Destacado / N. L.
Vivimos un momento en que coincide la exultante presunción por parte de las empresas y otras entidades privadas y públicas de transparencia, compromiso ético con los clientes y el público, con la proliferación de ardides para burlarla y, en algunos casos, para dificultar la tarea de los periodistas.
Por ejemplo, cunde entre las grandes empresas la práctica de hacer coincidir en día y hora su presentación trimestral de datos, lo que genera dificultades para atender la información de cada empresa, pues son pocos los medios, en crisis como están, de contar con el número de profesionales necesarios para ello.
O bien la extensión de la práctica de dictar digitalmente los resultados empresariales, especialmente cuando no son muy brillantes, sin que los periodistas puedan preguntar y repreguntar.
Muchas empresas se han acogido a la pandemia para justificar que las juntas de accionistas se hagan virtuales y con frecuencia sin la rueda de prensa posterior a las mismas. Con frecuencia, los periodistas se tienen que conformar con comunicados unilaterales.
Tampoco los periodistas cumplen siempre con lo que requiere la ética y la buena práctica profesional en el cumplimiento de su función de servir al derecho ciudadano a recibir información completa y veraz.
Retos formidables
Ha sido una buena iniciativa la que han acordado entidades representativas de la prensa y de las empresas y otras entidades privadas y públicas al firmar el pasado 29 de abril el compromiso de mejorar las prácticas y principios que deben orientar ambas profesiones y las relaciones entre ambas.
Lo firman la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, FAPE, con 50 asociaciones federadas y 17 vinculadas que en conjunto representan a cerca de 19.000 asociados; la Asociación de la Prensa de Madrid, APM, que cuenta con cerca de 5.000 asociados en la Comunidad de Madrid; la Asociación de Periodistas de Información Económica, APIE, una organización de ámbito nacional para periodistas dedicados a la información económica; y la Asociación de Directivos de Comunicación, Dircom, que agrupa a los directivos de comunicación de empresas, instituciones y consultoras de toda España.
Los acontecimientos y los cambios que los profesionales del periodismo y la comunicación –proclaman– hemos vivido en los últimos años colocan a ambas profesiones ante retos formidables que exigen el reforzamiento de los comportamientos éticos y deontológicos que rigen nuestro trabajo.

“Conscientes de esta necesidad –señalan–, las organizaciones firmantes de este documento reafirman su compromiso con los principios y derechos constitucionales que amparan nuestra tarea en el contexto del derecho a la información de los ciudadanos, entre ellos la libertad de expresión, la libertad de información, la defensa de la verdad y el fomento de la transparencia como mejor herramienta para luchar contra la desinformación y la difusión de bulos”.
Texto del documento: “Un compromiso ético para el futuro”
El documento firmado se refiere a las obligaciones tanto de los directores de comunicación de empresas y otras entidades como de los profesionales de la información. He aquí el texto del Compromiso expresado en 22 claúsulas:
1) Facilitar información veraz y de calidad a los profesionales de los medios de comunicación.
2) Estar disponibles para los periodistas y sus peticiones, aportando información relevante para los profesionales de los medios y la sociedad.
3) Canalizar y facilitar los contactos entre los periodistas y los responsables de las empresas de acuerdo con la política de comunicación de éstas.
4) Conocer los plazos, medios y dinámicas del trabajo de los periodistas para facilitar su labor y ajustar sus respuestas a esas condiciones en la medida de lo posible, trasladando claramente las expectativas de respuesta.
5) Formar a los directivos de sus empresas en las dinámicas del trabajo de los medios de comunicación y en un adecuado uso del lenguaje, claro y directo.
6) Regirán su trabajo por el principio de no discriminación entre periodistas y medios.
7) Las estrategias comerciales y publicitarias no deben condicionar el contenido informativo. Los contenidos pagados no se utilizarán como sustituto o elemento de interferencia en las relaciones y publicaciones informativas.
8) Respetar la confidencialidad en las relaciones entre los departamentos de Comunicación de las empresas y cada medio o profesional de la información. Por otra parte, el carácter ‘off the record’ o ‘no atribuible’ de las declaraciones deberá respetarse por parte del periodista siempre que la fuente lo advierta en el transcurso de la declaración.
9) Publicar y difundir información veraz.
