Sólo un día después de que el Ejecutivo presentase un cuadro macro que prevé un crecimiento del 2,1% para el año que viene, el organismo supervisor rebaja en siete décimas esa estimación hasta el 1,4%.
Las proyecciones del Banco de España mejoran algo el crecimiento de este año, del 4,1% al 4,5%, por el buen comportamiento de la actividad y el empleo durante la primera mitad del año, gracias en buena medida a la robusta recuperación del turismo y la hostelería tras el levantamiento de las restricciones por la pandemia.
Este factor compensó holgadamente las consecuencias de la crisis energética desatada por la guerra de Ucrania, señala el organismo.
Destaca “la debilidad” de la economía española “en la segunda mitad de este año y en el primer trimestre del próximo”
Sin embargo, para 2023 el banco empeora su anterior previsión de junio en torno a un punto y medio, del 2,8% al 1,4%, debido a la persistencia de la inflación, unas condiciones financieras menos favorables, las dificultades de las industrias y empresas afectadas por la crisis energética, el aumento de la incertidumbre y el debilitamiento de la demanda global, con una economía europea particularmente afectada por las consecuencias del conflicto bélico en Ucrania.
“En los trimestres más inmediatos, los elevados precios del gas y la electricidad afectarán adversamente a la actividad económica”, subraya la institución que dirige Pablo Hernández de Cos. Pese a la interrupción del suministro de gas ruso, el supervisor contempla que en este escenario no serán necesarios racionamientos severos en la Unión Europea.
Aun así, el informe destaca “la debilidad” de la economía española “en la segunda mitad de este año y en el primer trimestre del próximo”. El banco observa, ya con datos del tercer trimestre, una ralentización del empleo, una menor facturación empresarial, la persistencia de una inflación que lastra el consumo y el rápido deterioro de las condiciones de financiación y de la confianza.
Efecto arrastre
De acuerdo con sus estimaciones, el PIB español solo repuntará un exiguo 0,1% entre julio y septiembre. Este peor comportamiento en el tramo final del año limitará, por el efecto arrastre, el crecimiento del año que viene, dice el supervisor. Si bien a partir de la primavera vaticina un mayor dinamismo, empujado por el alivio gradual de los precios energéticos, la consiguiente recuperación de las rentas y de la confianza de los agentes, un desatascamiento paulatino de los cuellos de botella globales y una mayor ejecución de los fondos europeos. Esta mejora se plasmaría en un crecimiento del 2,9% en 2024.
En todo caso, como resultado de estos cambios en las proyecciones, se retrasa el momento en el que se recobrarían los niveles de PIB previos a la pandemia hasta principios de 2024.
Estas proyecciones se basan en que no hay una resolución temprana del conflicto bélico en Ucrania y en que no se produzca una escalada adicional. En cuanto a los precios, estos siguieron sorprendiendo al alza, dice el supervisor. Y añade que “una proporción cada vez más elevada de rúbricas ha ido registrando tasas de inflación muy elevadas”. Destacan las subidas en alimentos, bienes industriales no energéticos y ocio y hostelería una vez terminadas las restricciones de la pandemia. Aunque los precios de los carburantes se han moderado, esta desaceleración se ha visto neutralizada por los fuertes incrementos en los precios del gas y, por tanto, de la electricidad.
La previsión del Banco de España es que la inflación se sitúe este año de media en el 8,7%, y que en los dos años siguientes se modere hasta el 5,6% en 2023 y el 1,9% en 2024. La persistencia de la inflación es tal que el supervisor ha subido su estimación respecto a la de junio en 1,5 puntos para este año y en 3,1 puntos para el que viene. Estos cálculos se sustentan en que la asunción de que las empresas ya han trasladado buena parte de sus subidas de costes y en que solo hay aumentos de los salarios moderados que no retroalimentan la inflación.