Destacado / N. L.
Los resultados de 2020 no han sido malos dadas las circunstancias. José María Álvarez-Pallete actúa con realismo pero sufre porque no logra la subida de las acciones por la que sus millones de inversores suspiran en el quinquenio de su mandato, que se completará el próximo abril.
Con su actuación realista ha logrado una pequeña subida a pesar, o mejor dicho, debido al recorte que ha hecho del dividendo, desde los 0,40 euros del pasado año a los 0,30 para éste. Ello permitirá reforzar el balance y reducir deuda sin dejar de proporcionar un dinero atractivo dado como está el mercado.
“Esta decisión –asegura Pallete– permite a Telefónica proseguir con la transformación de la compañía invirtiendo en las áreas de mayor potencial de crecimiento.
Naturalmente, también cuenta que en 2020, bajo la pandemia, la compañía ha ganado 1.582 millones de euros, un 38% más que en 2019.
Los analistas han valorado muy positivamente la prudencia de Pallete. Renta 4 Banco, por ejemplo, aconseja sobreponderar el valor con un precio objetivo de 5,70 euros, cuando la acción no ha alcanzado los 4 euros en todo el año pasado. Quién pillara los más de 20 euros en que cotizara en tiempos de Alierta. Ciertamente, aquellos eran otros tiempos.
Sufre mucho por la acción
La Bolsa le está quitando el sueño al presidente. Con la compañía marchando a toda máquina, la acción no acompaña, convertida en una de las más castigadas, dando lugar a molestas comparaciones con la época de Alierta.
En una intervención en el Fórum de la Universidad de Deusto, Álvarez-Pallete trataba de quitar hierro al asunto argumentando que “los mercados tienen una percepción del sector donde las inversiones en fibra, la compra de espectro y una regulación que marca un ritmo deflacionario penalizan su valor”. En este sentido, señaló que su estrategia ha sido la de invertir fuertemente en redes de última generación, lo que hace a Telefónica mucho más fuerte. “Estamos construyendo –aseguró– una compañía para los próximos 20-30 años y así lo hemos intentado explicar”. Cuando el valor es atractivo los presidentes no suelen preocuparse. Ante la imposibilidad de dar valor a las acciones, Pallete ha optado por centrarse en dar valor a la compañía como ejemplo tecnológico.
En su entorno nos reconocen que sufre mucho por la cotización, pues son muchos los inversores que han apostado por ella y él comparte su sufrimiento. Sabe que Telefónica, las reverenciadas “Matildes” de antaño, cuando era la de mayor capitalización bursátil, es fuente básica de la renta de muchas familias, de millones de inversores. Está convencido de que está haciendo todo lo necesario y que dará sus frutos. Piensa a largo plazo, empeñado en un delicado equilibrio entre la cotización del momento y su fortaleza futura.

La Telefónica de Alierta era más que una compañía, como el Barça es más que un equipo de futbol. Era una institución que acogía en su seno a personas de todo el ámbito parlamentario en busca de un buen empleo, como Manolo Pizarro, Rodrigo Rato, Eduardo Zaplana, Alfredo Timmermans, Carlos López Blanco o Iván Rosa, esposo de Soraya Sáenz de Santamaría, por el Partido Popular; Javier de Paz, Narcís Serra, Trinidad Jiménez, Luis Solana o Paloma Villa, esposa de Eduardo Madina, por el PSOE ; y por recomendación del rey Juan Carlos, su yerno Iñaki Urdangarin, y quien fuera jefe de la Casa, Fernando Almansa. / EP
El presidente y el consejero delegado de Telefónica, José María Álvarez-Pallete y Ángel Vilá, respectivamente, han practicado la buena acción de renunciar al 100% de la remuneración que les correspondería como incentivo a largo plazo correspondiente al ejercicio. El presidente designó en julio de 2017 consejero delegado del Grupo a Ángel Vilá para aprovechar la experiencia financiera de éste, que había ocupado anteriormente el cargo de responsable de Finanzas y Desarrollo Corporativo.
Álvarez-Pallete, al contrario que Alierta, es muy de clan. Es decir, mientras que al expresidente le daban igual los círculos de confianza porque no se casaba con nadie, él iba por libre, Pallete necesita trabajar en equipo, estar muy seguro de sus colaboradores, pide lealtad “a muerte”; a cambio él es muy humano, se compromete con las personas de su círculo, se interesa por sus problemas, su salud…
Mientras ‘desfilaban’ directivos cercanos a Alierta, ha ido rodeándose de gente cercana. Entre ellos, destaca Ángel Vilá, que hasta entonces era el encargado de las finanzas del grupo y al que nombró consejero delegado. Un ingeniero con más de 20 años en la compañía y que siempre ha estado muy cerca de Álvarez-Pallete.