10) Contrastar las informaciones con varias fuentes solventes. Aplicar el mayor nivel posible de verificación de informaciones procedentes de redes sociales con especial atención a la procedencia o intereses de las fuentes de origen, sobre todo si son anónimas.
11) Actuar como cortafuegos para evitar la difusión de bulos y rumores infundados.
12) Trasladar de forma clara plazos y características de la información pedida a las direcciones de comunicación de las empresas.
13) Garantizar la capacidad de las empresas e instituciones de aportar su punto de vista sobre las informaciones que les afectan con plazos suficientes.
14) Seguir las mejores prácticas en materia de reconocimiento de erratas y errores factuales. Poner en marcha fórmulas efectivas para evitar su posterior multiplicación y redifusión.
15) Las estrategias comerciales o publicitarias de las empresas, incluidas las del medio de comunicación, no deben condicionar el contenido de las informaciones.
16) Dar oportunidad a las empresas, instituciones o personas afectadas en una información de ofrecer su propia versión de los hechos, de manera atribuible ‘on the record’.
17) No utilizar nunca en beneficio propio las informaciones de las que se haya tenido conocimiento de forma anticipada, confidencial o privilegiada como consecuencia del ejercicio profesional.
18) Los acuerdos institucionales y relaciones publicitarias entre empresas y medios no serán utilizados por aquéllas para interferir en el tratamiento de las informaciones o en la difusión de información corporativa. Los acuerdos deberán incluir condiciones transparentes y objetivas, y en ningún caso serán ofrecidos por los medios como fórmulas para garantizar un tratamiento editorial favorable, ni desfavorable en el caso de no existir.
19) Los periodistas y directivos de comunicación se reconocen mutuamente la buena fe como punto de partida. Para evitar cualquier situación de indefensión, respetarán el derecho a la presunción de inocencia de todas las partes.
20) Los directivos de comunicación y los periodistas manifestarán a la otra parte, en su caso, los eventuales conflictos de interés que puedan incidir en sus relaciones y trabajos.
21) Las empresas y los profesionales de la información utilizarán las redes, plataformas sociales informativas, ‘bots’ y otras herramientas tecnológicas de forma responsable y de acuerdo a los principios contenidos en este documento.
Y, 22) Las relaciones entre los y las profesionales del periodismo y la comunicación corporativa estarán presididas por el respeto al derecho a la conciliación personal y familiar de todos, teniendo en cuenta sus horarios profesionales.

Las asociaciones firmantes se comprometen a trasladar el contenido de este documento a sus respectivas estructuras organizativas en los distintos ámbitos territoriales, así como a los responsables de las administraciones públicas. Así mismo, contactarán con las plataformas de comunicac1on social, entidades de verificación y operadores de redes sociales para hacerles partícipes de este conjunto de buenas prácticas dado su creciente protagonismo en la comunicación. Analizarán al menos anualmente el desarrollo de este acuerdo y propondrán, en su caso, modificaciones o ampliaciones en su contenido.
Firman el documento: Nemesio Rodríguez, presidente de FAPE; Juan Caño, presidente de la APM; Iñigo de Barrón, presidente de APIE, y Miguel López-Quesada, presidente de Dircom.
La opinión de los firmantes
Durante el coloquio de la presentación del documento, Nemesio Rodríguez, presidente de FAPE, se refirió a la oportunidad de este documento en un contexto donde la desinformación trata de ganar terreno: “El compromiso que hoy hemos firmado refuerza los comportamientos éticos y deontológicos que rigen nuestro trabajo y nuestras relaciones, en un contexto en el que el avance de la desinformación intenta restar valor a los principios y normas que hasta hace unos años se consideraban intocables, entre ellos la difusión de información veraz, verificada y contrastada y, el respeto de los derechos de los demás. A partir de ahora, periodistas y directivos de comunicación abrimos una etapa trascendental en nuestras relaciones con una iniciativa que busca elevar la dignidad de nuestras profesiones y garantizar a los ciudadanos que su derecho constitucional a la información, bajo este marco ético y deontológico, primará por encima de cualquier otro interés”.
