Destacado / N. L.
Tontamente, casi clandestinamente, por una filtración, en la pasada semana nos hemos enterado de que la Fiscalía del Supremo investiga al rey mal llamado Emérito por la presunción de los delitos de evasión fiscal, blanqueo de capitales, cohecho y tráfico de influencias. El blanqueo de capitales está penado con hasta seis años de prisión y el tráfico de influencias hasta dos.
La comisión rogatoria fue formulada por el teniente fiscal del alto tribunal Juan Ignacio Campos a finales del pasado febrero, a las autoridades suizas, en la que se señala que Juan Carlos I recibió «comisiones y otras prestaciones de similar carácter en virtud de su intermediación en negocios empresariales internacionales.
El fiscal español se refería, entre otros asuntos, a las cuentas de la Fundación Zagatka dirigida por Álvaro de Orleans-Borbón, un primo lejano de Don Juan Carlos, entre los años 2016 y 2019 (la abdicación se produjo el 19 de junio de 2014), que hizo públicas al tiempo que indicaba que el Emérito había ingresado 4,4 millones de euros en la Agencia Tributaria, tras conocer que estaba siendo investigado, lo que supone el reconocimiento de que evadió impuestos al Fisco. El primo, que asegura que no es un testaferro, le proporcionó una tarjeta negra que le permitía pagar fastuosos viajes de placer por una cuantía de ocho millones de euros, así como los gastos que él y otros familiares –entre ellos, la reina Sofíay algunos de sus nietos– hicieron en 2016, 2017 y 2018 con tarjetas opacas que se nutrían de fondos no declarados a Hacienda, según reveló ‘elDiario.es’.

“Una cantidad inimaginable de dinero”
La Fiscalía había encubierto hasta ahora que estuviera investigando a Don Juan Carlos con declaraciones ambiguas. El pasado marzo, la fiscal general del Estado y exministra de Justicia, Dolores Delgado, atribuyó en sede parlamentaria la falta de resultados de las pesquisas de la Fiscalía sobre Don Juan Carlos a la complejidad de la cooperación internacional y añadió que había pendientes varias comisiones rogatorias cursadas a distintos países, lo que retrasaba sus avances. La fiscal general aseguró que dichas indagaciones habían permitido aflorar una cantidad «importante» e «inimaginable» de dinero para las arcas públicas.
Cuando era Rey
Se da la paradoja de que la Justicia sólo puede ocuparse de los delitos cometidos tras su abdicación pero los más reprochables son los que cometió cuando era jefe del Estado, de los que está blindado constitucionalmente en un artículo redactado en circunstancias excepcionales que no distinguía entre delitos políticos y de los otros, de robos, estafas o crímenes. Se suponía que el monarca no podía ser juzgado porque no podía tomar decisiones sin el aval del Gobierno o del Parlamento. Naturalmente, decisiones políticas pues resultaría improbable que el presidente o un ministro avalara el blanqueo de capitales o el cobro de comisiones.

Don Juan Carlos no podrá ser juzgado por las actuaciones ilegales que reveló en su día José García Abad en sus libros, especialmente en ‘La soledad del Rey’ y en ‘El Príncipe y el Rey’. El más grave por representar un asunto de tráfico de influencias rozando con la traición en el supuesto soborno de 100 millones de dólares que le entregara Javier de la Rosa, delegado en España de la agencia kuwaití KIO por medio de Manuel Prado, el administrador privado de Don Juan Carlos, para que apoyara la causa de la monarquía kuwaití en el exilio tras la invasión del emirato por Sadam Hussein.
El asunto KIO ha sido el que más peligrosamente ha tocado al monarca pues han incidido en él varios factores de alto riesgo: la enorme cuantía del dinero entregado a Manuel Prado y la escandalosa inverosimilitud de la contrapartida de semejante libramiento; las prácticas delictivas de Javier de la Rosa; los frecuentes contactos de este con el Rey; y las indiscreciones de Prado quien, en sus conversaciones telefónicas con personalidades del emirato, celosamente grabadas, juraba que actuó en nombre de su patrón.
