Destacado / N.L.
Desde la publicación de la última nota de estabilidad financiera que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) realiza trimestralmente, el indicador de estrés de los mercados financieros españoles ha seguido descendiendo prolongando una tendencia que se inició en noviembre de 2020 y que ha mostrado pocos altibajos. La fecha de cierre de la nota es el 30 de abril, excepto para el indicador de estrés y algunas informaciones puntuales, en las que llega hasta el 21 de mayo.
A finales de mayo el indicador se situaba en 0,23, un nivel que se corresponde con un régimen de estrés bajo (por debajo de 0,27), régimen que alcanzó a mediados de marzo. Al descenso del indicador de estrés, que se sitúa en niveles prepandemia, ha contribuido el comportamiento favorable de todos los distintos tipos de indicadores que lo componen y de todos los segmentos.
En el semáforo de la CNMV no aparece ningún disco rojo aunque hay un naranja en “Riesgo de Contagio”, un amarillo en “Riesgo de Mercado”, y el verde luce en “Riesgo de Crédito”.
Alzas en todos los mercados
Durante las últimas semanas ha destacado la buena evolución de las cotizaciones de las empresas en razón de la liquidez y la volatilidad, aunque con pequeños rebrotes.
La evolución de los mercados financieros nacionales en los últimos meses ha estado marcada por el aumento tanto de las cotizaciones bursátiles como de las rentabilidades de los activos de deuda pública.
En los mercados de renta variable, el Ibex-35 presenta un alza del 14% hasta el 21 de mayo, un comportamiento similar al de los principales índices europeos, gracias a la recuperación del sector bancario y el de los servicios. La volatilidad y las condiciones de liquidez del mercado continúan siendo satisfactorias, pero los volúmenes de contratación son reducidos.

En los mercados de renta fija, el aumento de las rentabilidades, que interrumpe la tendencia a la baja de 2020, responde a ciertos temores relacionados con un posible aumento de la inflación en la Zona Euro y también a un efecto de contagio derivado del repunte de la rentabilidad de los activos de deuda estadounidenses, donde este riesgo es mucho más relevante.
El rendimiento del bono soberano español presenta un aumento de 51 puntos básicos (pb) en el año (hasta el 0,56%) y la prima de riesgo se sitúa en 69 pb (63 pb a finales de 2020).
Los mayores riesgos
La CNMV advierte de que los riesgos más destacados son los de mercado y los de liquidez, especialmente en algunos activos de renta fija. Nuevos episodios de volatilidad o un cambio abrupto de las expectativas de crecimiento podrían dar lugar a un aumento generalizado de las primas de riesgo —y, en consecuencia, disminuciones de precios—, que serían negativas tanto para los emisores de los activos como para sus tenedores. Destaca las vulnerabilidades que se derivan a medio plazo del incremento del endeudamiento de los agentes durante la crisis, incluido el de las Administraciones Públicas.
Las fuentes de riesgo continúan evolucionando de forma dispar: las de origen político en el plano internacional disminuyen; las derivadas del contexto de tipos de interés, así como del aumento de actividades no presenciales, se mantienen, entre las que se encuentran las derivadas de la búsqueda de rentabilidad, con inversiones en activos de elevada volatilidad y en ocasiones no regulados. Otras adquieren una importancia creciente, como las dudas sobre la intensidad de la recuperación y los de ciberseguridad en el nuevo entorno digital, así como los relacionados con la promoción de la sostenibilidad.
Algunos de estos últimos se derivan de las dificultades para valorar estos activos, en un marco de información heterogénea, y también de las vulnerabilidades que se pueden generar ante la fuerte demanda de estos activos, tanto por la posibilidad de que los precios se alejen de los fundamentales como por el riesgo de que se fomente la actividad conocida como ‘green washing’ o blanqueo ecológico.
Incertidumbre en las previsiones macroeconómicas
El PIB de la economía española se contrajo un 10,8% en el conjunto de 2020, tras un último trimestre en el que el crecimiento fue nulo. Con ello, España se sitúa, dentro de la Zona Euro (que registró un descenso del 6,8%), entre las economías más afectadas por la crisis del coronavirus.
