Destacado / N. L.
El pasado 1 del presente mes de diciembre Ursula von der Leyen celebró, prácticamente en la intimidad, su primer cumpleaños como presidenta de la Comisión Europea. Tenía motivos para disfrutar lo que podía calificarse de milagro. Era la primera mujer que ostentaba este cargo, como había sido la primera mujer que desempeñara en su país el cargo de ministra de Defensa de Alemania; no había sido primera ministra o ministra de Finanzas en su país, ni era economista o abogada, como sus seis antecesores en la dirección europea durante los últimos veinte años (Thorn, Delors, Santer, Prodi, Durão Barroso y Juncker), sino médica; tenía que enfrentarse con poderosos candidatos y parecía muy poca cosa comparada con Angela Merkel.
De hecho ganó por solo nueve votos en el Parlamento Europeo, pero contó con el fuerte apoyo de Emmanuel Macron, empeñado en la refundación europea que valoró el militante europeísmo de Ursula, su mentalidad progresista demostrada en el ala progre de la democracia cristiana alemana de la CDU, así como su francofonía al haber nacido y estudiado en Bruselas, y, desde luego, el apoyo de Merkel, que siempre pudo contar con Ursula aunque este entusiasta apoyo de Ursula no fue tan reverencial como para no expresar importantes discrepancias con la canciller, normalmente desde su izquierda.
Macron maniobró a puerta cerrada

Emmanuel Macron, regaló a Ursula una especie de gobierno de coalición que el presidente francés tramó a puerta cerrada, con nocturnidad y alevosía, formado por populares, socialistas, liberales, e incluso un verde.
Emmanuel Macron regaló a Ursula una especie de gobierno de coalición que el presidente francés tramó a puerta cerrada, con nocturnidad y alevosía, formado por populares, socialistas, liberales, e incluso un verde.
En su año de gobierno Ursula von der Leyen se ha ganado la admiración, o al menos el respeto de las grandes figuras de la Unión, especialmente en la forma de gestionar la pandemia, para lo que sus colegas temían que no tendía la capacidad requerida. Sin embargo, se ha crecido en la tarea y ahora cuenta con la simpatía de la opinión europea y de los presidentes de los países miembros que coinciden en señalar que la Unión inicia con ella uno de sus momentos históricos al haber servido el Covid como partera de una Europa más fuerte.
No hay mal que por bien no venga
“En términos generales –resaltaba un entusiasta Pedro Sánchez en una entrevista publicada por ‘El Periódico’– hay que decir una cosa: esta pandemia ha anticipado el futuro, ha acelerado muchos cambios que es clave que seamos capaces de afrontarlos con total garantía y con los recursos necesarios. (…) Hemos permitido, endeudándonos todos los países, plantear un programa de reconversión de la economía europea, y por tanto española, sin precedentes en los últimos 40 años”.

Y explicaba que “el reto que tenemos por delante es, en seis años, vehicular de manera eficaz, para dar ese salto de competitividad, 140.000 millones de euros. Tenemos una gran oportunidad, la mayor para reconvertir la economía de nuestro país. Son 140.000 millones de euros en seis años, cuando los fondos estructurales en los años 90 del siglo pasado representaron 8.000 millones de euros. Y dimos un salto de modernidad”.
Con este criterio que confirma el dicho popular de que no hay mal que por bien no venga, que Franco aplicó al asesinato de Carrero Blanco, la gran tragedia que ha matado a cientos de miles de ciudadanos europeos se ha convertido en el gran impulso económico y social que necesitaba Europa.
Lo comparan como la puesta en marcha del euro
Así lo entiende Patxi Aldecoa, presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo y catedrático de Relaciones Internacionales, quien sostiene “que asistimos precisamente a una de las actuaciones más significativas y de mayor alcance de una Comisión Europea en los casi 70 años de vida de la construcción europea” que el profesor compara con la propuesta de Delors para crear la Unión Económica y Monetaria, es decir, poner en marcha el euro.
Explica –según Aldecoa– por qué “la Comisión ha hecho frente, con audacia, a las consecuencias sanitarias, económicas y sociales del Covid-19, a la vez que está cumpliendo con su programa, especialmente en la lucha contra el cambio climático, la agenda digital europea, el refuerzo del modelo social y el robustecimiento de su papel en el mundo, gracias a la nueva legitimidad del ciclo político desde las elecciones de mayo de 2019 donde la pandemia está jugando como un catalizador para la aplicación del programa”.