Despreció el valor de la ejemplaridad
Al rey Juan Carlos, tan perspicaz en muchas cosas, dotado de una nariz prodigiosa para husmear los ambientes, erró en algo fundamental: el valor de la ejemplaridad. No en términos estrictamente morales, virtud apreciable, ciertamente, sino como exigencia política.
Don Juan Carlos estaba muy orgulloso de su apéndice nasal. Uno de sus amigos más fieles, y que lo sigue siendo en estos momentos de tribulación para el mal llamado Emérito, me comentó que el monarca solía decirle: “Yo de esto –y se tocaba la frente– nada, pero en esto –y se tocaba la nariz– no hay quien me gane”.
“Don Juan Carlos –me comenta mi fuente– había reflexionado hondamente sobre cómo debía conducirse ante la nueva situación. Había acuñado una nueva filosofía: “Se dice –me confiaba– que la primera obligación del rey es ser ejemplar pero la verdad es que hoy nadie puede ser ejemplar. Eso era antes cuando la gente no sabía lo que pasaba en palacio”.
El Rey entendía que en los tiempos que vivimos se debe valorar al monarca bajo dos parámetros: su utilidad y su cercanía. Y en consecuencia decide realizar más viajes empresariales: a Chile, a India, a Rusia, al Golfo, a Marruecos etc. Menos viajes políticos y más road show.

“Yo –recuerda mi fuente– le acompañé en una cena en el Kremlin. Putin no salía de los tópicos políticos y de pronto el Rey corta por lo sano: “Todo eso está muy bien Vladimir, pero si te parece cambiamos de tercio. “Oye, César –refiriéndose a César Alierta– cuéntale al presidente Putin tus propuestas”. Y César se explayaba. Y pasaba al siguiente: Oye, Carlos, cuéntale al presidente Putin los problemas que tenéis para el abastecimiento del Talgo a los ferrocarriles rusos. Y luego ponía en suerte a todos los demás que se referían a otros asuntos que no terminaban de resolverse. Y Putinle decía a su ministro del ramo: “Toma nota”. El Rey se sentía útil y cercano haciendo de maestro de ceremonias”.
Me cuenta mi buena fuente el viaje del Rey acompañado de empresarios a Brasil en la primavera de 2012. “No cabían más periodistas en el avión del Rey –recuerda–. Iban en sus respectivos aviones privados: Botín, Galán, Francisco González (FG), Rafael del Pino, Villar Mir… Llegamos al hotel tarde y allí nos esperaban los periodistas, a quienes el Rey saluda uno a uno por sus respectivos nombres de pila. Bueno, te aseguro que los empresarios le hacían una reverencia, doblando el espinazo, que no daban con la nariz en el suelo de milagro. Utilidad y Cercanía”.
Acertó el monarca en la importancia de la utilidad y de la cercanía pero se equivocó al despreciar la ejemplaridad. O más bien –eso me parece lo más probable– no le apetecía dar ejemplo. Bastantes méritos, entendía, que había hecho ya con el país. Prefería hacer lo que le diera la real gana.
Y sin embargo, y ahora no sólo nos referimos al rey Juan Carlos, sino también a todos los dirigentes políticos, su conducta personal refleja la calidad de una democracia.
El Rey hizo un valioso servicio al empresariado y a la economía española promoviendo sus negocios en el exterior pero lo que no sabíamos es que cobraba comisiones por sus servicios al país.
Con Derecho a Réplica / Rafael Ordovás Gómez-Jordana, CEO de Eurocofín
Euro digital, ¿para qué?
A lo largo de la historia, las innovaciones monetarias han desafiado y alterado la estructura del sistema financiero. Han dado lugar a debates sobre los riesgos que plantean y las recompensas que aportan, así como el papel de los bancos centrales en la creación de confianza en el dinero.
Los billetes de papel son un buen ejemplo. Como eran fáciles de transportar, facilitaban el comercio. Pero su éxito no fue fácil. Los intentos de los bancos centrales de emitir billetes en el siglo XVII dieron lugar a que se emitieran demasiados e incluso a incumplimientos, lo que generó dudas sobre sus efectos en la estabilidad y, en última instancia, sobre la credibilidad del soberano. Sin embargo, los billetes modernos fueron mejorando los beneficios de la banca central para la sociedad en general.