Los datos preliminares correspondientes al primer trimestre de 2021 señalan un ligero empeoramiento de la actividad, con una variación del -0,5% respecto al trimestre anterior (-4,3% en tasa interanual). Este retroceso en los tres primeros meses de 2021 fue consecuencia de la contracción de la demanda nacional (-0,9% trimestral), dentro de la cual destacó el descenso de la inversión (formación bruta de capital) en un 2,2%.

Las previsiones de las principales instituciones para 2021 y 2022 continúan sujetas a incertidumbre derivada de la aparición de nuevas cepas y de los patrones de consumo privado y del turismo derivados de la evolución de la pandemia. El PIB avanzaría este año según el Banco de España un 3,2%, un 6,0% o un 7,5% (escenario severo, central y moderado, respectivamente).
El FMI cifra el crecimiento en 2021 en el 6,4%, mientras mantiene el del 4,7% para 2022. La cifra presentada por el FMI en abril para 2021 supera las previsiones de la Comisión Europea en mayo, que estima un crecimiento del 5,9% para España. Por el contrario, la cifra presentada por la Comisión Europea para 2022 (6,8%) es superior a la previsión del FMI.
Malos datos del paro en el primer trimestre pero recuperación en abril
Es muy relevante la evolución del mercado laboral. Tanto el número de parados como la tasa de paro han mostrado descensos en el primer trimestre, con 65.800 personas menos buscando trabajo y una tasa de paro del 15,98% (16,13% a finales del año pasado), debido al trasvase de personas que han pasado de tener la consideración de ocupadas a la de inactivas.
Las previsiones del Banco de España para el cierre de 2021 indican que la tasa de paro se situaría, dependiendo de los distintos escenarios, entre el 15,9% y el 18,3%, unos valores inferiores a los del pronóstico realizado en diciembre, que oscilaban entre el 17,1% y el 20,5%.
En cuanto a la afiliación a la Seguridad Social, los registros del mes de abril mostraron un ligero descenso en el número de afiliados de 9.808 (en términos desestacionalizados), hasta los 19,02 millones, lo que prolonga la tendencia negativa de los dos meses anteriores, aunque a un ritmo mucho menor. Pese a este retroceso, el número de afiliados a la Seguridad Social ha aumentado en casi 600.000 desde abril del año pasado, uno de los peores momentos de la crisis del coronavirus.
Inflación a la europea
El indicador adelantado de la inflación correspondiente al mes de abril reflejaba un aumento de los precios del 1,2% durante el mes, lo que a tasa interanual representaba un incremento del 2,2%, cifra que no se alcanzaba desde octubre de 2018. Este comportamiento tuvo su origen, especialmente, en la subida del precio de la electricidad y en la estabilización de los precios de los carburantes y combustibles, que registraban importantes bajadas un año antes.
De hecho, la tasa de inflación subyacente, que excluye los elementos más volátiles (energía y alimentos frescos), ha mostrado un descenso paulatino de enero hasta abril: desde el 0,6% hasta el 0,0%. La comparativa con la Zona Euro con los datos correspondientes al IPC armonizado del mes de marzo refleja una disminución notable del diferencial negativo de España, hasta situarse en apenas una décima.
El BCE señala que las perspectivas de inflación a medio y largo plazo continuarán requiriendo una política monetaria muy acomodaticia para alcanzar su objetivo de un nivel próximo, aunque inferior, al 2%, por lo que es probable que los tipos de interés oficiales se mantengan en niveles reducidos y que la participación de la autoridad monetaria en los mercados de deuda se mantenga por un periodo prolongado.
Galopando sobre el déficit y la deuda
El déficit se situó a finales de 2020 en el 11,0% del PIB, muy por encima del 2,9% de 2019, debido tanto al fuerte aumento del gasto como al descenso de los ingresos, y el nivel de deuda pública aumentó hasta el 120 % del PIB (95,5 % un año antes).
