Humor Asalmonado / Mateo Estrella
Si alguien cuestionaba el aserto «año bisiesto, año siniestro», este 2020 le habrá sacado de dudas, excepto si es directivo o accionista de la industria farmacéutica. «No hay mal que por bien no venga», dijo en tono apenas audible Francisco Franco, tras conocer un magnicidio que le afectaba muy de cerca.
Justamente, la figura del Dictador o Caudillo (según se mire), tan evocada en este mismo ejercicio por afines y desafines, me ha llevado a considerar que el peso de las personas de cierta edad se está devaluando en nuestra sociedad, a la par que un desbocado juvenilismo se apropia de las redes sociales, y quizás sea el germen de quienes regirán en un futuro próximo los destinos de nuestro País o Patria (según se mire también).
«El peso de las personas de cierta edad se está devaluando en nuestra sociedad, a a par que un desbocado juvenilismo se apropia de las redes sociales»
¿Esto es bueno malo? ¿Conviene ir dejando las riendas del Estado en manos de los adultescentes, o habría que ceder mayor espacio a las voces de la experiencia añeja?
Siendo más específico, ¿gestionarían mejor las economías públicas, privadas y mixtas esos chicos y chicas con la gorra al revés, extremidades tatuadas y centro de trabajo en su dormitorio, fuente incesante de royalties a través de videoproducciones caseras? ¿El Rubius o Ramón Tamames?
No tengo la respuesta a dilema tan extravagante. Como suelo hacer cuando alcanzo el modo empanada mental, acudo a un experto para que me centre. En esta ocasión, el único disponible es el profesor Metodio Jodorowsky, experto en Relevos Intergeneracionales. Me ha dado su número de móvil un colega de profesión.
—Es un debate hueco, Mateo. Tan estéril como la propuesta del general Beca en un chat de viejas glorias, promoviendo el fusilamiento de 26 millones de españoles para superar la crisis institucional.
—Perdone, profesor —le rebato—. Pero el general Beca ha negado la autoría de semejante insinuación.
—Haya sido él o haya sido el general Máster, es cierto que las ejecuciones masivas provocarían un aumento enorme de la renta per cápita, un descenso en las cifras de paro, y el pleno empleo consecuente, pues quedaría disponible gran cantidad de puestos de trabajo. Pero el efecto sería momentáneo. La Comisión Europea aplicaría sanciones severas. ¡Cómo no, si nos han puesto multas por discriminar a los clientes de un hotel! Por otra parte, el Tribunal de Derechos Humanos de La Haya obligaría a repetir los juicios por falta de garantías procesales. Para mí, el dato relevante es que chirrían las cifras.
—¿Le parecen pocos o muchos cadáveres, profesor?
—Dada la magnitud de la medida, afectaría a cargos, militantes y votantes de los partidos políticos contrarios a la ideología del general Quiénsea, incluyendo en las listas a representantes de la «derechita cobarde». Me salen unos 13 millones de reos condenados a muerte.
—¿A qué achaca el error de cálculo?
—Tal vez el autor de la iniciativa chateó en el sentido clásico del término; es decir, ingirió dosis abundantes de alcohol etílico. En estas condiciones, la ciencia demuestra que se ve doble. Prefiero responder a su inquietud sobre el auge juvenil y el menosprecio senil.
—Responda pues.
—¡Claro que habría de aprovecharse la sabiduría de los abuelos! Me apunto el primero a pillar un cargo. No es algo nuevo. Tenemos los ejemplos históricos de los gerontes en Grecia y del Conseil des Anciens en la Revolución Francesa, aunque a estos últimos los mando al asilo Napoléon Bonaparte
—¿Tal vez un Consejo de Eméritos en el caso español, profesor?
—No me disgusta el término, pero resulta poco afortunado en estos momentos. Propongo que se llame Comité Consultivo de Seniors, eligiendo entre ancianos de reconocida trayectoria.
—¿Consideraría imprescindibles a Felipe González, a José María Aznar y a Mariano Rajoy entre los miembros de ese comité?
—Dependerá de la edad a partir de la cual se ponga el listón. González aceptaría. Por el contrario, la oferta sería una provocación para el look sesentero de Aznar. Rajoy diría que sí, que no, o ambas cosas.
—¿Quién podría ser el Presidente de Honor?
“¡Claro que habría de aprovecharse la sabiduría de los abuelos! Me apunto el primero a pillar un cargo. No es algo nuevo
—Hace unos pocos años, no habría titubeado. Hoy abrigo serias reservas. No me tire de la lengua.
—No lo haré. ¿Qué atribuciones tendría esta nueva institución?
—Reunirse una vez al año, en otoño, para hablar de sus cosas.
—Eso es poco eficaz.
—Se trata de que al menos memoricen una fecha. Aprovecharíamos para vacunarles. Mi propuesta contempla antes el bien de los mayores que el beneficio para el resto de la población.