Los cambios tecnológicos y sociales han producido un cambio profundo en las preferencias de pago que han resultado en una disminución del uso de efectivo en pagos minoristas. Incluso antes de la pandemia, uno de cada dos europeos afirmaba que preferiría pagar digitalmente en una tienda.
La pandemia ha acelerado esta tendencia y esto ha llevado al Banco Central Europeo a trabajar en el lanzamiento de un euro digital con el fin de combinar la seguridad del dinero del banco central y la conveniencia de un medio de pago digital para satisfacer las preferencias de los consumidores.
Otra razón es que, si bien la digitalización genera una mayor eficiencia y menores costes, también puede presentar riesgos para los consumidores y el sector financiero.
Competencia
Los gigantes tecnológicos globales, o grandes tecnologías, están marcando el ritmo del cambio en la provisión de servicios financieros de varias maneras. Buscan eludir las redes de distribución tradicionales, incluidos los sistemas de pago, a través de su control de las redes sociales, los mercados ‘on line’ y las tecnologías móviles.
Esto podría conducir a la adopción rápida y a gran escala de los servicios financieros ofrecidos por las grandes tecnologías, tanto a nivel nacional como transfronterizo.
Las grandes tecnológicas también buscan expandir el alcance y mejorar la calidad de la intermediación financiera a través del procesamiento a gran escala de datos de consumidores generados por sus actividades principales.
Podrían usar esos datos para reducir la asimetría de información que se encuentra en el corazón de la intermediación financiera.
Las formas digitales de dinero son diversas y evolucionan rápidamente. Incluyen monedas digitales del banco central emitidas públicamente (CBDC); son efectivo digital, aunque no necesariamente ofrecen el mismo anonimato para evitar transferencias ilícitas.
Las iniciativas privadas también están proliferando, como eMoney (como el servicio de transferencia de dinero móvil de Kenia MPesa) y Stablecoins (tokens digitales respaldados por activos externos, como USD-coin y el propuesto Diem).
Se trata de representaciones digitales de valor que se pueden transferir con sólo hacer clic en un botón, en algunos casos a través de las fronteras nacionales, tan simplemente como enviar un correo electrónico. La estabilidad de estos medios de pago, cuando se mide en monedas nacionales, varía significativamente. Estas innovaciones ya son una realidad y están creciendo rápidamente.
Los más avanzados
Según datos del FMI, las CBDC se están analizando de cerca, se están probando o es probable que se emitan en al menos 110 países. Los ejemplos van desde el dólar de arena de las Bahamas, que ya está en uso, hasta el proyecto piloto eCNY del Banco Popular de China, y países como Estados Unidos, donde aún se están estudiando los beneficios y los inconvenientes de un dólar digital. Las monedas estables, todavía esotéricas hace dos años, triplicaron su valor en los últimos seis meses (de $ 25 mil millones a $ 75 mil millones), mientras que los criptoactivos se duplicaron (de $ 740 mil millones a $ 1,4 billones). Y la adopción es global. Las cuentas de eMoney no sólo están creciendo mucho más rápidamente en los países de ingresos bajos y medianos que en los ricos, sino que ahora también son más numerosas. África, en particular, está liderando el camino.
Las oportunidades son inmensas. Un artesano local puede recibir pagos de forma más barata, posiblemente de clientes extranjeros, en un instante. Un gran conglomerado financiero puede liquidar las compras de activos de manera mucho más eficiente.
Los amigos pueden dividir las cuentas sin llevar dinero en efectivo. Las personas sin cuentas bancarias pueden ahorrar de forma segura y crear historiales de transacciones para obtener microcréditos.
El dinero se puede programar para que sirva sólo para ciertos fines y se puede acceder a él sin problemas desde aplicaciones financieras y de redes sociales. Los gobiernos pueden gravar y redistribuir los ingresos de manera más eficiente y transparente.
Fuerzas implicadas
Ahora bien, el reto al que se enfrenta esta transformación es que el dinero digital debe diseñarse, regularse y proporcionarse para que los gobiernos mantengan el control sobre la política monetaria para estabilizar los precios y sobre los flujos de capital para estabilizar los tipos de cambio.
