Crónica Mundana / Manuel Espín ■
Nada de lo que en tiempo reciente parecía probable se cumple; de las guerras en la era moderna se decía que serían ‘cortas y fulminantes’. Pero Ucrania va camino de entrar en su segundo invierno de conflicto sin que se pueda garantizar la victoria de un contendiente. Pese a las 6.000 muertes directas, los ocho millones de refugiados y los cuantiosos daños materiales, a estas alturas nadie es capaz de hablar de negociaciones de alto nivel para un alto el fuego que conduzca al final de la guerra. El hecho de que Kiev resista a la gran maquinaria bélica rusa es casi una victoria, pero a un altísimo precio. El problema para Putin es cómo va a seguir explicando a sus ciudadanos que en todo este tiempo no haya sido capaz de ocupar la capital ucraniana e instalar un gobierno títere, como era su inicial intención. Bajo amenazas tan graves como la disputa en torno a la central nuclear de Zaporiya. Moscú no puede argumentar que la ayuda occidental es la que sostiene a Zelenski y a su ejército, cuando se presagia un efecto bumerán: el corte del suministro de gas a Centroeuropa es un tremendo problema para estados de la UE, pero también para Rusia, que deja de percibir los cuantiosos recursos económicos por la venta de gas, cuestión que a plazo medio impacta en su economía.
“Pese a la cuantiosa ayuda económica y material occidental, Kiev es incapaz de controlar todo su territorio, y la Federación Rusa se enfrenta a un largo conflicto de desgaste, tan letal como lo fue Vietnam para Estados Unidos”
El bloqueo de la situación deriva hacia otro foro, la próxima Asamblea General de la ONU, donde los temas estrella serán Ucrania y también el Sáhara, donde previsiblemente Argelia pedirá un nuevo mandato para la descolonización, y Marruecos replicará con el goteo creciente de países arrimados a sus tesis. Ya se ha visto la importancia que este asunto tiene para nuestro vecino del Sur, ante su reciente crisis diplomática con Túnez por la presencia en una reunión de la OUA del máximo representante polisario. La alarma ante la eventualidad de un corte o reducción en el suministro energético es un tema que obsesiona a Alemania, la locomotora industrial europea, y una caída de su capacidad productiva en los próximos meses desestabilizaría la zona euro. Su gobierno federal ha adoptado severas restricciones energéticas con un gran consenso social y político; medidas que de haber sido aplicadas en España hubieran generado un verdadero clamor, como la prohibición de calentar el agua de las piscinas privadas a partir de este otoño, o la posibilidad de suspender la actividad nocturna en centros de producción. A la desesperada se buscan alternativas energéticas, aunque el socio verde de la coalición socialdemócrata-ecologista-liberal está en contra de la energía nuclear, y la descarbonización de la UE es un plan europeo que ahora se enfrenta a su revisión por el temor a un desabastecimiento. En paralelo, Macron ha sabido jugar sus bazas estratégicas utilizando a Argelia como socio preferente, que promete doblar su suministro de gas a Francia.
Ucrania es un desastroso problema para las economías europeas y mundiales. Con una inflación altísima tanto en la UE como en Estados Unidos que genera inestabilidad social. El fracaso de cualquier labor de mediación entre Putin y Zelenski, que hablan el mismo idioma y no tienen necesidad de usar traductores para entenderse, es una de las peores noticias de este conflicto. No se puede esperar nada de un autócrata con envoltorio pseudoliberal como Putin y su cerrazón, pero tampoco Zelenski ha demostrado talla política más allá de su presencia en toda clase de foros mundiales (alguno de sus gestos como las fotos ante escenarios bélicos junto a su esposa para una revista de ‘glamour’ y estilo se asoman peligrosamente a la frivolidad, a la altura de los selfis de quienes se retratan ante los terrenos calcinados por incendios forestales).
A Rusia le importa lo que pueda ocurrir en procesos electorales como las elecciones italianas. Los partidos del centroizquierda denuncian injerencias rusas que favorecen a la coalición de extrema derecha –¿cómo es posible que en España haya quien pregunte si Putin es comunista?–, una ‘patata caliente’ ante la que es muy difícil evadirse. Todavía más cuando una campaña electoral se vive de manera tan encarnizada y con una polarización extrema. La posibilidad de un gobierno ‘primo hermano’ de la Hungría de Orban genera incógnitas en Bruselas por su posición antagónica al actual modelo de europeísmo. Putin ha sido un referente para ultras europeos que ahora rompen las fotos para no mancharse con la impopularidad del personaje.
“Alemania adopta restricciones energéticas mucho más duras que las de España ante un incierto invierno que pude desestabilizar políticamente a muchos gobiernos”
La huella de las agencias ‘informativas’ pantalla y los ataques informáticos se evidenció en presidenciales americanas, la crisis del independentismo catalán, y ahora las generales italianas. El Comité Parlamentario para la Seguridad de la República cree ver la mano de Rusia en la campaña de desinformación desde agencias y medios teledirigidos por Moscú que a través de las redes difunden dañinas ‘fake news’.
Pero dejemos de lado los maniqueísmos, y apostemos, aunque con mucha dificultad, por que la diplomacia pueda dar algún paso en la Asamblea de la ONU para lograr el alto el fuego y una negociación hasta ahora imposible sobre Ucrania. Con la clave de China y de Turquía por favorecer una mediación en este conflicto donde todos pierden; o mejor perdemos.