Destacado / N. L.
Con la marcha voluntaria de César Alierta de su último trozo de Telefónica, la Fundación, que obviamente hereda José María Álvarez-Pallete, el presidente que ha obtenido más poder en la compañía se quita de encima, o de al lado, a un testigo molesto, como suele ocurrir con los que heredan la dirección de una empresa, que se afirman negando a su antecesor con todo cariño; con una estrategia y un estilo opuestos a los del dirigente carismático que en este caso ha mandado sin cortapisas durante 16 años. La estrategia de Pallete consiste, sencillamente, en gestionar la compañía como si fuera una empresa “normal”. No es baladí que Pallete sea el primer presidente que no ha sido encumbrado por el poder político.
Con la marcha de Alierta desaparece del primer plano del mundo empresarial el último mohicano de una clase, un espécimen probablemente irrepetible de gente establecida a caballo entre el Estado y los mercados, reclutada por los gobiernos de turno y en este caso concreto dentro de la provechosa operación privatizadora de José María Aznar, provechosa para Aznar y para sus amigos y correligionarios.
Un proceso de sucesión largo y difícil porque no es fácil ‘suceder’ a Alierta, un peso pesado de la economía nacional durante décadas, que dirigió durante 16 años la primera compañía española, a quien los grandes dirigentes del Ibex no dudaron en hacerle presidente del ‘lobby’ de todos los ‘lobbies’, el Consejo Empresarial de la Competitividad (CEC), la cámara de la plutocracia. Fue uno de los más beneficiados por la aludida Gran Privatización, primero como presidente de Tabacalera, hoy Altadis, en manos británicas.

Telefónica era la joya de la Corona. Cuando Felipe González ofreció a determinado personaje una poltrona ministerial, éste se lo agradeció debidamente, pero, alegando que su vida profesional había transcurrido en la gestión empresarial, le insinuó que prefería la presidencia de la entonces Compañía Telefónica Nacional de España, González le contestó con sorna: «¡Toma, y yo!».
Alierta fue elegido por Aznar para relevar a Juan Villalonga, su compañero de pupitre, un aventurero con más ambición que dotes empresariales, al alcanzar el poder en 1996, a quien confió la creación de un gran poder mediático, cuando abrumado por los escándalos que generó su conducta errática tuvo que despedirle y sustituirle por un experto de los mercados bursátiles
Sobrevivió a todos los presidentes
Hay que destacar la habilidad de Alierta para mantenerse en el deseado cargo con los sucesores de Aznar: con José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Un buen ejemplo de resistencia del ilustre aragonés que no pudieron exhibir gente como Francisco González, Alfonso Cortina o Manuel Pizarro.
César Alierta cumplió con Aznar al servirle como ariete contra su gran adversario, el grupo Prisa, aunque hay que reconocerle el mérito de desprenderse de los medios informativos que controlaba la compañía, alguno de los cuales, Vía Digital, nacido para enfrentarse al Sogecable de Polanco, era una tremenda rémora para Telefónica.
José María Aznar, en 1996, extorsiona a Antonio Asensio, presidente del Grupo Zeta, quien en aquella fecha controlaba Antena-3, para que deshiciera la venta efectuada de la emisora en la Navidad de aquel año a Jesús Polanco. El Gobierno tenía información sobe irregularidades de Asensio que le permiten plantear a Asensio la alternativa de la cárcel o de una buena cantidad de dinero.
El presidente Aznar indica a César Alierta en abril de 2003 que entregue Antena-3 de televisión y Onda Cero de radio al grupo Planeta de José Manuel Lara, entonces su aliado mediático, frente a la oferta más ventajosa de Vocento.
El peligro Zapatero
El mayor peligro fue la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero, quien intentó cargarse a los nombrados por Aznar. La crisis forzó al presidente a establecer una mayor relación con los empresarios, especialmente con banqueros y constructores. Sin embargo, desde que en 2004 llegó al palacio de la Moncloa, trató de meter mano en el mundo empresarial. Ya lo había avisado antes de ganar las elecciones. En un almuerzo con periodistas durante la campaña electoral de 2004, advirtió de que si ganaba las elecciones «esperaré que los presidentes de las empresas públicas privatizadas presenten su dimisión».