El BCE no tiene previsto interactuar directamente con cientos de millones de usuarios de un euro digital, porque simplemente, no tendría la capacidad ni los recursos para hacerlo. Los intermediarios financieros, en particular los bancos, proporcionarían los servicios de front-end, como lo hacen hoy para las operaciones relacionadas con el efectivo.
El BCE proporcionaría dinero seguro, mientras que los intermediarios financieros continuarían ofreciendo servicios adicionales a los usuarios.
Limitaciones a la inversión
Un euro digital debería ser un medio de pago eficaz, tanto a nivel nacional como internacional. Pero, fundamentalmente y para preservar la estabilidad, debe diseñarse de manera que evite que se utilice como una forma de inversión.
El BCE maneja entre sus opciones limitar la cantidad de euros digitales que pueden poseer los usuarios individuales.
Esto evitaría grandes entradas de depósitos bancarios, así como entradas volátiles de cartera del exterior, al banco central.
Una forma de hacerlo, al tiempo que se permite el uso del euro digital para grandes transacciones, sería exigir que los fondos entrantes que superen el límite de un usuario se redirijan a una cuenta bancaria.
El vínculo entre el dinero privado y las cuentas digitales en euros evitaría la fragmentación de la liquidez de un usuario y también sería útil para los pagos efectuados. Se podrían realizar grandes transacciones salientes transfiriendo una combinación de euro digital y dinero privado.
Otra opción manejada por los profesionales que analizan las posibilidades del euro digital sería la de establecer una remuneración penalizadora para las tenencias de euros digitales de los usuarios individuales por encima de un determinado umbral.
Hasta ese umbral, los importes mantenidos en euros digitales nunca estarían sujetos a tipos de interés negativos y, por tanto, nunca recibirían un trato menos favorable que el efectivo.
Por encima de ese umbral, la remuneración se establecería de modo que las tenencias de euros digitales más grandes sólo valgan la pena para realizar pagos más importantes y no de forma continua como una forma de inversión.
Al identificar el umbral apropiado, sería necesario encontrar el equilibrio adecuado entre desbloquear los beneficios de un euro digital como medio de pago y mitigar los riesgos de desintermediación o incluso corridas bancarias.
Como criterio, el BCE maneja un umbral de 3.000 euros, sería más que la cantidad de efectivo que la mayoría de los ciudadanos tienen en la actualidad, y estaría por encima del salario medio mensual en la mayoría de los países de la zona del euro.
Así como los billetes fueron una innovación importante para los bancos centrales y los depósitos bancarios dieron a los bancos comerciales un papel más importante en la intermediación, la digitalización en curso del dinero y los pagos está desafiando la estructura establecida del sistema financiero.
Un euro digital representa una evolución natural en respuesta a esta transformación, no sólo para apuntalar la eficiencia y la innovación, sino también para preservar el papel del banco central a la hora de ofrecer medios de pago seguros.
A lo largo de la historia, esta seguridad ha demostrado ser crucial para mantener la confianza del público en el dinero y, en última instancia, en el Estado. Por lo tanto, un objetivo clave de un euro digital debería ser mantener un delicado equilibrio entre el dinero soberano y privado para garantizar que los pagos se mantengan estables y eficientes.
Escepticismo
Los más escépticos creen que para la gran mayoría de las empresas todos los pagos ya se pueden hacer de forma digital, sin prejuicio de que los sistemas de pagos deben actualizarse.
Para el uso minorista también existe un euro digital que puede utilizar cualquier persona, y prácticamente para cualquier tipo de uso, además sin coste alguno para quien desee realizar transacciones en el universo digital.
Ese euro digital es, por supuesto, una promesa de pago de un banco o gestor de activos (a diferencia del efectivo físico que es una promesa de pago del BCE), pero la promesa de pago de un cliente respecto a su banco está garantizada hasta 100.000 euros, varias veces el límite sugerido de 3-4.000 euros en las reclamaciones digitales en euros en el BCE. La cuestión que un ciudadano se puede plantear es: ¿por qué debería yo, o cualquier otra persona, tener una cuenta más?
El BCE debe aclarar qué problema se supone que debe resolver o prevenir el euro digital.