De cara al cierre de 2021, las previsiones del Banco de España situarían el déficit público entre el 6,8% y el 9,1% del PIB, ubicándose también en esta horquilla los cálculos del FMI (9% del PIB) y los del Gobierno (8,4%). En todos los casos, las cifras empeoran entre siete y ocho décimas las proyecciones realizadas unos meses antes como consecuencia de la rebaja de las estimaciones de crecimiento. Por su parte, la deuda pública se situaría entre el 117% y el 119,5% del PIB.
A medio plazo se prevé una reducción paulatina del déficit, aunque no sería al menos hasta 2025, según la previsión del Gobierno, cuando se lograría rebajarlo por debajo del 3% del Pacto de Estabilidad
Ahorro por precaución
La pandemia generó entre las familias un ahorro por precaución. A finales de 2020, el ahorro de los hogares se situaba en el 14,7% de la renta bruta disponible, el más alto de la serie histórica, lo que se tradujo en la adquisición de activos financieros, que alcanzó, en términos netos, el 6,9% del PIB, el más elevado desde 2006. Los fondos que recibieron más recursos a lo largo de 2020 fueron los de renta fija con entradas de más de 5.000 millones de euros entre abril y diciembre.

La CNMV advierte de que siguen plenamente vigentes los riesgos que generan la propensión de los inversores a adquirir activos de alto riesgo, con altos niveles de volatilidad, activos de renta variable, de mercados emergentes o criptoactivos, de deuda subordinada y ‘high yield’ y fondos de ‘private equity’ o de activos inmobiliarios. Las dificultades de las entidades financieras para incrementar su rentabilidad en un contexto de deterioro económico y problemas financieros de las empresas, representan un incentivo cada vez mayor para asumir riesgos más elevados con el fin de obtener un rendimiento adicional.
Se reduce la incertidumbre política
La incertidumbre política en EE UU se atenuó considerablemente con el nombramiento de Joe Biden como presidente a principios de año aunque persisten dudas sobre la futura relación con China.
También se ha reducido la incertidumbre en relación con la postura de esta Administración respecto del cambio climático, tras la vuelta de EE UU. al Acuerdo de París y el acercamiento con China en esta materia. Por tanto, persisten algunas fuentes de incertidumbre en el ámbito político, pero el riesgo de que estas se trasladen a los mercados financieros y generen turbulencias ha disminuido considerablemente.
Con el acuerdo alcanzado en diciembre entre la UE y el Reino Unido, una de las principales fuentes de incertidumbre que se atisbaba en el plano europeo, la posibilidad de un Brexit duro se vio significativamente reducida.
En el plano nacional, siguen destacando los riesgos relativos a la coordinación y gestión de la crisis sanitaria. La concreción y duración de nuevas medidas es incierta, así como el impacto económico que estas puedan tener. A esta situación se le añade la elevada fragmentación parlamentaria actual, que podría generar tensiones y dificultar la consecución de acuerdos.
Los riesgos de la ciberseguridad
En un entorno cada vez más interconectado, en el que la mayoría de empresas dependen completamente de los sistemas digitales, el contagio de unas a otras debido a cualquier tipo de brecha de seguridad podría ser relativamente fácil. Podría incluso producirse una pérdida de confianza generalizada en el sistema que afectase a los mercados financieros y sus infraestructuras y, por ende, a la estabilidad financiera.
La importancia de dedicar recursos a la ciberseguridad es cada vez más elevada, pues limitar y gestionar este riesgo operativo es una cuestión vital para empresas, usuarios y supervisores. A este respecto, cabe mencionar el Reglamento sobre la Resiliencia Operativa Digital del sector financiero, en trámites de aprobación a nivel europeo, también conocido como DORA (Digital Operational Resilience Act). Todas las entidades financieras estarán sujetas a un conjunto de normas para mitigar y gestionar los riesgos de seguridad de las redes y sistemas informáticos.
Riesgos de lo verde
Los mercados de activos verdes y sostenibles presentan un elevado crecimiento. Como consecuencia del fuerte aumento de la demanda que a veces puede exceder la oferta y de la falta de un marco normativo completo homogéneo, existe la posibilidad de que se produzcan distorsiones en el proceso de formación de precios y la valoración que se les asigne sea inadecuada, lo que podría dar lugar a correcciones bruscas de precios en el futuro, así como a fenómenos de ‘green washing’ con activos que realmente no cumplen los criterios ESG establecidos.

