Destacado / N. L.
Los datos económicos mandan pero también cuenta la percepción que se tiene de ellos, sobre todo en lo que al futuro se refiere. Los datos económicos levemente positivos del cuarto trimestre y los sociales de la EPA del mismo periodo no han podido con los titulares catastrofistas, que se refieren a la mayor caída del PIB “desde la Guerra Civil”.
Y es que, como escribe Carlos Berzosa, catedrático emérito y rector honorario de la Universidad Complutense en nuestra sección “Con Derecho a Réplica” de esta semana, “la pandemia ha puesto todo patas arriba, nuestras vidas, la economía, la sociedad y la política”, lo que, en su opinión, hace difícil juzgar una política económica que ha estado muy condicionada por la urgencia de combatir un virus. Lo que no impide que los economistas sensatos valoren los aciertos y errores que se han podido cometer.
El dato de que el PIB haya caído en un 11% es irrebatible, lo que justifica los titulares alarmistas que lo califican del “mayor desastre desde la Guerra Civil” como hizo el diario ‘El País’. En la misma página, el economista José Carlos Díez titulaba su equilibrado artículo: “Y sin embargo”, una apelación a no precipitarse en el juicio. “¿Qué explica –pregunta Díez– que el PIB haya crecido un 2,5% acumulado anualizado y el empleo según la EPA un 5% anualizado? El consumo privado de los españoles, que aumentó un 10% anualizado el pasado trimestre y ha evitado una doble recesión”. Sin embargo, es pesimista respecto al primer trimestre de 2021, que empieza con nuevas restricciones a la movilidad, en el que el PIB podría ser negativo o estancado.
Y Carlos Berzosa señala: “Esta caída es la mayor que se ha producido desde el final de la Guerra Civil y superior a la de otros países desarrollados. No obstante, deducir a partir de estos datos que la política económica realizada ha sido mala o muy mala, no deja deser una simpleza, que pone de manifiesto la ignorancia económica o la mala fe. Tal vez sea una combinación de ambas”.
Como se temía Díez, el primer indicador que tenemos del inicio de 2021, el paro registrado en enero, ha subido en 76.216 personas, pero hay que matizar que es un incremento menor el registrado en el mismo mes de 2020 y, como recuerda el Ministerio de Trabajo, la cuarta menor subida del paro desde 2008. Y es que el paro sube todos los meses de enero sin excepción, lo que no consuela que la tremenda cifra de desempleados registrados alcance a 3.964.353 trabajadores, 710.500 más que los registrados el pasado año.
CEOE: Estabilización del crecimiento económico
La confederación de empresarios emplea los términos “ralentización”, “estabilización” y “freno”. Señala que los resultados del PIB del cuarto trimestre evidencian una notable ralentización de la recuperación de la actividad, debido a la persistencia y empeoramiento de la crisis sanitaria, que ha conllevado nuevas medidas de restricción a la movilidad y a la actividad de determinados sectores.

Resalta que el aumento del PIB (0,4% intertrimestral) muestra una práctica estabilización del crecimiento económico en los niveles alcanzados en el tercer trimestre, con lo que la recuperación se habría frenado intensamente. Y que tanto la demanda interna como externa tienen una contribución negativa al PIB. Por un lado, la demanda nacional tiene una aportación negativa al crecimiento interanual del PIB de -6,3 puntos, frente a los -7,2 puntos del tercer trimestre. Por su parte, la demanda externa presenta una aportación de -2,7 puntos, superior a los -1,8 puntos del trimestre anterior. Por lo tanto, es destacable el deterioro del sector exterior en un contexto de fuerte debilidad de la demanda interna.
Destaca la CEOE el aumento del consumo de los hogares (2,5% intertrimestral) y del gasto de las Administraciones Públicas (4,0% intertrimestral). Sin embargo, observa una caída de la inversión, tanto en su componente de construcción (-6,3% intertrimestral), como de maquinaria y bienes de equipo (-1,5% intertrimestral), que refleja una situación de pérdida de confianza a corto plazo como consecuencia del retardo en la normalización de la actividad, del aumento de la incertidumbre y del descenso de los resultados empresariales.
Según CEOE continúa la normalización de la actividad
Es también relevante la posición de los empresarios ante la EPA del cuarto trimestre, un elemento esencial pues el empleo y el paro, además de un buen indicador social, también lo son económico, pues sus cifras son el desenlace más significativo y más sensible del proceso económico.
