Crónica Mundana / Manuel Espín
La sintonía introductoria de la melodía parece sonar idéntica a la de décadas atrás -enfrentamiento Este-Oeste dentro de una política de bloques- pero el arreglo y la orquestación no tienen nada que ver: el mundo no es el mismo ni el reparto de poder mundial se basa en la bipolaridad de antaño. El escenario de Ucraniaviene provocando tensiones en los últimos y primeros días del nuevo año. El presidente norteamericano Biden ha conversado telemáticamente con Putin para lanzar una advertencia de sanciones contra la Federación Rusa si se produce una invasión del territorio; represalias a las que prensa americana denomina “sin precedentes” pensando siempre en términos comerciales y económicos, porque, por fortuna, el mundo de hoy no es tan proclive como en otras épocas a las respuestas militares. A la vez, Biden en los primeros días de 2022 ha conversdoa con Zelenski, presidente ucraniano, para confirmar una “respuesta firme” si la entrada en su territorio se realiza, aunque Rusia desmienta que vaya a invadir Ucrania.
“Se confía en las conversaciones OTAN-Rusia y en la OSCE para evitar más tensión respecto a un país situado al borde del conflicto”
El silencio europeo sobre esta crisis es manifiesto por cuanto la decisiva diplomacia alemana se recompone tras el cambio de gobierno y se apunta una nueva política hacia el Este menos contemporizadora con los intereses económicos, tanto en el tema de las relaciones con los ‘díscolos’ de la UE (Polonia y Hungría) como respecto a la Federación Rusa. Tanto Biden como Alemania confían en llegar a arreglos a través del Diálogo Estratégico de Estabilidad, las reuniones OTAN-Rusia, o la OSCE, organismo de cooperación y seguridad.
El temor es que los desmentidos rusos respecto a acciones de fuerza se vean acompañados de ‘hechos consumados’ como en su momento ocurrió con la escisión de Crimea a través de la creación de una república independiente para su incorporación a la Federación, que 100 países de Naciones Unidas no reconocen. Ucrania que es un Estado de gran extensión territorial para las dimensiones europeas y un enorme productor de cereales en sus grandes llanuras. Con 41 millones de habitantes, desde su forzada independencia tras el golpe del verano de 1991 contra la antigua URSS y la constitución de la efímera Comunidad de Estados Independientes, se debate entre dos identidades que tienen que ver con la composición cultural de su ciudadanía: una de identidad y cercanía a Rusia con la que ha mantenido lazos importantísimos desde una perspectiva histórica antes, en y después de la URSS, y una vocación europeísta que en tiempos pasados llevó a una parte de su población a poner los ojos en una asociación con la UE, hoy de perfiles indecisos por cuanto parecen improbables las ampliaciones de dos décadas atrás (a instancias de Alemania) del bloque europeo hacia antiguos miembros del Pacto de Varsovia tras los fiascos y las dificultades posteriores. Aunque sus culturas sean europeas ni Moldavía ni Serbia parecen tener por ahora oportunidad alguna; todavía menos Turquía, que años atrás aguardaba a la puerta del ‘club’ y que con el proceso de reislamización autoritaria de Erdogan carece de valedores.
El caso de Ucrania es diferente, por cuanto en un reciente pasado un sector influyente del país puso sus ojos en Bruselas y las instituciones europeas. Las circunstancias han cambiado y Ucrania puede llegar a ser un gran ‘estado-puente’ entre la UE y la Federación Rusa con acuerdos comerciales tanto con una zona como con la unión aduanera euroasiática sin que se rompa la unidad de su Estado ni se genere una desmembración que sería tan trágica como la de los Balcanes.
“En los últimos días, Biden ha mantenido comunicación con Putin y el presidente ucraniano para evitar una invasión rusa del territorio”
Respetar esa doble identidad cultural y afinidad hacia un lado y otro sin una polarización que derive en intervención armada de grupos del interior o de invasión exterior debe ser prioridad de Estados Unidos y la UE, y para ello es imprescindible llegar a acuerdos con Putin que eviten romper Ucrania y generar conflictos violentos como los que han tenido lugar en este siglo, evitando tentaciones segregadoras de las zonas más afines a Rusia. A la vez, los dirigentes del atomizado sistema político local, pródigo en siglas, grupos y formaciones están obligados a generar condiciones de ‘habitabilidad’ entre las variadas comunidades culturales e identidades, sin que se produzcan exclusiones que impulse fenómenos separatistas. Imprescindible la garantía de acuerdos Occidente-Federación Rusa que aseguren la independencia formal de Ucrania aunque partes muy importantes de su población se sientan afines con Rusia como otras a Europa. Esa peculiar doble identidad sería la clave para su supervivencia; lo contrario, una caída hacia un saco sin fondo.