‘Green washing’ es el fenómeno por el cual una entidad trata de hacer parecer como sostenibles sus productos o actividades cuando en realidad no lo son con el objetivo de atraer el interés de los potenciales inversores o clientes.
El riesgo es mayor para aquellas entidades financieras que concentran en su balance un porcentaje significativo de préstamos a empresas intensivas en emisiones de carbono, puesto que éstas deberán realizar una importante transición en los próximos años si quieren mantenerse operativas. Es posible, por tanto, que las entidades financieras tengan que asumir pérdidas como consecuencia del riesgo de crédito asociado al proceso de transición de sus prestatarios, así como rebajas en su calificación crediticia, lo que elevaría sus costes de financiación.
El semáforo: riesgo de mercado
El semáforo de “Riesgo de mercado” está en amarillo. Los avances se fueron ralentizando en la mayoría de los mercados a partir de marzo, aunque todavía se extendieron a abril, como consecuencia de los retrasos en el calendario de vacunación en Europa, el temor a los rebrotes en algunas regiones y el ritmo de recuperación, todavía lento, de la economía europea. Asimismo se teme que tanto la Reserva Federal como el BCE podrían plantear un cambio de estrategia en la última parte del año reduciendo el tamaño de sus estímulos conforme la recuperación se vaya afianzando.
Corresponden las mayores alzas a las compañías de servicios financieros —principalmente a los bancos—; a las de servicios de consumo, al sector aéreo y turístico: IAG (29%), Meliá (19%), NH Hotel Group (15%) y Aena (1%), a las productoras de materias primas o dedicadas a la ingeniería, así como a Repsol, favorecida por la recuperación de los precios del petróleo que en abril fue de 67,25 dólares por barril, con lo que acumula una revalorización del 29,8% en lo que va de año. El comportamiento más débil correspondió a otras del sector energético y a las eléctricas.
Aunque es previsible el mantenimiento de los tipos en niveles reducidos por un plazo relativamente largo, el riesgo de mercado de los activos de deuda continúa siendo muy elevado, exacerbándose en el caso de la deuda corporativa ‘high yield’ con peor calificación crediticia y de la deuda subordinada, que no cuentan con el apoyo directo de las compras del BCE y su liquidez suele ser más baja.
El endurecimiento de las condiciones financieras se podría traducir en repuntes en las primas de riesgo. En las entidades bajo la supervisión de la CNMV, el riesgo de un eventual repunte de las primas de riesgo y, por tanto, de una caída de los precios de los activos es especialmente importante en algunos fondos de inversión —sobre todo en los de renta fija—, que, en ocasiones, pueden estar expuestos a activos poco líquidos, complejos y con calificaciones crediticias insuficientes El riesgo se incrementa en activos con duraciones largas, cuyos precios son muy sensibles a cambios adversos en los rendimientos que se les exigen.
Riesgo de crédito: verde
A pesar de contar con el apoyo del BCE, las primas de riesgo soberano y de los emisores españoles del sector privado han presentado un comportamiento mixto durante los últimos meses, con ligeras alzas para las primeras y descensos para las segundas, que se ven favorecidas por las perspectivas de recuperación paulatina de la actividad económica.
La prima de riesgo soberano, que había ido descendiendo progresivamente durante gran parte del ejercicio anterior, ha detenido su tendencia a la baja en un contexto en el que se descuenta una cierta ralentización de las compras del banco central en la segunda mitad del año y en el que aumentan las vulnerabilidades financieras de aquellas economías con déficits públicos más abultados y mayores niveles de deuda.
Por su parte, las primas de riesgo de las sociedades no financieras se redujeron más levemente, puesto que, aunque también se benefician del efecto positivo de los programas de compras del BCE, acusan el deterioro de sus negocios por la crisis y las incertidumbres sobre su evolución futura.
El BCE adquiere deuda pública española a través de sus programas de compras de activos PSPP y PEPP, acumulando un saldo superior a 401.000 millones de euros, en torno al 40% del saldo vivo de deuda del Estado a largo plazo.