Se baja el sueldo y renuncia al incentivo a largo plazo
José María Álvarez-Pallete compró en agosto de 2019, cuando se había producido un derrumbe del valor, 100.000 acciones a 5,98 euros por título cuando todavía rozaba los seis euros, por las que pagó 598.000 euros. Hizo un mal negocio, pero fue un buen gesto.
El presidente y el consejero delegado de Telefónica, José María Álvarez-Pallete y Ángel Vilá, respectivamente, han renunciado al 100% de la remuneración que les correspondería como incentivo a largo plazo correspondiente al ejercicio.
De hecho, el presidente viene congelando o bajando su sueldo desde que es presidente. En 2017, su Año I, cobró 5,4 millones de euros, lo mismo que en 2016. El pasado año ganó 5,19 millones, un 6,2% menos que en 2019.
Jodidos pero contentos
Pallete argumenta que en 2020 Telefónica siguió atrayendo y reteniendo clientes de alto valor, que el grupo logró ampliar su base de accesos un 0,3%, hasta un total de 345,4 millones. Y que la red de alta velocidad (fibra y cable) de la compañía alcanzó 134,8 millones de unidades inmobiliarias, un 9% más que en 2019, de los que 61,8 millones corresponden a la propia red del Grupo, un 11% más que un año antes.
Sostiene que el liderazgo en infraestructuras y servicios de Telefónica se tradujo en clientes más satisfechos. Que el indicador NPS (Net Promoter Score), que mide la satisfacción del cliente, cierra el año en el 24% en los cuatro principales mercados, siete puntos porcentuales por encima del ejercicio anterior. Este incremento se ve reforzado por un descenso de la tasa de abandono de los clientes, que baja 0,7 puntos con respecto a 2019, hasta el 2,3%. Se trata pues del cuarto trimestre consecutivo en el que la lealtad de los clientes mejora.
A punto de cumplir los 100 años
Telefónica cumplirá cien años en 2024. Pallete trabaja para que cuando cumpla 150 años sea más fuerte que cuando cumpla los cien y que esté preparada para otros cien.
Nos recuerdan en su entorno que el sector de comunicación es el que ha tenido el peor comportamiento a nivel mundial en los últimos años y que en España se juntó con la gran crisis.
Piensa que el fuerte esfuerzo inversor en tecnología, en la construcción de redes para que las empresas naveguen sobre ellas en Internet, terminará dando sus frutos. Que, aunque ya no es campeona en capitalización bursátil, sigue siendo la primera compañía española, con 350 millones de clientes, en presencia mundial, con un potencial técnico impresionante proveyendo a muchos países de un servicio que es esencial en la nueva economía.
“Muchos de los países en que Telefónica está presente –nos aseguran en su entorno– son conscientes de que si quieren desempeñar un papel relevante en la nueva economía digital tienen que hacerlo a través de nuestra compañía, que es la principal palanca para hacerlo. Somos la número uno en el mayor mercado de Latinoamérica, que es Brasil. Somos la empresa de telecos que más clientes de móviles tiene en Alemania, un mercado fundamental; la que más clientes tiene en el Reino Unido. Representamos entre el 0,5 y el 1% del PIB de los países en que estamos; generamos 1,4 millones de empleos, pagamos en impuestos mas de 1.000 millones de euros en distintos países…”.
A su presidente le gusta presumir allá donde va de que España tiene más conexión por fibra de internet que la suma de la que tienen Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Portugal. Es de lo que está más orgulloso. Lo proclama hasta la saciedad, en una comunión, en una boda, en un bautizo o en un foro académico o empresarial. Y se enorgullece de que Brasil sea el país latinoamericano que más fibra tiene, más que Alemania y que el Reino Unido, gracias a Telefónica.
Suele decir que la fibra representa en la revolución digital que vivimos ahora lo que representaron en la revolución industrial del siglo XVIII los ferrocarriles y las máquinas de vapor y que Telefónica es un impulsor del proceso.
Los ingresos bajaron un 11%
En el conjunto del año, la cifra de negocios alcanzó los 43.076 millones de euros, un 11% menos que en 2019 por el impacto de la devaluación de las divisas y del coronavirus. En términos orgánicos el descenso se modera al 3,3%, y al 2,4% en el caso de los cuatro mercados más importantes.