Doce días después de que el PSOE ganara las elecciones, los ‘privatizados’ Francisco González y César Alierta se apresuraron a expresar su bienvenida al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. / EP
Cuando llegó al poder, ninguno de estos presidentes, Alfonso Cortina en Repsol; Francisco González en el BBVA; Manuel Pizarro en Endesa, o César Alierta en Telefónica, entre otros, había cedido su puesto. Zapatero podía haber tomado la decisión de conseguir su dimisión en el primer mes de llegar a Moncloa, cuando los presidentes estaban «acongojados», temerosos ante el nuevo poder.
Doce días después de que el PSOE ganara las elecciones, los ‘privatizados’ Francisco González y César Alierta se apresuraron a expresar su bienvenida al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, el presidente dudaba en tomar esta iniciativa. En su entorno había quien se lo aconsejaba vehementemente, como Jesús Caldera, y fuera de su entorno inmediato, pero no fuera de la feligresía socialista, sostenían el mismo propósito ‘viejas guardias’ como Javier Solana.
El asunto estaba en el ambiente y hubo quienes, desde sus respectivos intereses, quisieron aprovechar la nueva circunstancia política para apuntar en esa dirección. El primero fue Antonio Brufau, un hombre de “la Caixa” que, en razón de las participaciones accionariales decisivas de la caja catalana, presidía Gas Natural. Brufau forzó la salida de Cortina de la gran petrolera española apoyado por Ricardo Fornesa e Isidro Fainé, presidente y director general de “la Caixa”, respectivamente.
El papel de Javier de Paz
A la vista de la defenestración de Alfonso Cortina de Repsol y de los intentos que se le atribuyen al nuevo gobierno de derribar a Francisco González de la poltrona del BBVA y a Manuel Pizarro de Endesa, Alierta pone sus barbas a remojar y hace llegar mensajes a Moncloa de que con él no habrá problemas. Zapatero confía entonces a Javier de Paz, a la sazón presidente de Mercasa, la tarea de gestionar las relaciones del Gobierno con el presidente de la multinacional de la Gran Vía, con quien se ve cada quince o veinte días a lo largo de la primera legislatura.
A partir de que éste le confiara la delicada misión, Javier de Paz y César Alierta se vieron frecuentemente y en el roce del frecuente trato alcanzaron un «buen rollo». En estas reuniones, a veces con almuerzo o cena, Javier le dice al aragonés:

―César, tu tranquilo —como le dijera el Rey a Jordi Pujol cuando el golpe de Estado del
23-F.
Y César, que no las tiene todas consigo replica:
―Sí, tan tranquilo como FG.
FG son las siglas de Francisco González, presidente del BBVA.
―Que estés tranquilo, César ―insiste De Paz―, que te lo digo yo, que sé de qué te hablo… Tú eres más listo que FG, te aseguro que nadie te va a mover el sillón. Tienes la palabra del presidente y tú sabes cómo corresponder.
En ese ir y venir pasa la primera legislatura, durante la cual Javier de Paz continúa en la presidencia de Mercasa. Descartado Carlos Solchaga, Alierta le ofrece el puesto de consejero y es entonces cuando le da la noticia que tenía escondida en la recámara:
―Javier, estoy encantado de contar contigo pero debes ser consciente de que tendrás un compañero especial: Manuel Pizarro.
Su interlocutor se mesa la barbilla y le dice:
―César, esto tengo que consultarlo.
Y, en efecto, lo consulta con el jefe y éste emite su veredicto inapelable:
―Adelante con Manuel Pizarro, siempre que quede fehaciente y definitivamente claro que éste no será jamás presidente de Telefónica. Debe ser un compromiso irrevocable.
Alierta respira aliviado:
―Entonces, ¿puedo contar contigo, Javier?
El presidente de Mercasa se hace un poco de rogar:
―Déjame el fin de semana para pensármelo.
No hay mucho que pensar; el fin de semana lo pasa en Barcelona asistiendo a la boda de Carme Chacón, ministra entonces de la Vivienda, con Miguel Barroso, el estratega mediático de Zapatero.