En opinión de la confederación de empresarios “los resultados de la EPA del cuarto trimestre apuntan que ha continuado el proceso de normalización de la actividad económica, aunque éste se ha frenado en los últimos meses del año”. Destaca la patronal que, en el cuarto trimestre, los ocupados han aumentado en 167.400 personas frente al tercer trimestre y que en términos desestacionalizados, la ocupación ha crecido un 1,29% en tasa intertrimestral, frente al 3,0% registrado en el trimestre anterior, y tras haber caído un -6,73% en el segundo trimestre.
Concluye que el año 2020 finaliza con 622.600 ocupados menos que en 2019, lo que supone una caída interanual del empleo del -3,12%, como consecuencia del impacto desfavorable que ha tenido la pandemia del Covid-19 en el mercado laboral y en la actividad económica.
Randstad detecta una recuperación parcial
También es levemente positiva la opinión de Randstad Research, un analista objetivo del mercado del trabajo. Estas son sus conclusiones: la Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre de 2020 refleja una recuperación parcial del impacto que la crisis del Covid-19 ha tenido en el mercado laboral español. Se ha producido un aumento de la ocupación durante el trimestre, mientras que el paro también ha experimentado un ligero descenso.
La población activa ha experimentado un aumento muy similar a la de la población ocupada, de 164.300 personas. La ocupación aumentó en 167.400 personas en el cuarto trimestre, el mejor cuarto trimestre desde 2004, aunque debe matizarse dicha cifra por el repunte que las personas en ERTE han experimentado durante los últimos dos meses del año pasado. La cifra de ocupados quedó situada en 19,34 millones de personas. El paro ha descendido en 3.100 personas, hasta los 3,72 millones, mientras que la población inactiva descendió en 124.600 personas. La tasa de paro descendió una décima, hasta el 16,13%.
Con Derecho a Réplica / Carlos Berzosa, catedrático emérito y rector honorario de la Universidad Complutense
Las carencias de la política económica en tiempos difíciles

Marta Fernández / Europa Press
(Foto de ARCHIVO)
18/6/2012
La pandemia ha puesto todo patas arriba, nuestras vidas, la economía, la sociedad y la política.La prioridad de luchar contra el coranavirus ha dejado aparcados proyectos y propuestas. Los límites impuestos por esta situación hace difícil juzgar una política económica que ha estado muy condicionada por la urgencia de combatir un virus que ha causado muchas muertes, además de las secuelas que ha dejado entre bastantes personas que han sobrevivido a esta grave enfermedad. En todo caso, admitiendo estas limitaciones sí se pueden valorar los aciertos y errores que se han podido cometer.
En una visión macroeconómica, si se tiene en cuenta la caída que se ha producido en el PIB en el año 2020 que acaba de publicar el INE, se puede concluir que la política económica llevada a cabo ha sido desacertada. En términos de volumen, el PIB registra una variación del -11% en 2020 respecto al año anterior. Esta caída es la mayor que se ha producido desde el final de la Guerra Civil y superior a la de otros países desarrollados. No obstante, deducir a partir de estos datos que la política económica realizada ha sido mala o muy mala, no deja der ser una simpleza, que pone de manifiesto la ignorancia económica o la mala fe. Tal vez sea una combinación de ambas.
Resulta evidente que el descenso tan brusco ha sido consecuencia del confinamiento y la duración de la pandemia, que está siendo larga. De manera que al Gobierno no se le puede acusar de que esto haya tenido lugar, pues lo que confirman los datos es una crónica anunciada. Ahora bien, lo que hay que preguntarse es por qué la bajada del PIB es mayor que la de otros países desarrollados. A este interrogante he tratado de responder en el artículo de ‘El Siglo’ ”Malos pronósticos de la OCDE para la economía española”, publicado el 3 de diciembre de 2020, en el que describo que los malos resultados no se deben a la política económica, sino a la estructura económica, en la que desempeña un papel importante el turismo, un sector muy golpeado por la crisis. La hostelería en su conjunto, no sólo la vinculada más directamente al turismo, es muy relevante, pues el número de hoteles, bares y restaurantes es muy superior al de otros países. Asimismo, las condiciones dejadas por los recortes de las políticas realizadas para salir de la crisis de 2008 han influido negativamente en la evolución económica al llegar la pandemia. Hay, además, otros factores que enumero en ese artículo.