En su opinión, la magnitud y la innovación del Plan de Recuperación va a exigir una nueva gobernanza del sistema institucional que tendrá que plantearse en la inminente Conferencia sobre el Futuro de Europa, que deberá proponer la reforma de los Tratados avanzando en la parte federal del modelo de federalismo intergubernamental en que nos encontramos.
El buen estado de la Unión
Ursula no ha necesitado celebrar a lo grande el 1 de diciembre, aniversario de su ‘coronación’, pues ya lo había hecho el pasado septiembre en la solemne sesión del Estado de la Unión donde dio cuenta de lo realizado y formuló sus promesas para la refundación de la Unión que inició rememorando a Andrei Sajarov, que siempre mencionaba su fe inquebrantable en la fuerza oculta del alma humana.
“En los últimos seis meses –proclamó– los europeos han demostrado lo fuerte que esa alma humana puede llegar a ser. Contamos con todo lo necesario para conseguir que eso suceda. Hemos abandonado las viejas excusas y las comodidades que siempre nos han frenado. Tenemos la visión, tenemos el plan, tenemos la inversión”.
Y la presidenta expuso lo bien que se ha portado Europa “Cuando los Estados miembros cerraron sus fronteras – recordó–, creamos corredores verdes para el transporte de mercancías. Cuando más de 600 000 ciudadanos europeos quedaron atrapados en distintas partes del mundo, la Unión los trajo de vuelta a casa. Cuando algunos países instauraron prohibiciones a la exportación de artículos médicos de importancia crítica, conseguimos evitarlo y garantizar que los suministros médicos críticos pudieran llegar allí donde eran necesarios. Hemos trabajado con la industria europea para aumentar la producción de mascarillas, guantes, tests y ventiladores. Nuestro Mecanismo de Protección Civil ha podido garantizar que médicos rumanos tratasen a pacientes italianos o que Letonia pudiera enviar mascarillas a sus vecinos del Báltico”.
Y anunció el refuerzo de la Agencia Europea de Medicamentos y al CEPCE, nuestro centro para la prevención y el control de las enfermedades; la creación de una BARDA europea, una agencia europea de investigación y desarrollo biomédico avanzado; asegurar las existencias de productos estratégicos que nos permitan sortear las dependencias de la cadena de suministro, especialmente por lo que se refiere a los productos farmacéuticos; debatir la cuestión de las competencias en materia de salud. Convocará junto con el primer ministro Conte y la Presidencia italiana del G-20, una Cumbre Mundial sobre la Salud.
Para que trabajar salga a cuenta
Además ayudará a proteger millones de puestos de trabajo, salarios y empresas en todo el territorio de la Unión. “Pero lo cierto –sostiene– es que, para demasiadas personas, trabajar ya no sale a cuenta. El ‘dumping’ salarial destruye la dignidad del trabajo, penaliza al empresario que paga salarios dignos y falsea la competencia leal en el mercado único”.
Esta es la razón por la que la Comisión presentará una propuesta legislativa para ayudar a los Estados miembros a establecer un marco para el salario mínimo pues todo el mundo debe tener acceso a ello. “El salario mínimo funciona –subrayó–, y es hora de que trabajar salga a cuenta”.
La segunda promesa relacionada con la economía social de mercado es la de la estabilidad. La Unión Europea y sus Estados miembros han respondido a una crisis sin precedentes con una respuesta sin precedentes. La Comisión activó inmediatamente la cláusula general de salvaguardia por primera vez en nuestra historia.

Tres billones de euros para la industria
“Flexibilizamos –recordó– nuestros fondos europeos y las normas sobre ayudas estatales. Autorizamos destinar más de tres billones de euros al apoyo a las empresas y la industria: un apoyo del que se beneficiaron desde pescadores en Croacia o agricultores en Grecia a pymes en Italia o trabajadores autónomos en Dinamarca. Ahora toca mantener el rumbo. Todos sabemos cuáles son las previsiones. Podemos esperar que nuestras economías empiecen a reactivarse tras una caída del 12% del PIB en el segundo trimestre. Pero, ante la persistencia del virus, también persiste la incertidumbre, tanto en Europa como en el resto del mundo.
Por lo tanto, está claro que no es el momento de retirar la ayuda. A más largo plazo, no hay más camino hacia la estabilidad y la competitividad que el de una Unión Económica y Monetaria más fuerte. Ahora debemos aprovechar esta oportunidad para llevar a cabo reformas estructurales en nuestras economías y completar la Unión de los Mercados de Capitales y la Unión Bancaria”.