Por su parte, Iñigo de Barrón, presidente de APIE, mencionó en su intervención el momento de pandemia que estamos viviendo, que, según dijo, eleva la exigencia social: “En la APIE entendemos que este compromiso busca remover conciencias y recordar los principios del buen periodismo y de la correcta comunicación corporativa. La pandemia ha elevado la exigencia social por un periodismo comprometido con la verdad y con los hechos y esta función no se puede realizar sin reglas claras entre los que emiten la información y los que tienen que transmitirla.

“Lo más positivo de este acuerdo es que llega como un mecanismo de autocontrol desde las cuatro asociaciones que lo firmamos. Debemos ser conscientes de que no se puede hacer periodismo a cualquier precio ni tampoco llevar la comunicación de las empresas sin principios y responsabilidad”.
Según Juan Caño, presidente de la APM, “la importancia del protocolo de actuación que hoy presentamos radica en que es la primera vez que los profesionales sentamos las bases del buen ejercicio de la información y la comunicación, de su convivencia, su complementariedad y su aportación a la transparencia y la búsqueda de la verdad, valores fundamentales del periodismo”.
Por su parte, Miguel López-Quesada, presidente de Dircom, señaló que con este documento “estamos elevando el listón en cuestiones éticas y de deontología profesional (…) en un momento donde la transparencia, la coherencia y la verdad se deben valorar más que nunca”.
El presidente de Dircom incidió en que este compromiso tiene la vocación de ser un documento vivo. “Todas las partes tenemos voluntad de darle seguimiento y actualizarlo cuando proceda. También queremos darle la máxima difusión para que el mayor número de asociaciones y profesionales se adhieran a él. Entre ellas, consideramos fundamentales a las Administraciones Públicas, y dado su creciente protagonismo en la comunicación, a las plataformas de comunicación social, operadores de redes sociales y entidades de verificación”.
Con Derecho a Réplica / Aristóbulo de Juan. Exdirector general del Banco de España
De bancos, banqueros y supervisores. 50 años desde la trinchera
En 1986, cuando llegué a Washington a trabajar en el Banco Mundial, alquilé una bonita casa en Potomac, barrio de Bethesda, contiguo al Distrito de Columbia donde se encuentra Washington, la capital.
En la casa había una habitación que superaba nuestras necesidades. Mi mujer me dijo: “Mira, éste será tu despacho, donde podrás escribir tus memorias profesionales”. Han pasado más de 34 años. Y no las había escrito hasta hoy, a pesar de mis buenos propósitos. Dispongo de una documentación muy rica y de una memoria importante. Pero la pereza de abordar una historia de más de 55 años, lo intenso de mi trabajo durante muchos de ellos y mi dispersión como consultor desde 1989, lo ha ido demorando y demorando.
Hasta que la llegada de la pandemia y el confinamiento a que nos hemos visto obligados me ha proporcionado infinidad de tiempos muertos, día tras día. La desgracia aportaba la ocasión.
Así que me puse manos a la obra y he conseguido compilar el relato secuencial de mi vida profesional. Viudo y casado por segunda vez, con seis hijos y 13 nietos, omito la historia de mi rica vida personal, por considerar que carece de interés para el público y con el fin de evitar una narración interminable.
Las dos partes de mi relato abarcan desde mis comienzos balbucientes y dispersos en que empecé la carrera de Derecho en 1948 hasta mi actual trabajo de experto en banca, pasando por mi aterrizaje en una institución bancaria privada –el Banco Popular Español– en 1964 y por la órbita del Banco de España y el Banco Mundial, para acabar en mi despacho de consultor.
Todo ello, a través de una serie de cambios que fueron, en buena parte, fruto del azar. La verdad es que nunca me fijé objetivos a largo plazo, no hice marketing de mi persona, ni busqué trepar en la escala del poder. Las ocasiones se fueron presentando y me fueron empujando hacia derroteros nuevos. A veces dando un salto en el vacío. Siempre me fue propicia la fortuna hasta completar una carrera especial. Un día le dije a mi amigo Javier Yraola que mi variada y feliz carrera había sido fruto del azar. Él no me creyó y me corrigió: “Sí, pero no siempre ocurre así. Como ha sido tu caso, al azar hay que ayudarle con unas dotes naturales y con un empeño por hacer bien las cosas”.
Esta historia se divide en dos grandes periodos. Primero, mis balbuceos y mis 15 años en el Banco Popular. En segundo lugar, mis 43 años en la banca enferma.
