El hasta ahora primer ministro británico, Boris Johnson, ha cedido a la presión de los tories y ha dimitido tanto a su cargo en el Ejecutivo como al liderazgo del Partido Conservador, tras 48 horas de masivas renuncias de sus ministros que le llevaron finalmente a caerse del caballo, a pesar de sus intentos por atrincherarse en la residencia oficial.
“El proceso de escoger un nuevo líder debe empezar de inmediato”, ha asegurado Johnson a las puertas del número 10 de Downing Street. “Está claro ya que la voluntad del grupo parlamentario conservador es que haya un nuevo líder en el partido y, por tanto, un nuevo primer ministro”, ha afirmado, a la vez que ha adelantado que permanecerá como premier interino hasta que se concrete la elección de un nuevo líder. Algo que Johnson prevé para septiembre, como pronto, pero que dependerá de la disposición tanto de nuevo gabinete como de los diputados tories a respaldarle.
El tiempo de su desalojo también dependerá de la oposición laborista. Su líder, Keir Starmer, ha anunciado este jueves la intención de su partido de presentar una moción de censura (moción de confianza, en la terminología parlamentaria británica) para echar a Johnson, en el caso de que los conservadores le permitan mantenerse como primer ministro hasta el otoño.
El mandatario británico sale de Downing Street llevando a sus espaldas el éxito del Brexit, un titán contra el que no pudieron sus predecesores Theresa May y David Cameron. También se apunta la supervivencia del Gobierno a la crisis sanitaria y económica provocada por el Covid-19, así como su liderazgo en la respuesta de Occidente ante la invasión del Gobierno de Putin en Ucrania, figurando como uno de los aliados más fuertes y contundentes del presidente ucraniano Volodímir Zelenski.
Aun así, su partida deja también a una nación sumida en la incertidumbre política y económica, mientras enfrenta una inflación creciente con muchos británicos luchando para hacer frente al aumento de los precios del combustible y los alimentos, una recesión potencial y la amenaza de una acción industrial generalizada.
Entre sus asuntos pendientes, además, queda el proyecto de ley que pretende anular unilateralmente partes del protocolo suscrito con la Unión Europea sobre Irlanda del Norte.
Los escándalos han sido el detonante del Gobierno de Johnson, que se inauguró en 2019 con la mayor victoria conservadora desde 1987. El informe sobre las fiestas en Downing Street durante las semanas más críticas de la crisis del Covid-19 debilitaron la credibilidad del mandatario británico y lo empujaron a enfrentarse a una moción de censura interna, de la que salió victorioso, aunque con un 41% de sus parlamentarios en contra.