Humor asalmonado / Mateo Estrella
A punto de escribir una pieza demoledora sobre la parálisis del Consejo General del Poder Judicial, una duda razonable golpea mi mente. ¿En lugar de analizar un asunto del cual pasa plenamente la opinión pública, no será más provechoso realizar una entrevista al hombre más rico del mundo, además del más influyente para bien y para mal? ¿Y quién mejor que Elon Musk encarna estas cualidades?
Por suerte ya no es necesario afrontar un costoso viaje en busca del magnate, quién sabe a dónde, dadas sus ingentes propiedades inmobiliarias. Entro en Twitter, su última adquisición por 44.000 millones de dólares, y publico un ‘post’ gratuito en la propia cuenta verificada del magnate: «Elon, can you give me an exclusive interview for your Spanish fans?».
‘’Mi ambición es convertirme en un superhombre interestelar, a partir de la colonización de Marte’’
El resultado es inmediato. Entre decenas de miles de comentarios injuriosos hacia mi persona, brota un mensaje del propio aludido en perfecto ‘spanglish’: «¡Mat, huevón, te llamo p’a tras!».
Dos días más tarde, ya de madrugada, me despierta la musiquilla de una videollamada en Skype. Abro la aplicación y aparece en pantalla el rostro del multimillonario, con esa media sonrisa irónica tan característica. Le ruego que se exprese en castellano moderno, y lo acepta utilizando un micrófono inventado por él mismo, que traduce simultáneamente sus palabras.
—De acuerdo —dice—, pero mis respuestas perderán muchísimo glamour. Considera que mi nombre completo, Elon Reeve Musk, trasladado a la lengua de Arturo Pérez Reverte, significa Espíritu Alguacil Almizcle. En cambio, Matthew Star, tu nombre en inglés, mola cantidad.
Paso por alto sus reservas y le propino mi primer zasca.
—Coches eléctricos con Tesla, viajes al cosmos con Space X, implantación de chips en nuestros cerebros con Neuralink… ¿Tienen límite sus ambiciones?
—Ni yo mismo lo sé. Depende del ánimo con el cual me despierte cada mañana. Hace un rato he comprado Skype tras un acuerdo relámpago con el CEO Josh Silverman, por un importe que no voy a revelarte.
—¿Planeas —entro en el tuteo— una reducción salvaje de plantilla como en Twitter? ¿Cuáles son tus intenciones con esta adquisición? ¿No temes que se desplome el valor de las acciones y huyan los usuarios, al igual que en el caso anterior?
—Empezando por el final, sólo pretendo charlar contigo tranquilamente, sin interrupciones, ni ciberespías. ¿Despidos? No he echado a nadie, se han largado todos en cuanto he aparecido. Así que mañana podré revender la empresa, limpia de currantes, con enorme plusvalía.
Su exhibición de prepotencia bloquea mis neuronas.
—¿Te consideras un ciudadano del mundo? —titubeo, por no quedarme callado.
—En cuanto al ámbito terráqueo, nací en Sudáfrica y me he nacionalizado canadiense y estadounidense. La próxima semana tengo un encuentro con Xi Jinping para que me otorgue la ciudadanía china. En números redondos, los cuatro países suponen 31.000 millones de kilómetros cuadrados. Pero mi ambición es convertirme en un superhombre interestelar, a partir de la colonización de Marte.
—¿Cómo se hace uno chino de golpe? ¿Ninguna contrapartida?
—Todo es negociable. Para empezar, mis ojos son tan rasgados como los asiáticos. En términos de intercambio, obsequiaré a China con la anexión de Taiwán. He alcanzado un acuerdo a dos bandas con la presidenta Tsai Ing-wen y con el primer ministro Pedro Sánchez, a cambio de que los taiwaneses ocupen la España vaciada. Os voy a transformar en una potencia de la tecnología y de la natalidad, con casi 24 millones de nuevos inmigrantes muy cualificados.
‘’Os voy a transformar en una potencia de la tecnología y de la natalidad, con casi 24 millones de nuevos inmigrantes muy cualificados’’
Intento socavar su arrogancia con un dardo certero.
—Todo en ti es grandioso, Elon. ¿Tal vez porque tu síndrome de Asperger combina la absoluta fata de empatía con una codicia implacable?
—No conseguirás ofenderme. Reconozco que sufro dificultades en la comunicación, intereses repetitivos y desdén por los sentimientos del prójimo. Pero un día del pasado verano visité al Papa Francisco, o sea @Pontifex_es, entrando a saco en su agenda del día. Coincidimos en lograr el bienestar de la humanidad a través de la tecnología, y en la preocupación por el envejecimiento mundial. Yo aporto entre siete y diez hijos, según sean las fuentes, con cuatro mujeres.
—¿Pero no te habías declarado agnóstico?
—Depende, aquel 1 de julio me levanté seguidor de Jesucristo. Era lo que tocaba. El negocio es el negocio, ya sea con Dios o con el Diablo.