Crónica Mundana / Manuel Espín
No hay que ser un lince: en el proceso de vacunación ha fallado la UE, las compañías, la Agencia Europea del Medicamento, los gobiernos nacionales y los locales, los medios de comunicación demasiado predispuestos a buscar espectáculo y titulares sobre la pandemia… Hace un año se podría haber dicho algo parecido sobre los Ejecutivos, para quienes el inicio de la epidemia les pilló desprevenidos y con tardías reacciones. Trece meses más tarde se sabe más que en aquellas aciagas primeras semanas de marzo, pero no tantas como para tener en la mano el ‘mapa del tesoro’. Las evidencias científicas adelantan un dato: allá donde el proceso de vacunación se ha acelerado el número de víctimas desciende de manera radical, por lo que la relación causa-efecto es reconocible y es el camino para salir de una vez de la crisis.
“La confusión en torno a los efectos secundarios provoca desorientación informativa y genera una intensa polémica política y comercial”
Lo ocurrido en España en los primeros meses de la pandemia fue bochornoso, con un enfrentamiento radical entre la oposición y el Gobierno. Se olvida que en el sistema español las Comunidades, de diversos signos políticos, también son el Estado y administran el 50% del PIB. Una situación de tanto impacto como la del Covid ha generado toda clase de terremotos, también los políticos, con una situación de inestabilidad en la que se sigue echando de menos una mayor colaboración entre gobiernos de siglas diversas y más estrategias participativas comunes.
Es tremendo que la distribución y la administración de vacunas genere constante pirotécnica, dentro de un aparente ‘vale todo’, porque la estrategia de la confrontación parece rentable en elecciones tan polarizadas como las de Madrid. Si los científicos tampoco se ponen de acuerdo en los matices, aunque hay unas líneas maestras y un común denominador, no se puede imputar la causa de la confusión a la Agencia Europea del Medicamento, a Bruselas o a La Moncloa. Se van sabiendo cosas una vez que se tiene algo más conocimiento sobre un virus que en el invierno de 2020 era casi desconocido.
Es lamentable que el cruce de rumores y noticias sobre marcas como AstraZeneka, y ahora Janssen después de las decisiones de Estados Unidos, impacten en un imprevisto y peligroso fenómeno: el rechazo a la vacunación por sectores de la ciudadanía, o su negativa a hacerlo con una de las marcas sobre las que se vierten sombras de sospecha. El problema es que todas las marcas son sospechosas, porque no hay un solo medicamento (o alimento) que carezca de efecto secundario, incluso el más aparentemente inocuo.
El afán por hacer oposición a cualquier precio lleva a señalar a los responsables de las carteras o consejerías de Sanidad con especial saña; como si la ciencia tuviera respuestas para todo y la adopción de soluciones fuera sencilla. Ante el riesgo de otra bronca como la de hace un año hay que pedir a los responsables políticos más cercanía a los asesores científicos para que finalmente él o la responsable tomen decisiones a partir de una base de conocimientos, y en sintonía con los órganos supraeuropeos y las agencias especializadas.
Lo que no es obstáculo para que se puedan hacer críticas a todos los niveles institucionales. La descoordinación dentro de la UE y la lenta toma de decisiones ha vuelto a repetirse en esta experiencia, frente al acelerón de Estados Unidos desde que Biden está en la Casa Blanca. Hay enormes intereses en juego en el tema de la vacunación, de la que depende la recuperación económica. Y en un momento como el presente, donde las redes tienen gran protagonismo, es fácil generar sospechas, crear bulos o provocar situaciones de ansiedad y desconcierto; lo que explica ciertos rechazos a la vacunación cuando se está dando tanta cancha a antivacunas y negacionistas.
“Las tiranteces no pueden hacer olvidar que si los países pobres no tienen acceso a las vacunas seguiremos igual de expuestos que hace un año”
Otro factor a considerar: la puja por los suministros de vacunas entre países del Primer y del Tercer Mundo. Concentrar la vacunación en la zona más rica del planeta dejando a su suerte a quienes carecen de recursos para pagarla no resuelve nada. Sólo la vacunación universal puede acabar con la pandemia. Sorprende a la vez cómo en España no se ha empezado a realizar otro debate ya presente en Europa y América del Norte, sobre la conveniencia o no de ‘copys’ libres ante una situación de emergencia. Los laboratorios han hecho enormes inversiones en investigación y fabricación pero también los gobiernos garantizan las compras. Fallan Naciones Unidas y las agencias internacionales, que no han debatido o teledebatido sobre estrategias comunes ante la crisis… Frente al nuevo ultranacionalismo sanitario de varios Estados.