Y recitó la promesa de la oportunidad para lo que estima necesario derribar las barreras del mercado único, reducir la burocracia, situando en el primer plano de la agenda política, una nueva estrategia para el futuro de Schengen.
Liderar la doble transición ecológica y digital
En marzo presentará una nueva estrategia industrial, destinada a garantizar que la industria pueda liderar la doble transición ecológica y digital pues No hay nada que sea más urgente que salvar el futuro de nuestro frágil planeta.
En lo que se refiere al reto digital Von der Leyen advierte que o Europa lo lidera o tendrá que seguir el camino de otros, que están fijando estas normas para nosotros. En primer lugar, actuando sobre los datos donde Europa ha sido demasiado lenta. “Esto –sostuvo– no puede ocurrir con los datos industriales. Y aquí la buena noticia es que Europa está a la cabeza: tenemos la tecnología y, sobre todo, tenemos la industria. Pero la carrera aún no se ha ganado. Los datos industriales valen su peso en oro a la hora de desarrollar nuevos productos y servicios”.
Sostiene Ursula que el Pacto Verde Europeo es nuestro modelo para llevar a cabo esta transformación que pretende que Europa sea el primer continente climáticamente neutro de aquí a 2050. Sobre esta base, la Comisión Europea propone aumentar el objetivo de reducción de emisiones para 2030 hasta al menos un 55%. “Podemos conseguirlo –animó–, ya hemos demostrado que podemos. Mientras que nuestras emisiones han caído un 25% desde 1990, nuestra economía ha crecido más del 60%. La diferencia es que ahora disponemos de más tecnología, más conocimientos especializados y más inversiones. Y ya estamos en la senda de una economía circular con una producción neutra en carbono. Lo tenemos todo. Ahora es nuestra responsabilidad ponerlo en práctica y hacerlo realidad”.
Con derecho a réplica
‘El Nuevo Lunes’ inicia esta semana una nueva sección: “Con derecho a réplica”. Nuestro propósito es recoger la opinión crítica de los expertos sobre las más relevantes cuestiones de nuestra economía.
Abrimos esta interesante sección con la solvente opinión de Enrique Barón, quien desempeñó, entre otros cargos, el de presidente del Parlamento Europeo y el de ministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones en el Gobierno de Felipe González.
UE, ganar la carrera de fondos / Enrique Barón Crespo
Con la aprobación de los Presupuestos, España acaba de dar un paso decisivo para superar su crisis política y económica, agravada por la pandemia. Ahora toca vencer la siguiente prueba en esta carrera de obstáculos hacia los fondos, contribuyendo decisivamente a la aprobación definitiva del ambicioso paquete europeo en cuya gestación trabaja el Gobierno con empeño. No son temas distintos: en el Presupuesto español se incluye un adelanto de más de 27.000 millones € de transferencias directas de fondos provenientes del Plan de Recuperación, que no son para salir del paso sino para preparar el futuro. Hubiera sido más expresivo traducir su título “Next Generation EU” por “Próxima Generación UE” más que por recuperación.
Frente a la simplista idea de considerar Bruselas como un gigantesco Moloch que nos vigila, amenaza y castiga y cuando quiere nos manda unos fondos, la actual UE es una libre Unión de países que comparten un destino basados en valores comunes, de democracia liberal con contenido social (artículos 1 a 3 del Tratado de Lisboa, ratificados por todos sus miembros).
Los desafíos a superar son tres, que requieren acuerdos político distintos a la vez distintos y entrelazados en el fondo y en la forma. Son, en esencia:
— El Marco Financiero Plurianual (MFP) 2021-27.
— La Decisión de Recursos Propios para financiar esas políticas.
— El Plan de Recuperación en el que están los fondos de 750.000 millones €.
Los tres tienen procesos de aprobación bien distintos, con una compleja estrategia de negociación, que genera una percepción de imposible rompecabezas en la ciudadanía de a pie.
En primer lugar, el MFP y la Decisión de Recursos Propios se aprueban por unanimidad en el Consejo de la UE. Sin embargo, los procesos de debate y ratificación de ambos instrumentos no son homogéneos, ni van estrictamente de la mano. Así, el MFP necesita la aprobación del Parlamento Europeo mientras que la Decisión de recursos propios requiere la de los Parlamentos nacionales.