La mayor parte de la deuda española sigue siendo de alta calidad, al pertenecer al grupo de grado de inversión –‘investment grade’–, un 96,4% del saldo total en circulación, del cual una gran parte corresponde a emisiones de las diferentes Administraciones públicas.
Las medidas adoptadas por las autoridades como los avales públicos, las moratorias o las ayudas directas han evitado hasta ahora un incremento considerable de las insolvencias de empresas, pero es probable que los problemas financieros de muchas de ellas se agraven en un futuro próximo conforme la vigencia de las medidas vaya finalizando. En este sentido, se identifica un riesgo de crédito creciente en los próximos meses que puede conllevar procesos de reestructuración financiera, especialmente en aquellas compañías de menor tamaño o pertenecientes a los sectores más afectados por la pandemia.
La financiación a los sectores no financieros mantuvo su expansión en su conjunto debido a que el menor ritmo de expansión de la financiación se vio compensado por una menor ralentización del crédito a los hogares, pese a lo cual acumula un año entero de retrocesos. Esta evolución es coherente con los últimos datos disponibles de la Encuesta de Préstamos Bancarios, que señala que las entidades están endureciendo los criterios de concesión de crédito a las empresas de menor tamaño.

Las emisiones de renta fija registradas en la CNMV hasta abril sumaron 28.444 millones de euros, un 14,7% menos que en el mismo periodo de 2020; entre ellas destacaron dos emisiones de bonos de la Sareb por importe de 9.470 millones de euros. Fue notable la expansión de las emisiones de bonos de titulización, que se ven favorecidas por el uso de este instrumento como colateral en las operaciones de financiación del BCE, mientras que destacó el retroceso de las emisiones de cédulas hipotecarias, que están limitadas por el saldo vivo de préstamos hipotecarios.
Las emisiones de las compañías españolas en el exterior crecieron un 14% anual en el primer trimestre, hasta alcanzar 31.200 millones de euros, con lo que volvieron a superar las emisiones registradas en la CNMV. En los mercados de renta variable tuvo lugar la salida a Bolsa, mediante un proceso de ‘listing’, de la compañía aseguradora Línea Directa y, mediante una Oferta Pública de Suscripción (OPS) de la empresa de energías renovables Grupo Ecoener. El mercado espera operaciones similares de compañías del mismo sector como Opdenergy durante el ejercicio 2021.
La necesidad de financiación de la economía española alcanzó 1.400 millones de euros en febrero, frente a la capacidad de financiación de 1.800 millones de euros registrada en el mismo periodo de 2020. El fuerte deterioro del saldo del turismo y del saldo de rentas primaria y secundaria ha llevado a la economía española a registrar necesidad de financiación en este mes, aunque en términos acumulados de doce meses muestra una capacidad de financiación de 9.200 millones de euros, muy por debajo de los 31.400 millones alcanzados hasta el mismo mes de 2020.
Tanto los hogares —cuyos depósitos han crecido en todos los meses del último año salvo en agosto— como las empresas continúan acumulando liquidez en depósitos (entre ambos, 110.564 millones más entre finales de febrero de 2020 y marzo de 2021), sobre todo para poder hacer frente a las necesidades extraordinarias que pudieran surgir en un futuro próximo caracterizado por una menor actividad económica, mayor desempleo y una elevada incertidumbre sobre sus rentas futuras, a lo que se une también la ausencia de alternativas rentables de inversión con escaso riesgo.
En los cuatro primeros meses del año la contratación media del mercado continuo se situó en 1.455 millones de euros, un 22,6% menos que en el mismo periodo de 2020 y también por debajo del promedio de este (1.648 millones de euros).
El descenso de la contratación en el mercado continuo puede atribuirse en parte al descenso de la volatilidad, que desincentiva algunas modalidades de contratación como la negociación algorítmica o de alta frecuencia, así como al incremento de la competencia por parte de otros mercados y centros de negociación competidores que podría acrecentarse con la introducción en enero del Impuesto sobre las Transacciones Financieras, cuyo efecto es aún incierto.