El Banco Popular Español era un banco comercial vetusto, que tratamos de modernizar un grupo de profesionales, liderados por un banquero excepcional, Luis Valls Taberner. Esta parte adopta un estilo narrativo secuencial, que cuenta las interioridades y las peripecias de una institución normal, en la que la normalidad se mezcla a veces con episodios conflictivos, que son dignos de evocar para mejor conocer la naturaleza del hombre. El relato pretende también mostrar cómo era entonces el entorno socioeconómico y el de la banca, su gran evolución y la peripecia de personajes notables.
El segundo periodo, tratado en el segundo capítulo, es una síntesis de vivencias aleccionadoras, en el que se hicieron posibles cosas que parecían imposibles. En esta segunda parte, el relato no es lineal porque hubiera podido resultar muy prolijo y algo desenfocado. Por el contrario, he preferido fragmentarlo en aquellos episodios o escenas que me parecen más interesantes para quien sepa leerlos con profundidad, adivinando incluso mis intenciones. En el fondo, dejar una especie de legado ha sido el propósito último al redactar este capítulo. Porque el oficio de supervisor de bancos es muy antiguo, pero tiene un futuro de duración indefinida, con muchos profesionales a los que tal vez pueda interesar.
Podría decirse que, a estas fechas, casi he cambiado de profesión. Sigo siendo asesor, pero la mayor parte de mi tiempo la dedico ahora a escribir y a dar conferencias o seminarios. Pienso que tengo la obligación moral de tratar de difundir lo que me ha enseñado la experiencia directa, sin beber nunca en libros, y sin hacer nunca planteamientos teóricos. Todo lo que escribo lo he vivido directamente, desde la trinchera.
En efecto, cuando empezó en España la crisis del 2007-2008, me vi sorprendido por una serie de políticas oficiales que me parecían desacertadas, ineficaces o caras. O las tres cosas a la vez. Decidí entonces “echarme al monte” y empezar a escribir regularmente, analizando, criticando y proponiendo fórmulas alternativas. Todas ellas basadas en mi experiencia de muchos años. Procuré siempre no prodigarme para no desgastarme. Hasta hoy. También acompañé mis escritos con conferencias en lugares relevantes, en España y en el extranjero. Es cierto que, como el Gobierno partía del mantra “somos los mejores en banca y en supervisión”, mis tesis cayeron con frecuencia en saco roto. También creé enemigos. Pero también creé una corriente de seguidores, entre inspectores, analistas e incluso banqueros. Algunos banqueros coleccionan mis escritos. Recuerdo una anécdota que ilustra lo antedicho. Ocurrió durante una copa de Navidad en las que el Banco de España invita a los que “son” ahora y los que “habíamos sido” en el pasado. Un inspector muy senior se acercó a mí y me dijo: “Hay que ver Aristóbulo, no haces más que criticarnos… Pero… lo malo es que tienes razón”.
Tras haber escrito numerosos documentos en las últimas décadas, que fueron publicados por editoras internacionales, también he escrito libros en estos últimos años. El primero, publicado en 2013 por Planeta-Deusto, en coautoría con Francisco Uría, directivo de KPMG, y con Iñigo de Barrón, periodista de ‘El País’. Se llamó ‘Anatomía de una crisis’ y trataba de analizar todo el proceso y avatares de la crisis.
En 2017, impulsado por la Editorial Marcial Pons, publiqué un compendio de lo que yo consideraba los mejores documentos publicados por mí desde 1986. Lo titulé “De buenos banqueros a malos banqueros”, inspirado en un documento del mismo nombre, que lleva más de tres décadas recorriendo el mundo. Como dice el editor, es un libro de fuego lento, que se seguirá vendiendo y leyendo durante mucho tiempo. El libro ha sido publicado en inglés en Estados Unidos por la editora Palgrave-MacMillan y ha sido también traducido al mandarín para su publicación en China.
En resumen, hoy, por fin, a los casi 90 años, me he lanzado a escribir lo que podía ser una historia que también contiene un legado. Trata de difundir un bloque de episodios relevantes del que pudieran extraerse enseñanzas sobre “lo que hay que hacer” y “lo que no hay que hacer”.
En el fondo, este libro trata del azar, de la naturaleza del hombre y, sobre todo, de la responsabilidad del servidor público.