Por su parte, el Fondo de Recuperación se asienta sobre la base legal del artículo 122 del Tratado de Funcionamiento de la UE. En Europa, sin base legal, sólo hay retórica. Establece la facultad para la Comisión de proponer medidas económicas “con un espíritu de solidaridad entre los Estados miembros” “en particular si surgieren dificultades graves por acontecimientos excepcionales”. Es decir, no es una derrama ni una pedrea a repartir, requiere un esfuerzo solidario que exige acuerdo en el Consejo de la UE por mayoría cualificada. En su momento, los cuatro países autodenominados frugales no alcanzaban una minoría de bloqueo y aceptaron sus cheques de rebaja. Mucho menos puede pretender conseguir modificar la esencia de la UE la pareja de Hungría y Polonia defendiendo Bruselas como un cajero automático sin justificación ni explicación. Si persisten, serán los primeros perjudicados por los aplazamientos como grandes receptores de fondos de cohesión.
El hecho político decisivo es el Acuerdo del pasado 10 de noviembre entre las dos ramas de la autoridad presupuestaria-Parlamento y Consejo –sobre todo el paquete–.
El Plan de recuperación se está tramitando según el artículo 175 del Tratado, de modo que Consejo y Parlamento son plenamente colegisladores. El Parlamento legislará por su cuenta sobre el modelo de supervisión, los sistemas de desembolso o la condicionalidad con plena autonomía respecto de los compromisos políticos que acuerden los Gobiernos. Se necesitará después una negociación entre Parlamento y Consejo, con asistencia de la Comisión, pero el resultado no podrá estar predeterminado por el Consejo Europeo.
Esto lo sabe Pedro Sánchez desde 1998, fecha en que llegó al Parlamento Europeo y le recomendé que se integrara en el equipo de la respetada eurodiputada Bárbara Durhkopp, la primera mujer ponente de su Presupuesto. Por cierto, una admirable mujer que se hizo española por amor y no ejerció nunca de víctima del terrorismo que le arrancó al senador Enrique Casas. Le debemos un reconocimiento.
El Presidente del Gobierno aprendió en directo como el Presupuesto UE es fruto del acuerdo entre las dos ramas de la autoridad presupuestaria, un Consejo de 27 Estados y un Parlamento con diez grupos políticos formados de acuerdo con sus afinidades políticas entre más de 200 partidos. Un buen entrenamiento para triunfar en la relativamente más cercana escena nacional.
Tras un inicial repliegue defensivo y egoísta ante el avance de la pandemia, la UE está superando obstáculos, reforzando su cohesión y sus medios. La reacción ha sido la opuesta a la anterior crisis de 2010. No es exagerado afirmar que se han trazado las líneas esenciales de la Conferencia sobre el futuro de Europa. Actuar unidos, duplicar el presupuesto comunitario con un inicio de mutualización de la deuda e impuestos europeos, reforzar la opción industrial y de investigación con prioridad en digitalización y trato verde culminan de una tacada muchos años de luchas y debates europeos.
De momento, se está procediendo a ayudar con subvenciones para parar el impacto social de la crisis más profunda desde la guerra. Ahora no se trata de destrucción del capital físico, sino del humano: pérdidas de empleo y crisis del sistema educativo El endeudamiento masivo tiene sentido para el desafío de preparar el futuro. Mario Draghi ha distinguido entre deuda buena y deuda mala, la inversora y la improductiva así como “la urgente necesidad de empezar la reflexión sobre la dirección a tomar”. Alfredo Pastor propone una política de Robinson Crusoe de reconstrucción (ayudas a actividades y las personas más afectadas por el Covid) y modernización de la economía, dos objetivos y que debemos gestionar bien para no arruinar la vida de la próxima generación de entrada.
La educación y la investigación adquieren un valor estratégico esencial en este contexto. Los países que mejor están reaccionando frente a la crisis son los que dedican más medios y esfuerzos para formar su juventud.
El desafío es realizar un delicado trabajo de poner a punto y desarrollar proyectos con voluntad de futuro, y el diablo está en los detalles. Es responsabilidad de los gobiernos con las fuerzas económicas y sociales, compartiendo prioridades y ejes esenciales con los demás socios europeos. Esfuerzo que debe ser acompañado por la Conferencia sobre el futuro de Europa, para asociar a la sociedad civil organizada, ir calando en el tejido social y motivando los mejores impulsos éticos de la ciudadanía y en especial de los jóvenes.