Destacado / N. L.
Las fusiones bancarias se plantean en España, con algunas excepciones como la absorción de Bankia por Caixabank, para encubrir quiebras más que para optimizar resultados.
El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, lleva algunos años tirando de las orejas a los banqueros por palabra y por escrito sobre las debilidades del sector con demasiados activos improductivos, escasez de capital y baja rentabilidad.

Es un sector en vigilancia intensiva al que la autoridad financiera recomienda pasar por la vicaría. Estamos en un tiempo de fusiones sanas, no como hay ejemplos en el pasado, las que no sirvieron para sanear a la entidad absorbida, sino para enmascarar sus achaques.
El peligro que se avizora en el horizonte es “casar un sifilítico con una sidótica”, como nos decía el consejero delegado del Banco de Vizcaya, Pedro de Toledo, refiriéndose a la fusión entre el Central y el Hispano. “De ahí –me decía– no puede salir nada bueno”.
O como ocurrió en la absorción del Banco Pastor por el Popular, que fue una de las causas de la quiebra de éste. O como ha ocurrido en los tiempos modernos en la fusión impulsada por la Xunta de Galicia de las cajas de la región que costó al Estado 8.000 millones de euros. O las que dieron lugar a Bankia en tiempos de Rato con adquisiciones demenciales para acompañar a Cajamadrid: Bancaja, Caja de Canarias, Caja de Ávila, Caixa Laietana, Caja Segovia y Caja Rioja.

Es un sector en vigilancia intensiva al que la autoridad financiera recomienda pasar por la vicaría. Estamos en un tiempo de fusiones sanas, no como hay ejemplos en el pasado, las que no sirvieron para sanear a la entidad absorbida, sino para enmascarar sus achaques. / EP
Unicaja y Liberbank, una boda cautelosa
No es extraño que en la primera fusión que se contempla, la de la malagueña Unicaja presidida por Manuel Azuaga, 73 años de edad, con Liberbank integrada por Cajastur, Caja de Extremadura y Caja Cantabria, bajo el liderazgo de la primera presidida por el cántabro Pedro Rivero, de 82 años de edad y gobernada por el asturiano Manuel Menéndez, de 61 años, se estén tomando precauciones.
En esta fusión, que daría lugar al quinto banco del país, con 100.000 millones de activos, por delante del Sabadell, será una cuestión esencial que mande la Fundación de Unicaja presidida por Braulio Medel, 73 años, un personaje carismático que presidió la caja durante 25 años, superando la fundación el 30% de la entidad resultante siguiendo el ejemplo de la de Caixabank con Bankia, lo que representaría una cierta vigilancia gubernamental.

Justamente Josep Oliú, 71 años, 34 al frente del Sabadell cuando sucedió en el puesto a su padre Joan, entendiendo que quien no come es devorado –por ejemplo por el BBVA– trata de zamparse a alguien. Lo intentó con Bankia y ahora pretende a la caja vasca Kutxabank, que la ha rechazado presumiendo de que por su alta solvencia no necesita casarse con nadie.
Veremos mas movimientos entre las cajas supervivientes pero la gran cuestión es qué será del BBVA, uno de los grandes a quien se le atribuía apetencia por el Sabadell, que se ha quedado en la cola de los de la primera división tras la futura Caixabank y Santander. Parece que su presidente, Carlos Torres, noqueado por el escándalo de su antecesor Francisco González conspirando con Villarejo espionajes por doquier, no está para iniciar operaciones de este tipo.
Parece que el ‘statu quo’ bancario, que durante décadas estuvo integrado por los siete grandes, pasará a contar de nuevo un total de siete, tres grandes y cuatro pequeños.

O como ocurrió en la absorción del Banco Pastor por el Popular presidido por Ángel Ron, que fue una de las causas de la quiebra de éste. O, como ha ocurrido en los tiempos modernos en la fusión impulsada por la Xunta de Galicia de las cajas de la región que costó al Estado 8.000 millones de euros. / FERNANDO MORENO
El reto de Caixabank y las presiones del BCE
La operación Caixabank ha cambiado el mapa bancario español. Sólo el paso del tiempo mostrará si la conjunción de Gonzalo Gortázar con José Ignacio Goirigolzarri funciona bien, que no salten chispas de difícil ocultación. Y si no, obsérvense las fusiones bancarias de los últimos años, como la del Santander con el Central y con el Hispano, o las del Bilbao con el Vizcaya y Argentaria, que dieron lugar al BBVA.
Siempre se justifican las fusiones –en realidad no hay fusiones, sino absorciones– por las sinergias de la complementariedad, qu, en el caso de Caixabank son ciertas pues, a la ‘antigua’ Caixabank predominante en Cataluña le viene muy bien la importante red de Bankia, madre de cajas, fuera de Cataluña.
Tanto el Banco Central Europeo como el Banco de España presionan en pro de las fusiones. La subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, apoya su recomendación matrimonial con sólidos argumentos: “Estas operaciones –añade– vienen acompañadas de procesos de racionalización de las estructuras. Además permiten alcanzar cuotas de mercado y presencia geográfica difíciles de lograr de forma orgánica, dada la elevada competencia en el sistema”. Y matiza su presión celestinesca asegurando que “es necesario encontrar el balance adecuado para evitar problemas de concentración”.
Sobran bancos

Siempre se justifican las fusiones –en realidad no hay fusiones, sino absorciones– por las sinergias de la complementariedad, que en el caso de Caixabank son ciertas, pues a la ‘antigua’ Caixabank predominante en Cataluña le viene muy bien la importante red de Bankia, madre de cajas, fuera de Cataluña. / EP
Sobran bancos en España y en Europa y el destino está trazado: fusión o muerte. La banca se encuentra en un marco nuevo originado por el creciente control europeo por medio, entre otros organismos, del EBA, siglas en inglés de la Autoridad Bancaria Europea; del MUS, que además de un castizo juego de cartas son las siglas, también en inglés, del Mecanismo de Supervisión del Banco Central Europeo y del MUR (Mecanismo único de Resolución), que, como su propio nombre indica, con el eufemismo de la “resolución”, resuelve el problema cerrando las entidades sospechosas.
Tanto el presidente de la EBA, Andrea Enría, como la presidenta del MUS, Danièle Nouy, entienden que hay en Europa más bancos de los necesarios y optan por la desaparición de entidades inviables. Martillean con el mensaje de boda o muerte; con que los pequeños y medianos se casen si no quieren morir en el intento y parten de que no basta con ampliar capital como había hecho el Popular desesperadamente.

Lo importante para los mandatarios financieros europeos no es tanto que el banco esté muy capitalizado como que sea realmente rentable. Por supuesto, se exige del banco absorbente del enfermo que goce de buena salud. Y prefieren que la boda sea “interregional”, o sea, saltando las fronteras entre los países de la Unión pero no es precisamente lo que pretenden las autoridades españolas ni, en general, ninguno de los gobiernos de la Unión.
Aunque la Comisión Europea fuerce activamente las fusiones, más allá de las fronteras nacionales, y aunque el gobernador del Banco de España insista también en la necesidad de las fusiones, e incluya con la boca pequeña las transpirenaicas, no parece que la idea prospere en las cúpulas de la banca española.