La contratación de acciones españolas realizada por medio de internalizadores sistemáticos —y, por tanto, fuera del ámbito de los centros de negociación— presentó un retroceso importante hasta situarse por debajo del 7,5% de la negociación total en lo que va de año, lo que representa en torno a la mitad, en términos relativos, de lo que habitualmente se negociaba bajo esta modalidad y que se había mantenido relativamente estable en torno al 15 % del total durante 2020.
El indicador de liquidez del Ibex-35 (medido mediante el diferencial de precios ‘bid-ask’), que había mejorado progresivamente desde el segundo semestre de 2020, siguió presentando progresos adicionales, aunque todavía muestra valores ligeramente superiores a los existentes antes del inicio de la crisis. Los avances del indicador de liquidez se ven favorecidos por el descenso de los niveles de volatilidad, pero siguen lastrados por la caída de los volúmenes negociados.
En el caso del bono soberano, su ‘spread’ se mantuvo relativamente estable durante todo el periodo gracias a las compras del BCE, que favorecen la liquidez del mercado.
La Encuesta de Préstamos Bancarios del primer trimestre del año muestra que se ha vuelto a producir una ligera contracción de la oferta crediticia en casi todos los segmentos, tanto en España como en Europa, debido al incremento de los riesgos percibidos por las entidades financieras de incertidumbre sobre la situación económica y la solvencia de algunos prestatarios.
En paralelo, también se ha producido un nuevo descenso de la demanda de crédito, más significativo en España. Las entidades habrían endurecido los criterios de concesión de préstamos en todos los segmentos de financiación a las empresas y a los hogares en la rama de consumo, mientras que los habrían relajado en los préstamos destinados a la adquisición de vivienda.
Riesgo de contagio: naranja
La correlación entre las rentabilidades diarias de los distintos tipos de activos españoles sigue disminuyendo progresivamente desde los máximos registrados en marzo del pasado año aunque se mantiene en niveles superiores a los que se observaban antes de la pandemia.
Unos mayores niveles de correlación aumentan las posibilidades de contagio entre los diferentes tipos de activos y dificultan la diversificación de las carteras.
La correlación entre la rentabilidad del bono soberano español y la de los países europeos más sólidos en términos financieros (CORE), que había disminuido las primeras semanas del año hasta 0,71, aumentó y se mantiene estable desde mediados de febrero en torno a 0,97. Este incremento está especialmente impulsado por el crecimiento de la correlación entre la rentabilidad del bono soberano español y la de los bonos alemán y holandés. De la misma forma, la correlación entre la rentabilidad del bono soberano español y la de los países periféricos también registró un repunte con respecto a finales de enero.
Con Derecho a Réplica / Carlos Berzosa. Catedrático emérito y Rector honorario de la Universidad Complutense
España 2050
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, presentó recientemente España 2050. Un ejercicio de prospectiva en el que se propone lo que debería ser la España dentro de treinta años. Un plan ambicioso pero también complejo debido a las incertidumbres que se padecen a escala mundial, europea y en nuestro país. Se vive en un mundo inestable que ha sido sacudido por dos crisis en poco tiempo. La predicción del futuro es imposible, pues aparte de la inestabilidad existente, siempre surgen acontecimientos que no se han previsto. Lo que se trata en todo caso es de inferir tendencias a partir del presente y del pasado y realizar propuestas que vayan en la dirección de corregir los males estructurales que se padecen.
Desde esta perspectiva, me parece bien que se establezcan unos objetivos a largo plazo y de este modo superar las limitaciones políticas del cortoplacismo. Una de las críticas que se hacen por lo general a los políticos es que, preocupados por ganar las elecciones, conduzcan con luces cortas cuando lo que se necesita ante la gravedad de los problemas es conducir con luces largas. La lucha contra el cambio climático y el deterioro del medio ambiente, el combate contra la pobreza y el hambre, y las propuestas contra la desigualdad, necesitan una visión a largo plazo pues no se va acabar con todas estas lacras en un periodo de una legislatura. Así que deber ser bienvenida una iniciativa de este tipo.
