Crónica Mundana / Manuel Espín ■
No pueden ser contempladas a distancia las elecciones ni la situación política en un país tan importante como Turquía. Tanto por su estratégica situación geopolítica, o su gran población, como por el papel que está jugando y puede jugar en el tablero internacional. Tampoco debemos olvidar que se trata de una potencia industrial, comercial y agrícola llamada a tener papel cada vez más relevante en la esfera mundial. Desde la llegada de Erdogan se ha puesto en evidencia un giro en el que al antiguo parlamentarismo de una Cámara fragmentada entre diversas siglas y formaciones que debían negociar de forma constante se pasó, tras la reforma de 2018, a un sistema presidencialista hecho a la medida de un Erdogan/líder carismático, que eliminaba la figura del primer ministro.
«Presidencialismo frente a parlamentarismo pluripartidista, confesionalidad o laicidad, algunas de las claves de las presidenciales turcas»
Esa reforma puso en evidencia el debate siempre abierto entre quienes dan preferencia a la estabilidad política por delante de la representatividad, el pluralismo o la identificación de la ciudadanía en sus representantes públicos por diversos que sean. En los últimos años Erdogan acumuló poder y centralización, dentro de un proceso que desvirtuó la identidad de la moderna república turca, para la que el laicismo fue un aspecto fundamental. Por el contrario, en los últimos años, Turquía se ha visto influida cada vez más por formas de islamización en la vida social y civil. Pese a tratarse de un país muy plural en cuanto a lenguas, identidades culturales, y diversidad religiosa. Todas esas formas han sido puestas en el tapete de la campaña para las presidenciales, en un momento en el que este Estado a caballo de Europa y Asia sufre las consecuencias de la inflación desatada tras la guerra de Ucrania. Mientras, el papel de Erdogan como gozne entre la UE o Ucrania frente a Rusia no ha dejado de crecer y en estos momentos es fundamental para alcanzar un acuerdo de alto el fuego que dé paso a conversaciones de paz.
La novedad de las presidenciales es que Erdogan ha competido con una candidatura principal opositora en la que se integraban las más diversas fuerzas políticas, incluso potencialmente antagónicas, respondiendo a los más variados intereses. El resultado del 49,7% del primero frente al 44,54 de Kliçdaroglu deja un panorama incierto al borde del infarto para la segunda vuelta del próximo día 28. A Erdogan le basta un mínimo puñado de votos para seguir en la presidencia; pero su rival contará con la mayor parte de los sufragios que se quedaron fuera del choque entre las dos principales candidaturas, aunque tenga en su contra un problema: la fragmentación y la incertidumbre sobre su futuro gobierno en caso de ganar bajo fuerzas tan antitéticas y con intereses muy distintos.
El desenlace final se resolverá por la mínima en un ajustado final. A favor de la oposición turca hay un tanto que no puede ser relegado: su capacidad para llegar a una plataforma común, lo que todavía no ha conseguido la de Venezuela que se opone a Maduro; y las de otros países donde unos comicios de estas características se vienen a convertir en una especie de referéndum sobre una personalidad, más que una elección entre diversas formas, programas e ideologías. Es lo que tienen los sistemas presidencialistas o las elecciones a doble vuelta: concentran el voto popular en un ‘sí’ o ‘no’, en lugar de generar una Cámara plural que por el bien común sea capaz de llegar a acuerdos y pactos entre distintos.
La generación de plataformas electorales se ha puesto en evidencia en las candidaturas a la Asamblea Nacional, el antiguo Parlamento, donde para obtener representación se necesita el 7% de los votos de la circunscripción, obligando a crear acuerdos previos para presentar listas conjuntas y muy diversas, porque el sistema electoral ‘castiga’ a los pequeños y a la dispersión. Generar esas plataformas no es fácil en un Estado de las características de Turquía donde conviven pueblos muy diversos con sus propias culturas y formas identitarias, no siempre avenidas con la República que representa el poder de Ankara.
«El papel de Erdogan (y de Turquía) es decisivo no sólo en el tablero de Oriente Próximo y el Mediterráneo, sino con relación a su activo papel como interlocutor en la guerra de Ucrania»
Lo que pueda ocurrir el día 28 es totalmente impredecible y parece difícil que una empresa de sondeos ofrezca una prospección clara. Teniendo en cuenta a la vez la importancia de una Turquía estable para Europa y el Mediterráneo en un momento tan crucial como el presente, y el papel que Erdogan ha venido jugando en la crisis de Ucrania. Estos próximos días de campaña serán especialmente vibrantes por cuanto la ciudadanía se enfrenta a una situación económica en la que las subidas de precios siguen generando malestar entre los más vulnerables. Por lo pronto, a las pocas horas de conocerse los resultados electorales la Bolsa ha bajado con importantes pérdidas ante lo indeciso del panorama que se abre a partir de ahora. Quedando por medio una rápida campaña de escasos días en los que por la mínima se va a decidir la continuidad de un gobierno y un personaje de tintes autocráticos aun bajo un sistema de elecciones más o menos libres.