientada a otros objetivos, como la adaptación al cambio climático, el cumplimiento de los ODS, la redefinición del espacio urbano, reducir el peso de la carretera en el mix de medios de transporte de mercancías, la digitalización de las infraestructuras.
En estos momentos el talento es fundamental ¿Hay cantera de ingenieros en España?
Tenemos en España algunas de las mejores escuelas de ingenieros del mundo y grandes ingenierías mundiales están al acecho de captar talento español ya desde las aulas prácticamente. Desde un perfil técnico y de capacidad, tenemos un talento descomunal. Ahora bien, los futuros ingenieros tienen que saber que el trabajo cada vez se orientará más a resultados, con equipos muy transversales y multidisciplinares. La especialización también será importante, pues hay sectores con un margen de crecimiento enorme,
Y allá por 2030…
¿Qué me puedo imaginar? En digitalización, estaremos inmersos en un contexto de infraestructuras inteligentes y conectadas a los medios de transporte, pero habrá que ver qué grado de implementación tendrá para 2030. Por otro lado, me imagino que se mantendrá la pujanza de Latinoamérica y entrará con fuerza África. Y en principio para 2030 las economías dependientes del petróleo lo serán mucho menos.
¿Y cómo ve a España dentro de diez años?
Espero una España más industrializada, que nos permita diversificar mejor nuestro crecimiento económico. Y en la economía de servicios, donde por ejemplo se ha posicionado Madrid, espero que se traduzca en mayor desarrollo de infraestructura inteligente. Me gustaría una España mejor conectada por vía terrestre con el resto de Europa y, si miramos al sur, también una mejor conexión con África.
Al timón
Juan Diego Ibáñez es un ingeniero hecho a sí mismo, al frente desde hace 20 años de una de las principales ingenierías españolas de capital privado, Intecsa-Inarsa, con presencia en más de 30 países y casi 200 empleados. Lidera y trabaja muy de cerca con todos ellos como el fiel reflejo de los valores de la empresa que son: ágiles, flexibles e innovadores, con capacidad para adaptarse a cualquier situación o requerimiento, ya sea de un contrato, o de un contexto como el que ha tocado vivir.
Amante del senderismo, este ingeniero de 53 años no puede evitar que su mirada en cualquier visita o viaje delate su profesión. Y es que enseguida echa el lazo a infraestructuras, edificios y a cualquier obra del hombre que se yergue y destaque. Su favorita, el Acueducto de Segovia, uno de los grandes ejemplos de la ingeniería romana que ha llegado a nuestros días desde el siglo II.