Esto no quiere decir que considere que el Gobierno no tenga ninguna responsabilidad, sino que la explicación requiere un conocimiento de la naturaleza del modelo de crecimiento económico español, cuyos rasgos estructurales tienen un gran peso en la evolución del ciclo económico y en las consecuencias que de ahí se derivan. En un contexto tan complicado, el Ejecutivo ha tenido que actuar con urgencia ante la gravedad de la situación, tanto de salud como en la economía. La precipitación y la improvisación, resultado del desconocimiento sobre el virus y sus efectos tan agresivos, han conducido a aciertos y desaciertos, fundamentalmente en la gestión de la pandemia.
En la política económica realizada hay que resaltar, en primer lugar, las iniciativas tomadas por la UE, como romper las reglas del Pacto de Estabilidad en lo que se refiere al déficit público, al ser permisivo con el gasto de los gobiernos. Se ha decretado barra libre para gastar, lo que contrasta con la rigidez que se mantuvo en la Gran Recesión que se desencadenó en 2008. Este cambio de la UE ha sido debido sin lugar a dudas a la toma de conciencia temprana de la gravedad de la situación, y con la finalidad de evitar que las economías se precipiten hacia el abismo. También ha influido el reconocimiento de los efectos perniciosos que trajeron las medidas de austeridad. Se ha aprendido la lección y ahora no se podían cometer los mismos errores. Esta flexibilización de las normas ha venido acompañada de la movilización de considerables recursos puestos a disposición de los países, sobre todo los más golpeados por la pandemia. El Banco Central Europeo (BCE) ha contribuido a su vez con la expansión monetaria. La política económica española se ha beneficiado de ello y se beneficiará en el futuro.
En los aciertos internos hay que señalar tres: el diálogo social entre empresarios y sindicatos y los acuerdos a los que han llegado; la implantación de los ERTEs, fruto de esos acuerdos, y la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, que dejan atrás los ya obsoletos de Montoro, y que pueden atender en mejores condiciones las nuevas necesidades.
No incluyo es estos aciertos el Ingreso Mínimo Vital, que lo considero fundamental pero cuya implementación ha dejado mucho que desear. Soy consciente de la dificultad de llevar a cabo una medida como ésta, pues a la urgencia de atender a personas necesitadas se une la lentitud habitual de la Administración. Si a esto se añade la disminución de funcionarios producto de los recortes y la avalancha de peticiones que han tenido lugar, al igual que en los ERTEs, está claro por qué se están produciendo atrasos, pero ello no exime del error que se ha cometido al crear unas expectativas que han defraudado a tanta gente necesitada y que han confiado en que este ingreso podría ser una tabla de salvación a la que agarrarse. Esto me supongo que se podrá ir resolviendo en el futuro más cercano, pero de momento las colas para solicitar alimentos en las asociaciones de vecinos, bancos de alimentos y otras organizaciones sociales no dejan de crecer.
En las críticas que se pueden hacer hay dos que me parecen fundamentales: la pasividad del Ejecutivo ante los precios abusivos, entre los que destacan dos fundamentalmente: los alquileres de los pisos y los de la electricidad. Esto viene de lejos y, sin embargo, un Gobierno progresista no ha dado soluciones. Los precios de los alquileres, aparte de la evolución que puedan tener durante la pandemia, es un mal endémico que se agrava en el periodo actual. Al igual sucede con el precio de la electricidad, que es de los más caros de la Unión Europea, y que sube en ocasiones como resultado del comportamiento de los precios en el mercado. Lo que ha sucedido, por si fuera poco, en los momentos de más frío y en la gran nevada.
Los dos precios necesitan de una regulación e intervención del Estado y no dejarlo, como tantos economistas defienden, al albur del mercado. Un mercado, en los dos casos, que distan mucho de responder a lo que se enseña en los manuales de economía acerca de la competencia perfecta, sino que se encuentra dominado por oligopolios. Para entender esto se puede leer el magnífico artículo de José Manuel Naredo “Perspectivas y alternativas al agotamiento del modelo inmobiliario español y la actual crisis habitacional” en ‘Dossieres de Economistas sin fronteras’, nº 40, así como también el libro de Manuel Gabarre ‘Tocar fondo. La mano invisible detrás de la subida del alquiler’ (Traficantes de Sueños, 2019). Para el sector eléctrico el libro de Enrique Palazuelos ‘El oligopolio que domina el sistema eléctrico: consecuencias de la transición energética’ (Akal, 2019), así como el artículo del mismo autor ”Transición energética y cambio de modelo productivo” en ‘Dossieres’ ya citado.