Por países, España proporciona el 28,8% de los ingresos; Alemania, un 17,5%; Brasil, un 17,2%; y Reino Unido, un 15,6%. De este modo, los cuatro mercados concentran el 79,1% de la cifra de negocio.
Matiza la compañía que el resultado operativo antes de amortizaciones (OIBDA) refuerza la favorable progresión lograda en la parte final del ejercicio. En el último trimestre del año alcanzó los 3.751 millones de euros, un 2,2% más que en el mismo periodo de 2019. En el acumulado del ejercicio, el OIBDA se sitúa en los 13.498 millones de euros, un 10,7% menos que en 2019, descenso que se reduce al 5,7% desde un punto de vista orgánico.
Telefónica Tech, la joya de la ‘Nueva Telefónica’, afianza el crecimiento
Asegura Pallete que durante el pasado ejercicio, Telefónica Tech, liderada por José Cerdán como consejero delegado y con el nombramiento de Pablo Eguirón como director financiero y de Desarrollo Corporativo, una de las unidades clave creadas en el plan estratégico presentado en noviembre de 2019 para construir la Nueva Telefónica, confirmó su crecimiento.

Mientras ‘desfilaban’ directivos cercanos a Alierta, ha ido rodeándose de gente cercana. Entre ellos, destaca Ángel Vilá, que hasta entonces era el encargado de las finanzas del grupo y al que nombró consejero delegado. Un ingeniero con más de 20 años en la compañía y que siempre ha estado muy cerca de Álvarez-Pallete. / EP
En un contexto en el que la pandemia reforzó la necesidad de acelerar la transformación digital y de contar con las herramientas de seguridad precisas para poder mantener la actividad de los negocios y los servicios, las soluciones de Ciberseguridad, Cloud y Big Data e IoT que Telefónica Tech proporciona fueron más demandadas. Como consecuencia, los ingresos de Telefónica Tech aumentaron un 13,6% en el conjunto del año, hasta los 1.504 millones de euros, un crecimiento que casi triplica el del mercado.
Construyendo la ‘Nueva Telefónica’ en las antípodas de la de Alierta
Todas estas operaciones constatan que la compañía está cumpliendo la ejecución de su plan estratégico para construir la ‘Nueva Telefónica’ que está en las antípodas de la Telefónica Política legada por César Alierta.
José María Álvarez-Pallete tiene un problema, un envidiable problema, compartido con Ana Botín, el de suceder a un presidente de fuerte carisma, casi vitalicio, con quien sufrirá comparaciones, a veces odiosas. Sobre todo cuando el sucesor no es el heredero reverencialmente continuista, sino que se sitúa en las antípodas, como ha ocurrido con ambos personajes: José María respecto a César Alierta y Ana en relación con Emilio Botín, aunque ambos fueran designados por sus antecesores.
La Telefónica de Alierta era más que una compañía, como el Barça es más que un equipo de fútbol. Era una institución que acogía en su seno a personas de todo el ámbito parlamentario en busca de un buen empleo, como Manolo Pizarro, Rodrigo Rato, Eduardo Zaplana, Alfredo Timmermans, Carlos López Blanco, o Iván Rosa, esposo de Soraya Sáenz de Santamaría, por el Partido Popular; Javier de Paz, Narcís Serra, Trinidad Jiménez, Luis Solana, o Paloma Villa, esposa de Eduardo Madina, por el PSOE ; y por recomendación del rey Juan Carlos, su yerno Iñaki Urdangarin, y quien fuera jefe de la Casa, Fernando Almansa.
José María Álvarez-Pallete llegó y en pocos meses dejó claro que uno de sus principales objetivos era ‘despolitizar’ la operadora. Suprimió los ‘consejos políticos’ de carácter consultivo que tenían en las distintas comunidades autónomas y puso fin a buena parte de los contratos firmados con políticos de todos los colores, empresarios, y sindicalistas, que aunque muchos de ellos no reconocidos, contribuían a engrasar la dinámica de las ‘puertas giratorias’.
“No es que ya no haya ‘contactos políticos’ –señala una fuente–, algo que sería impensable en una empresa como ésta, pero desde luego son más fríos porque no quiere deber favores a nadie, y le incomoda lo que pueda opinarse de ciertas relaciones”.
En los últimos tiempos, Alierta se definía a sí mismo como socialdemócrata. Álvarez-Pallete evita definirse, no vaya a salir escaldado porque Alierta se movía bien en los despachos políticos, pero él lo hace mejor en las sedes de grandes tecnológicas.