Son las diez de la mañana del lunes 10 de diciembre de 2007 y Alierta mide nervioso su despacho a grandes zancadas. Un hombre de su confianza le tranquiliza desde el sofá:
―No te preocupes, César, nadie se resiste a una oferta semejante.
Y en efecto, a las once de la mañana recibe la llamada esperada:
―A tus órdenes, César.
Javier ha decidido sacrificarse una vez más y renunciar a la presidencia de la empresa pública de los mercados centrales.
En definitiva, el expresidente de las Juventudes Socialistas entra con mucha fuerza, aunque con grandes cautelas, en la gran compañía que quizás presida en un plazo no muy largo.
Superó el proceso judicial y sobrepasar los 65 años
En la casa se suponía que el relevo se produciría como consecuencia del proceso judicial al que se sometió al actual presidente, acusado de usar información privilegiada durante la etapa en la que regía los destinos de Tabacalera. A César Alierta lo absolvieron, pero los jueces dictaminan que hubo información privilegiada, que se perpetró delito, pero que había prescrito.
Son muchos los que en el mundo de los negocios y en la propia compañía pensaban que esta forma de absolverlo condenándolo obligaría al absuelto de forma tan embarazosa por la Audiencia Provincial de Madrid en julio de 2009, bien a dimitir o bien a recurrir la sentencia. César Alierta no hace lo uno ni lo otro. Lo importante no es la sentencia, sino la utilización que la prensa pueda hacer de ella. Pero Telefónica cuenta con un genio de la comunicación, Luis Abril, que consiguió una actitud amistosa de los medios.
La siguiente oportunidad se presentará cuando el zaragozano cumplía los 65 años de edad, el 5 de mayo de 2010, apenas un año antes de que se celebren las próximas elecciones generales. Si César Alierta sobrevivía a esta fecha, lo que era probable en razón del fuerte subidón que ha dado a la compañía, Javier de Paz tendría escasas posibilidades de sucederle aun cuando el PSOE volviera a ganar.
Algo más que una compañía
Hasta que César dio la antorcha del relevo a Pallete, el 8 de abril de 2016, Telefónica era más que una compañía, como el Barça es más que un equipo de futbol. Era una institución que acogía en su seno a personas de todo el ámbito parlamentario en busca de un buen empleo, como Manolo Pizarro, Rodrigo Rato, Eduardo Zaplana, Alfredo Timmermans, Carlos López Blanco o Iván Rosa, esposo de Soraya Sáenz de Santamaría, por el Partido Popular; Javier de Paz, Narcís Serra, Trinidad Jiménez, Luis Solana, o Paloma Villa, esposa de Eduardo Madina, por el PSOE ; y por recomendación del rey Juan Carlos, su yerno Iñaki Urdangarin, y quien fuera jefe de la Casa, Fernando Almansa.

El presidente Aznar indica a César Alierta en abril de 2003 que entregue Antena 3 de televisión y Onda Cero de radio al Grupo Planeta de José Manuel Lara, entonces su aliado mediático, frente a la oferta más ventajosa de Vocento. / EP
En los últimos tiempos, Alierta se definía a sí mismo –señala jocosamente una fuente– como socialdemócrata. Álvarez-Pallete evita definirse, no vaya a salir escaldado porque Alierta se movía bien en los despachos políticos, pero él lo hace mejor en las sedes de grandes tecnológicas. Donde Alierta veía enemigos, Pallete ve aliados tecnológicos.
A veces, el gran jefe indiscutido se retira colocando a alguien de plena confianza que le guarde las espaldas, sea de la familia o una persona a la que se ha promocionado a la que se le ha ungido con la categoría de príncipe heredero. Esto es más fácil de observar en las empresas que tienen en sus estatutos la exigencia para ser presidente de haber sido consejero durante un determinado número de años, cinco o diez, por ejemplo. Es lo que ha ocurrido en Telefónica. Desde el momento en que César Alierta colocó a José María Álvarez-Pallete de consejero en 2006, los ‘aliertólogos’ entendieron que éste sería el delfín.
