“Lo peor está todavía por venir y muchas personas se sentirán en recesión el próximo año”. Afirmación del Fondo Monetario Internacional, que se ha sumado a la ola de revisiones a la baja que los diferentes organismos nacionales e internacionales están poniendo sobre la mesa. La previsión general en las economías más avanzadas del mundo parte de un crecimiento languideciente en 2022 que se estanca un año después debido al parón económico provocado por la crisis energética y la escalada de los precios. España, según las proyecciones, no esquiva esta tendencia.
En concreto, el FMI prevé que el producto interior bruto (PIB) del país avance un 4,3% en 2022 para frenarse de manera drástica hasta el 1,2% en 2023. Es una tímida mejora de tres décimas para el año en curso, pero un recorte de 0,8 puntos porcentuales en 2023 desde las anteriores previsiones del mes de julio.
El fondo se sitúa en una línea similar a la de organismos como el Banco de España, que prevé un aumento del PIB del 4,5% en 2022 y del 1,4% en 2023.
La revisión que ha llevado a cabo el organismo que dirige Kristalina Gueorguieva es prácticamente común en todos los países europeos. De media, la Eurozona mejora sus previsiones en medio punto porcentual para este año, hasta el 3,1%, pero el crecimiento pierde siete décimas en 2023, hasta el 0,5%. Sin embargo, reconoce el fondo, este promedio «oculta una heterogeneidad significativa» entre los principales Estados miembros. Alemania e Italia, dos de los motores de la Unión Europea, registrarán el ejercicio que viene avances negativos, con respectivas caídas del 0,3% y el 0,2%. Francia, en la línea de España, logrará aguantar el tirón con un crecimiento positivo del 0,7%.
Para el FMI «el débil crecimiento de 2023 en toda Europa refleja los efectos secundarios de la guerra en Ucrania». Todos los países, de hecho, sufren en mayor o menor medida el efecto arrastre del conflicto bélico, registrándose las revisiones a la baja más pronunciadas «en las economías más expuestas a los cortes del suministro del gas ruso».
Un IPC del 8,8%
Según prevé el FMI, el índice de los precios del consumo alcanzará de media en 2022 un avance del 8,8% para reducirse un ejercicio después al 6,5%, una tasa que sigue siendo inusualmente elevada.
En las economías avanzadas, estos aumentos serían del 7,2% y el 4,4%, respectivamente, mientas que en la Eurozona ascenderían al 8,3% y al 5,7%. El organismo recuerda que «las sorpresas al alza de la inflación han sido más generalizadas entre las economías avanzadas», algo que ha provocado un «rápido endurecimiento» de la política monetaria en un contexto en el que está desapareciendo el apoyo fiscal desplegado por los países para combatir la crisis sanitaria del Covid-19.
Sin embargo, reconoce el FMI, controlar la inflación tendrá un coste: «el desempleo aumentará y los salarios disminuirán a medida que la política monetaria se endurezca». Por ello, todas las medidas desplegadas deben ser precisas y estar muy vinculadas a la realidad económica y laboral de cada país. Es en este punto en el que el fondo lanza un aviso a los gobiernos. Los organismos preveían al inicio un endurecimiento de la política fiscal tras una relajación de los presupuestos públicos necesaria por los efectos de la pandemia.
En varios países la política fiscal seguirá siendo flexible por la crisis de los precios, algo «que podría impulsar la demanda agregada y contrarrestar el efecto desinflacionario de la política monetaria».
Esto no significa, matiza el FMI, «que la política fiscal no pueda amortiguar el impacto de la transición desinflacionaria sobre los vulnerables».