Al poco tiempo de alcanzar la presidencia y coincidiendo con la presentación de los nuevos iPhone, Álvarez-Pallete se desplazaba hasta la sede del gigante americano en Cupertino, visita de la que no sabríamos nada si no fuera porque uno de sus acompañantes, el CEO del grupo en Reino Unido, Mark Evans, publicó en su Twitter una foto con él y otros dos directivos en la sede de la manzana, chivándose así de su ‘escapada’ a Silicon Valley.
La mayor operación corporativa de su historia
La actividad ha sido continua en este terreno. En mayo del pasado año, en pleno confinamiento y con los equipos teletrabajando por completo, Telefónica cerró la mayor operación corporativa de su historia: la ‘joint venture’ de O2 y Virgin Media en Reino Unido. En septiembre, Telefónica encendió el 5G y logró que el 80% de la población española tuviera asegurada la cobertura en apenas tres meses. En diciembre, Telefónica cerró con sus socios la compra de los activos de telefonía móvil de Oi en Brasil, afianzando su liderazgo en un mercado clave mundial.
Avanzando en esta política, esta semana se ha anunciado la venta a KKR del 60% de Infraco, una operación que permite a la compañía monetizar parte de su fibra en Chile. Telefónica Chile tendrá el 40% restante del capital.
Los negocios de Telefónica ya digitalizados suponen el 79% del total de los procesos en 2020, con un incremento de diez puntos porcentuales sobre el año anterior, y se gestionan en tiempo real. A lo largo del ejercicio la compañía logró un importante avance en la digitalización, con un aumento de las ventas digitales en los cuatro mercados principales del Grupo de un 40,5% interanual, hasta alcanzar el 31% de las ventas totales.
Con derecho a réplica / José J. Massa (Doctor en Economía. Profesor en CUNEF)
Fomentar el empleo. Ayudar a las personas

España tiene, desde hace cuarenta años, una incapacidad estructural para generar suficientes puestos de trabajo para toda su población. Esto es un problema muy serio, que se ha convertido en crónico y que parece que hemos renunciado a resolver.
En los últimos cuarenta años, la tasa de paro ha estado sistemáticamente tan alta que ya nos hemos acostumbrado y nos parece normal tener un paro del 15%. En un cierto sentido, sí es ‘normal’, porque lleva mucho tiempo ocurriendo. Ahora bien, creo que no debería ser aceptable. Y creo, también, que la política económica tendría, de una vez, que concentrarse en corregir este problema estructural.
La tasa de paro española sólo ha bajado del 15% en los últimos cuarenta años en el período entre la incorporación al euro, en 1999, y la crisis financiera, en 2007. El resto del tiempo ha estado oscilando entre un mínimo del 15% y los máximos del 23% de 1994 o del 26% en 2013, cuando empezó a descender. Desafortunadamente, la continua reducción que venía produciéndose desde este último año fue bruscamente interrumpida por la pandemia del Covid-19, justamente cuando llegaba al 15%, desde donde ha vuelto a empezar a crecer.
Esta situación de elevado desempleo estructural contrasta dramáticamente con la situación de nuestros vecinos Francia, Italia o Portugal. En todos ellos, y también con la perspectiva temporal larga de cuarenta años, la tasa de paro oscila entre el 5% en los momentos buenos y el 10% en los malos, y está centrada en torno al 7%. La mitad que en España. O, dicho al revés, el paro en España es sistemáticamente el doble que en los países de alrededor, sin que esta diferencia se haya corregido con gobiernos de ningún signo. El problema es estructural y requiere, por ello, soluciones estructurales, con perspectiva de largo plazo y consenso básico del conjunto de la población.
Si en vez de usar porcentajes expresamos el problema en términos de número de personas afectadas, en España tenemos de forma crónica entre tres y cinco millones de personas sin trabajo. Como llevamos muchos años en esta situación, insisto, nos parece normal. Pero no lo es. Es cierto, también, que los gobiernos de estos últimos cuarenta años, de todo signo, han hecho un esfuerzo importante para paliar las consecuencias del desempleo; y, de hecho, España destaca en las comparaciones internacionales por su relativamente elevado gasto en prestaciones sociales ligadas al desempleo. Esto dice mucho, y muy favorable, de nuestro elevado nivel de solidaridad, pero creo que, salvo contadísimas excepciones, los perceptores de la prestación de desempleo preferirían tener un buen trabajo.