En suma, dejar bienes esenciales que son un derecho en manos de oligopolios y grandes intereses económicos es acentuar la desigualdad y el que haya gente que no puede acceder a una vivienda digna, como señala la Constitución, y padecer la pobreza energética. Estos males ya existían antes de la crisis de 2008, pero el desencadenamiento de un ciclo recesivo los agudizó, así como las políticas de austeridad, por lo que adquieren suma gravedad durante la pandemia. Así que mi crítica se centra en no actuar y dejar al pie de los caballos a los sectores más desfavorecidos, al tiempo que se vulneran los derechos de los niños. Respuestas existen más allá de las que puede ofrecer el mercado, por lo que no pueden unos dirigentes dejarse seducir por los fundamentalistas de mercado como si no hubiera otra alternativa. Si algo han dejado claro las dos crisis, que se han dado en tan poco tiempo, es precisamente el cuestionamiento de estas ideas.
Con Derecho a Réplica / Pilar González de Frutos, presidenta de UNESPA
Digitalización y sostenibilidad, ejes del devenir del seguro tras la pandemia
En todo cambio brusco de entorno hay siempre tres elementos: aquello que se sigue haciendo igual; aquello que se debe dejar de hacer; y aquello que no se hacía y ahora se hace.
Componente a componente, en la industria aseguradora hay muchas cosas que se seguirán haciendo como se hacían antes después de la Covid-19. Antes de la expansión del virus, el seguro ya sabía que se enfrentaba a un cambio muy significativo de su tablero de juego y estaba preparándose para ello. Lo que sí presenta como novedad la Covid-19 es un entorno en el cual la sociedad ha adquirido una mayor conciencia de estar sujeta a riesgos que debe prevenir y de los que debe protegerse. Así pues, al cambio ya en curso se suma ahora una sobredemanda que recae sobre el sector que, por lo tanto, viene obligado, por así decirlo, a recoger el guante y desarrollar nuevas soluciones, o modificar las ya existentes, para adaptarse al surgimiento de esa nueva conciencia.
¿Hay algo que el sector estaba haciendo y no debe hacer? Sinceramente, creo que no van por ahí las consecuencias de la pandemia. La pandemia, para el sector asegurador, ha sido un test de estrés de grandes, en ocasiones dramáticas, dimensiones, que ha servido para darnos cuenta de que la esencia de nuestra estrategia como modelo de negocio era la adecuada. La cercanía de nuestros mediadores, la capacidad derivada de nuestra evolución tecnológica hacia la digitalización, la filosofía de adaptación a las necesidades de unos clientes en situaciones muy comprometidas, estaban ya presentes en nuestro diseño estratégico y han demostrado su utilidad y su pertinencia.
Por ello, el terreno de mayor importancia que se presenta como consecuencia de la Covid-19 es, sin duda, el de aquellas cosas que hasta ahora no hacíamos y ahora sí que haremos. Y éste es un terreno en el que sin duda vamos a ver dos tendencias claras. La primera, ser más digitales. Acercarse al cliente, ser el cliente, es algo que pasa por aprovechar al máximo las oportunidades que nos ofrece el entorno digital, el uso de Big Data, la Internet de las Cosas, y las formas de aseguramiento que se pueden derivar de esas nuevas relaciones. Es éste un camino apasionante e ilusionante que, sin embargo, no podemos hacer solos. El seguro es un sector fuertemente regulado, y eso quiere decir que si las normas no nos siguen, si continuamos teniendo una normativa analógica, nuestra evolución se verá notablemente frenada.
La segunda gran tendencia ha de ser la sostenibilidad. En los próximos 24 o 36 meses vamos a hablar mucho de la nueva regulación ASG: Ambiental, Social y de Gobernanza. Ámbitos como la información al cliente y al público, el diseño de productos y la política de inversiones de las aseguradoras se van a ver crecientemente impactadas por la creciente necesidad de integrar en sus procesos los elementos ligados a la transición hacia una economía y una sociedad más sostenibles y justas.
En esencia, en todo caso, el seguro pospandemia quiere seguir siendo el servicio cercano y eficiente que era antes de la misma, y que ha seguido siendo durante.