Cultura & Audiovisual / Equipo Lux
Noviembre de 2020. La Zarzuela repone su gran producción sobre ‘La del manojo de rosas’ de Pablo Sorozábal vista tres décadas atrás; que se mantiene viva sin recurrir a muchos cambios del libreto, destacando el tono costumbrista-naturalista del original. Aunque con un ‘aporte’ fruto de las circunstancias: las mascarillas en escena. Por lo menos el coliseo que dirige Daniel Bianco ha conseguido mantener la temporada hasta ahora prevista, con un ‘regalo’ a los aficionados: dos días después del estreno la obra se ha emitido integra y gratis a través de las redes, aunque permanecerá casi todo el mes en cartel. Este teatro ha tenido más suerte que Maestranza y el resto de los escenarios sevillanos obligados a cambiar los horarios de forma drástica o reprogramar espectáculos en fechas distintas.
“Sorozábal compuso un fresco costumbrista con personajes de la época”
Se trata de una buena producción relativamente respetuosa con el argumento original de Ramos de Castro y Carreño donde Emilio Sagi acentúa el panel de personajes trasplantados del momento de su estreno, en 1934. Los años de la República con un variado abanico de tipos: mozos de taller, chicas con vocación de independencia, ricachones, policías, insólitos ‘guiris’ y mucha gente de la calle. ‘La del manojo…’ ha sido muchas veces representada, y no siempre bien. Aunque nadie le puede negar su naturaleza de clásico que se mantiene, especialmente en la partitura. Quitar lo que pueda haber de casposo es una obligación hoy si se pretende la supervivencia del género. Acunarlo en un nostálgico convencionalismo significa matarlo antes de tiempo, porque es difícil que al público joven le pueda interesar la apolillada perspectiva de la supuesta hibernación de libretos que a menudo se quedaron viejos.
Atrevida para la época
España, 1934. Sorozábal recurrió a una partitura donde había presencias atrevidas para la época, como la de un ‘fox’ que podría formar parte de una revista o musical. Sobre un libreto-espejo de las costumbres de ese tiempo, donde se insinuaban ‘entrelíneas’ y referencias de su actualidad: de Mussolini a la Revolución de Asturias. Y ese panel es uno de los aciertos de esta producción de 1990 ahora rescatada y actualizada. La partitura sigue siendo fresca, vibrante, festiva y a ratos emotiva y Guillermo García Calvo como director musical al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid le aporta vitalismo. En aquél tiempo la zarzuela era el género popular por excelencia, y algunas obras tenían parte de espejos sociales.
1990. José Antonio Campos, en aquel momento director de La Zarzuela, encarga a Emilio Sagi la dirección de ‘La del manojo…’ después de largas décadas en las que se representó como otras zarzuelas con decorados pintados y sin apenas movimiento escénico. Para el ‘regiseur’ que ahora cumple cuarenta años como responsable teatral, fue uno de sus primeros trabajos reconocidos y tenía un valor sentimental añadido: su tío Luis Sagi Vela la había estrenado en el 34. Sagi quiso acercarse al espectáculo musical más clásico porque la obra lo permite dada su variedad de estilos. Y la escenografía, vestuario e iluminación tienen un tono exigente Se trató de una gran producción que contribuyó a la revelación de una voz, la del barítono Carlos Álvarez.
“La producción se mantiene vigente sin demasiados cambios en el libreto”
Hoy el propio cantante hace el personaje, en un llamativo caso de supervivencia artística. Junto a otros nombres como Milagros Martín, que estaban treinta años atrás en el cartel y ahora hacen otros papeles. A subrayar la presencia de Ruth Iniesta, Vicenç Esteve, los nuevos Silvia Parejo y David Pérez Bayona, como ‘Silvia’ y ‘Capó’; y la de Gabriel Bermúdez que con Emilio Sagi ha hecho ‘Les mamelles de Tiresia’ en Barcelona y Oviedo.
Se percibe el disfrute de Sagi y la compañía en el rescate de este título, tan sólo representado en provincias en la pasada década, frente a su enorme presencia en el repertorio de zarzuela en torno a los 50. Esta producción sirve para reconciliar con el género a públicos de diversas generaciones, porque no hay cursilería. Hay que pensar que La Zarzuela está obligada a rescatar sus producciones emblemáticas de otras temporadas convenientemente resituadas, porque los espectadores cambian. El clasicismo no es sólo de las partituras, también de los montajes. En este caso no hay el respeto reverencial que ha lastrado muchos de ellos por culpa de libretos oxidados, sido una aproximación en clave admirativa con una vocación de musical sin complejos. Aunque las obligadas mascarillas parezcan un anacronismo, y lleguen a incordiar como una contextualización de nuestras nada idílicas circunstancias.