Elegir bien al sucesor permite una retirada feliz
A lo largo de un prolongado mandato se consiguen aciertos y se cosechan fracasos o se dejan flancos que pueden ser utilizados en tu contra si tu sucesor es hostil.
Hay muchos casos que lo ilustran. Si te sucede un enemigo estás perdido, pues se dedicará a resaltar tus errores o a inventarlos, no necesariamente por malicia sino simplemente para resaltar su propia valía o para justificar unos resultados poco brillantes. “Es que me he dedicado a sanear el desaguisado de mi antecesor”, suele ser una excusa perfecta. Así procedió, por ejemplo, Fernando Abril-Martorell cuando sucedió en la presidencia de Indra a Javier Monzón.
Pero somos como somos y no siempre se consigue la lealtad por mero agradecimiento. Y tratar de sucederte a ti mismo por medio de la persona que pusiste al mando es casi tarea ilusa, tanto en política como en la empresa o en otras organizaciones. Con mucha frecuencia, tu heredero querrá exhibir su independencia y su valor propio, no dependiente, no vicario, machacándote con mucho cariño.
Es, por ejemplo, lo que ocurrió en el Banco Hispano cuando José María Amusátegui sucedió a Claudio Boada. O en otro orden de cosas cuando Mariano Rajoy tomó la antorcha que le encendió José María Aznar.
Marcharse sin irse del todo
César Alierta, que es de los más listos del lugar, tomó la precaución de marcharse sin irse del todo, quedando como consejero y presidente de su Fundación. Su presidencia fue larga y su imagen carismática, pero no supo ver las consecuencias del advenimiento de Internet que se introducirían gratis en las infraestructuras de comunicaciones.
Se convirtió tras su etapa al frente del operador en el presidente de la Fundación Telefónica. Ahora, abandonada ésta, seguirá siendo patrono de la Fundación Telefónica y de la fundación educativa Proniño, transformada en ProFuturo, el programa de Telefónica para erradicar el trabajo infantil en Latinoamérica, para promover la igualdad de oportunidades a través de una educación de calidad y equitativa utilizando las herramientas digitales.
Aunque Pallete no abandona estas iniciativas sociales tras hacer el debido ditirambo a su antecesor: «César Alierta es una figura capital para Telefónica. Es imposible entender lo que representa Telefónica y su Fundación sin entender quién es César Alierta, su irrepetible forma de ser y su inquebrantable compromiso con la sociedad”.
Proniño es uno de los proyectos de los que Pallete se siente más orgulloso, hasta el punto de que es con esa camiseta con la que corre sus maratones. No obstante, Pallete dará un giro a la Fundación Telefónica dedicándola a tareas ‘profesionales’ al ámbito del proceso digital.
“Telefónica está para otras cosas”
Todo ese afán de Pallete por romper con la vena política de su antecesor quedó meridianamente claro en una de las pocas entrevistas que el ejecutivo concedió a ‘El País’ el domingo 18 de junio de 2017, firmada por Jorge Rivera, y que llevaba por título “Telefónica está para ayudar, para invertir, y no para otras cosas”. Frase entrecomillada con la que Álvarez-Pallete, que cumplía 14 meses al frente del grupo, respondía a la pregunta del periodista acerca de si hay quien pudiera tratar de utilizarla desde un punto de vista político dado que, por ejemplo, “en el debate de la moción de censura, Pablo Iglesias en el Congreso, en sede parlamentaria, citó en un par de ocasiones a la compañía”, señala el periodista.
La respuesta completa es: “Mi rol es precisamente el contrario. Mi rol es precisamente que Telefónica esté al margen en el sentido de que nosotros estamos para dar estabilidad y nosotros damos estabilidad contribuyendo al crecimiento, haciendo lo que se supone que tenemos que hacer. Para mí estar al margen de la situación política no significa que no expliques lo que tú estás haciendo, lo que crees que viene, lo que hemos hablado de la revolución tecnológica, de lo que creemos que es bueno, de las oportunidades que hay. Explicarlo a todo el arco político, para que comprendan cuál es la misión de Telefónica.