Los análisis de prospectiva se han realizado por científicos desde hace ya varios años. Se puede decir que su intensificación tuvo un origen en el primer informe del Club de Roma titulado Los límites del crecimiento, publicado en 1972. Esa prospección al futuro se hizo con la metodología de dinámica de sistemas ideada por Forrester. Fue objeto de controversias y cuestionamientos, pero tuvo la virtud de poner en el centro del debate temas muy relevantes. Se produjeron otros informes como el de Bariloche, realizado entre 1972 y 1975, y el que fue muy importante, el de Leontief, Premio Nobel de economía, que utilizando la metodología de las tablas input output, de la que fue creador, y el modelo que lleva su nombre, realizó a su vez un análisis de prospectiva. Estos análisis utilizaban metodologías distintas y llegaban a conclusiones diferentes, pero que enriquecieron el debate.
Como se puede apreciar ha habido ejercicios de este tipo avalados por académicos destacados. Por eso llama la atención que Pablo Casado, presidente del PP, que se opone a todo sin fundamento, dijera que lo que hay que hacer es preocuparse por los problemas presentes y no por lo que puede pasar dentro de treinta años. Con anterioridad y a propósito de la Memoria Histórica dijo que ya basta hablar tanto del pasado que lo que hay que hacer es hablar del futuro y plantear para España un Silicon Valley. No sé cómo pretende construir un centro de investigación de esa naturaleza cuando el gobierno del PP recortó los gastos en investigación, lo que muestra que no le concede ninguna importancia. Lo que queda claro en todo caso son las enormes contradicciones en las que cae y su incoherencia. Lo que tendría que saber es que la historia, el presente y el futuro no son incompatibles. Es más, se necesitan.
España 2050 no es un programa político, sino que trata de señalar un camino por el que avanzar hacia un futuro que logre una sociedad mejor, aunque no perfecta. Se plantean 50 objetivos y algunos medios para llegar al fin propuesto. Los objetivos son deseables de alcanzar pero faltan medidas e instrumentos para llegar a ellos. No basta con las buenas intenciones y el informe está lleno de ellas y así nos encontramos con un abuso del infinitivo, como por ejemplo mejorar, ampliar, fortalecer, dinamizar, potenciar, reducir, por mencionar algunos. El problema es cómo conseguir esos objetivos. Ésta es una carencia relevante.
La principal carencia, sin embargo, no es ésa, sino que el análisis que se hace no tiene en cuenta el contexto político, económico y social en el que se encuentra la economía mundial y española. En concreto, sin analizar las estructuras económicas ni institucionales no se puede avanzar en el conocimiento. Ninguna referencia al modelo económico predominante en la actualidad, solamente datos del pasado y del presente que muestran los progresos habidos en la economía española y sus debilidades. Considero que no se pueden alcanzar los objetivos si no se acaba con el modelo neoliberal que nos ha conducido hasta aquí. El predominio de las finanzas sobre la actividad productiva, que ha favorecido el endeudamiento y la especulación, no conseguirá resolver los problemas, sino que los agravarán aún más.
En la economía española ha habido un exceso de la expansión financiera-inmobiliaria, que ha sido muy especulativa y que ha fomentado la corrupción. Si no se acaba con esto poco porvenir espera a la economía española. El abuso de los precios en los pisos de venta y alquiler, y de la energía, nos alejan de una economía moderna más equitativa y sostenible. Convendría tener en cuenta además la distinción que hace Mazzucato en El valor de las cosas entre creación de riqueza y extracción.
Al igual sucede con el crecimiento, que se considera beneficioso sin más, sin cuestionar que no se puede crecer indefinidamente en un mundo finito. Los datos se exponen sin situarlos dentro de un modelo determinado y la proyección hacia el futuro no se puede hacer sin tener en cuenta el presente y el pasado. Como tampoco se pueden obviar los grandes intereses económicos y financieros que serán un impedimento para avanzar en el sentido que se establece.
En suma, soy partidario de que se planteen objetivos a largo plazo, pero no por ello hay que alabar este estudio, aunque tiene elementos muy positivos, pero padece de carencias muy notables al confundir los deseos con la realidad. Hay unas insuficiencias como las señaladas, a lo que hay que añadir que en el caso de la economía el análisis es muy descriptivo y convencional.