Crónica Mundana / Manuel Espín
Francia hizo de sus valores republicanos una insignia, bajo un principio inspirado en su Revolución y definido a lo largo del siglo XX a través de gobiernos democráticos. Como base de esa identidad, el reconocimiento de los derechos civiles a hombres y mujeres, la igualdad ante la ley y la libertad de expresión. Uno de esos pilares ha sido la separación Iglesia-Estado y la presencia de contenidos laicos en el espacio público. En la enseñanza pública no se verán crucifijos, estampas religiosas ni aquello que se asocie a una determinada creencia. La libertad religiosa es respetable pero desde el terreno de lo privado. Aunque, ¿cómo actuar ante la presencia del pañuelo islámico en las aulas? ¿Es posible conciliar la libertad de asociación, el respeto a toda creencia, con la visibilidad de expresiones, que en buena medida, remiten a lo identitario-religioso-cultural? El debate no es nuevo y tiene gran presencia en la sociedad francesa, la que cuenta con el mayor porcentaje de muslmanes de Europa, en un país que en el pasado fue potencia colonial en muchos de esos países… A los atentados del fundamentalismo islamista de 2018 les sucede la actuación de ‘lobos solitarios’, como el que decapitaba a un profesor de secundaria de la periferia de París, que en sus clases ejercía de defensor de la libertad de expresión, y quien mostró las caricaturas de Mahoma en ‘Charlie Hebdo’. Un asunto que ha conmocionado a Francia.
“Macron busca combatir al radicalismo islamista desde contenidos democráticos, sin caer en la islamofobia”
El fanático solitario se alimenta de un entorno de apoyo social-cultural-ideológico-religioso; hoy no hace falta que sea físico, también puede ser virtual; para eso están los mensajes en las redes sociales favoreciendo los contenidos más extremos, xenófobos o supremacistas; porque el fanatismo de un lado y de otro se nutren mutuamente del odio. Cortar de raíz con ese caldo de cultivo es esencial; pero nada fácil. Es necesario actuar sin entrar en el terreno de la discriminación cultural-religiosa. El Gobierno galo se propone elaborar una ‘lista negra’ de entidades y colectivos integristas islámicos, así como de mezquitas en las que se predican opiniones de guerra santa, y el cierre en las redes de páginas en las que se siembra la cizaña. Entre otras pone sus ojos en dos ONG con implantación social, y beneficiadas de ayudas públicas y exención de impuestos, que han podido servir de humus clientelista y protector al discurso más exaltado. La detención del padre de una alumna de 13 años y un predicador “escandalizados” por mostrar caricaturas de Mahoma, se acompaña con el anuncio de que podrán ser expulsados de territorio francés los condenados o ‘sin papeles’ fanatizados que mantienen ideas de guerra santa.
El ejecutivo galo ‘compra’ una parte del discurso de la extrema derecha. Para que el plan llegue a funcionar es imprescindible que Macron cuente con el apoyo de los sectores moderados del islamismo que asumen valores de la Francia republicana, que no son otros que los derechos humanos y los de la UE. A la represión del fundamentalismo islamista no se ha de responder con islamofobia, sino con más afirmación democrática. El Islam es tan respetable como el resto de las confesiones y culturas, siempre que sea capaz de asumir valores democráticos basados en la igualdad. El presidente galo anunciaba antes de ese atentado un programa para desarrollar un ‘Islam ilustrado’; algo parecido a lo que ocurrió en la Europa del XVIII con los valores de La Ilustración, y las Revoluciones liberales del XIX y XX. Para tener éxito debe contar con un pensamiento islámico dialogante y abierto, como el de algunas universidades o centros de Francia y otros países. Un mensaje democrático que no siempre es fácil de hacer calar en una base musulmana, de escasa formación y recursos, socialmente mal integrada culturalmente e influida por predicadores o grupos de apoyo exterior. El protagonismo de ese Islam ilustrado que busca Macron es imprescindible en la implantación de valores democráticos.
“La libertad de expresión está por encima de cualquier fanatismo religioso”
El debate no nos es ajeno tras los salvajes atentados de Madrid o Barcelona, y sigue en carne viva: en los pasados días eran detenidos yihadistas en territorio español, uno de ellos llegado hace varios meses en patera. Y no puede quedar bajo la tierra de nadie del choque entre dos extremos discursos ‘ultra’ o ‘anti’. Es imprescindible contar con la presencia de personas, grupos y entidades islámicas capaces de asumir valores democráticos, su protagonismo es decisivo, no sólo para desarmar a los fundamentalistas, sino para desactivar la bomba de la islamofobia. Este es el reto de Macron y de la sociedad que defiende los valores de la Francia republicana ante la indignación despertada por el dictado de fatuas o decretos religiosos de condena por aspectos relacionados exclusivamente con la libertad de expresión, como ocurriera tres décadas atrás con Salman Rushdie y sus ‘Versos satánicos’.