Obviamente, la pregunta es, ¿por qué? ¿Por qué España tiene un déficit crónico de puestos de trabajo para su población?
Si fuéramos capaces de responder a esta pregunta, tendríamos una orientación de qué medidas sería necesario acometer. Desgraciadamente, no hay una respuesta clara que esté aceptada por el conjunto de los analistas. De hecho, a veces da la impresión de que no es un problema que el paro no baje del 15%.
En mi opinión, sin embargo, es EL PROBLEMA.
Enfocándolo por el lado positivo, si consiguiéramos que el paro se acercara a los niveles de nuestros vecinos, reduciéndose a la mitad de manera estructural, además de generar unos dos o tres millones de puestos de trabajo adicionales, estaríamos resolviendo algunos de nuestros problemas económicos más destacados.
Para empezar, con esa creación de empleo, y suponiendo que son empleos con productividad media, se estaría aumentando el PIB en nada menos que el 10%. La renta per cápita, el nivel de vida, subiría en esa misma medida y, además, la ratio deuda/PIB mejoraría de manera notable.
Adicionalmente, la disminución del paro permitiría ahorrar en prestaciones por desempleo (ahorro de cerca del 1% del PIB) y el aumento del empleo generaría aumentos en la recaudación fiscal (unos tres o cuatro puntos de PIB) y en las cotizaciones a la Seguridad Social (unos diez mil millones al año), todo ello suponiendo que los nuevos empleos son como la media de los actuales.
Con las cifras mencionadas, el déficit público dejaría de ser un problema, al aumentar los ingresos en unos cuatro o cinco puntos sin necesidad de subir los impuestos, que es la solución favorita de todos los gobiernos, incluido el actual. Y el déficit de la Seguridad Social estaría cerca de desaparecer. En resumen: si consiguiéramos tener una tasa de paro normal en términos europeos, arreglaríamos también algunos otros problemas estructurales.
Un último dato adicional para completar esta brevísima reflexión: según Eurostat, el sueldo medio mensual en España (2.000 euros) es un 25% inferior al de Italia (2.500 euros mensuales) y un 45% inferior al de Francia (2.900 euros al mes). Deberíamos aspirar no sólo a tener niveles de empleo parecido, sino a tener también niveles salariales similares. Esto abre una cuestión sobre la productividad de la economía española, que probablemente es una parte de la ecuación compleja del problema.
Y, por otro lado, la situación actual de mantener a los jóvenes en situación de precariedad y con sueldos mínimos no parece una buena solución. Es más, a largo plazo causará un daño importante, porque los más capaces acabarán yéndose y porque el país corre un riesgo importante de empobrecerse de manera significativa.
Construir una economía dinámica con capacidad de generar todos los empleos de calidad que harían falta parece, pues, que debería ser el objetivo prioritario de la política económica. Y, si se consiguiera, la situación económica estructural de España sería mucho más sólida.
Sin embargo, por razones que incluyen los prejuicios ideológicos y la defensa de los privilegios obtenidos, así como, quizá, el escaso rédito electoral a corto plazo, ningún gobierno de los últimos veinte años ha afrontado el problema con determinación.
Los empleos de calidad los crean empresas competitivas y rentables. Si queremos que se generen empleos de manera dinámica, tendremos que aceptar que las empresas y los empresarios no sólo no son un enemigo a perseguir, sino que son una especie a mimar. Y si queremos que se generen empleos de calidad, tendremos que aceptar que la precariedad laboral y los sueldos bajos no son la solución.
Creo que sería un acierto intentar poner en marcha un ambicioso plan nacional de fomento del empleo (similar al Pacto de Toledo, pero para el empleo). El objetivo debería ser que España genere unos 22 o 23 millones de puestos de trabajo de calidad. Esto, evidentemente, no se consigue por decreto. Pero tampoco se consigue sin reformas legales; y no sólo son reformas del mercado de trabajo: hay más leyes que revisar, desde las fiscales hasta las mercantiles, pasando por los procedimientos administrativos, el fomento de la investigación o la educación. España debería aspirar a la excelencia, como lo hace, por ejemplo, en las competiciones deportivas, tanto individuales como de equipos.
Lamentablemente, no parece que hayamos aprendido la lección de los últimos treinta años, ni siquiera los sindicatos, que deberían estar poniendo el grito en el cielo con estas tasas de paro. Salvo milagro, los próximos treinta años seguiremos igual, con el paro por encima del 15%. Una lástima.