Por si faltaran gritos, que a veces son estridencias, ahora aparece en la agenda, de forma un tanto forzado, el debate sobre la Monarquía. Las revelaciones sobre los escándalos financieros del rey Juan Carlos, mal llamado Emérito, explican en parte el ambiente, calificado por la vicepresidenta Calviño de “irrespirable”, generado en un país donde escasean los monárquicos de corazón pero abundaban los juancarlistas de cabeza.
Afortunadamente, son más los que se sirven de la cabeza y entienden que el ataque a la monarquía parlamentaria es un mal asunto cuando son tantos los factores de inestabilidad que nos agobian, como la angustia que genera la pandemia y sus consecuencias económicas.

Hay razones para sostener que estamos pasando del juancarlismo al aprecio de la figura del rey Felipe. Así lo señalan las encuestas, que le dan un aprobado que le negaban a su padre. Hasta el extremo de que el CIS, en nuestra opinión erróneamente, dejó de preguntar por la opinión de los ciudadanos sobre la institución.
Hay que lamentar que el Gobierno se encuentre dividido al respecto por los ataques de Podemos, aunque parece que Pablo Iglesias está moderando o aplazando sus arremetidas al solemnizar en sede parlamentaria su respeto a las instituciones.
Más peligroso para la Monarquía nos parece que Pablo Casado, presidente del primer partido de la oposición, utilice la “defensa” del Rey como uno de sus puntos fundamentales de oposición.
Las tensiones políticas que se han escenificado de forma dramática en la ceremonia de la Fiesta Nacional o las broncas en las sesiones parlamentarias de control al Gobierno son lamentables pero perfectamente asumibles por la normalidad democrática. No nos parecen sistémicas.
Una oportunidad histórica para cambiar nuestro modelo económico

Hay razones que alimentan un optimismo cauteloso, como el “Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española” presentado por Sánchez en una ceremonia solemne en el Palacio de la Moncloa con presencia de dirigentes empresariales y sindicales. Hay que dar un margen de confianza vigilante a este plan que contiene la estrategia gubernamental para afrontar la crisis del coronavirus y los retos de la próxima década para la «segunda modernización» de la economía española.
El presidente ha detallado que esos proyectos «se podrán poner en marcha en los próximos tres años» con una inversión europea de 72.000 millones de euros entre 2021 y 2023. Un plan con el que el Gobierno espera crear más de 800.000 puestos de trabajo en ese periodo.
El plan de recuperación está basado en cuatro ejes transversales: transición ecológica (que supone el 37% del plan), cohesión social y territorial, digitalización (aproximadamente un 33% de las propuestas) e igualdad de género. De los 72.000 millones del plan, 27.000 millones el plan se adelantarán en los próximos Presupuestos Generales del Estado.

Habrá que atender las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) que, aunque rectifica al alza las previsiones españolas sobre el comportamiento temporal del déficit y del empleo, presentan un optimismo moderado para España siempre que se mantengan los incentivos fiscales y monetarios. Vaticina el FMI que la recuperación económica arrancará en 2021 con un alza del 7% que permitirá regresar al PIB anterior a la pandemia en 2023.
Crece la confianza empresarial
No falta el optimismo entre el empresariado. El Indicador de Confianza Empresarial Armonizado (ICEA) subió un 10,5% en el cuarto trimestre de este año respecto al trimestre anterior, su mayor alza desde el comienzo de la serie, en 2013, según ha publicado este martes el Instituto Nacional de Estadística (INE), que precisa que la recogida de información para elaborar este indicador se produjo entre el 15 de septiembre y el 5 de octubre, mientras que en el trimestre anterior tuvo lugar al finalizar el estado de alarma en España.

El repunte de la confianza empresarial registrado en el cuarto trimestre es resultado de la mejora tanto del indicador de expectativas como del de situación. El balance de expectativas (diferencia entre las opiniones de los empresarios optimistas y los pesimistas) se situó en -41,3 puntos, frente al descenso de 47,2 puntos registrado en el trimestre anterior. Esto se debe a que el porcentaje de establecimientos empresariales que piensan que la marcha de su negocio será favorable entre octubre y diciembre de este año se ha situado en el 8,1%, cifra superior a la del trimestre anterior (7,7%).
Al mismo tiempo, el porcentaje de empresarios que opinan que su negocio marchará de manera normal ha aumentado hasta el 42,5%, mientras que los empresarios que se muestran pesimistas sobre la evolución de su negocio ha bajado desde el 54,9% del trimestre anterior al 49,4%.