Crónica Mundana / Manuel Espín ■
Parece inquietante que un sondeo de hace un mes detalle que un porcentaje muy amplio de norteamericanos llegue a considerar la posibilidad de una guerra civil por el cada vez más creciente clima de enfrentamientos y descalificaciones que preside la vida pública y social, y va más allá del espacio estricto de la política. Las redes sociales que hace una década se popularizaron porque los jóvenes de entonces tenían soltura en el uso de las tecnologías y en general respondían a ideas de progresismo, han visto cómo la situación se revertía con una entrada masiva de la derecha, no de la conservadora-liberal, sino de la más extrema, con un discurso de radicalidad y tono altisonante, lleno de descalificaciones y duros epítetos bajo un ambiente de crispación perceptible en los más diversos ámbitos. Con el importante refuerzo de los discursos públicos, a años-luz de la moderación, escuchados durante los años de Trump en la Casa Blanca.
“Los republicanos no han conseguido la oleada que esperaban en las elecciones parciales aunque probablemente controlarán la Cámara de Representantes”
La salida del Despacho Oval no se tradujo en un descenso de decibelios de la demagogia grandilocuente, tras sucesos como el violento asalto al Capitolio, propio de una república bananera y no del país líder de Occidente, el registro de la residencia del expresidente por el FBI, y la ‘amenaza’ con volver a presentarse a la reelección en 2024. Todo ello aderezado con duros insultos contra la administración Biden y los demócratas a los que acusa de “intentar acabar con la libertad en Estados Unidos e instaurar el socialismo y el comunismo, de debilidad ante el exterior, y de rendirse ante la competencia industrial de la UE y de China”. Las elecciones parciales de este noviembre estaban llamadas a constituir el primer episodio de la ‘reconquista’ republicana, tras el ‘vacilante’ liderazgo de Biden. Pese a la palabrería, ese arrollador resultado no se ha producido, aunque los republicanos seguirán controlando la Cámara de Representantes, pero los demócratas han sido capaces de resistir y no han perdido su mayoría en el Senado tras las victorias en Nevada y Arizona, dentro de un escenario en el que la repetición de elecciones en Georgia del próximo 6 de diciembre porque se produjo un empate, apenas influirán en ese dominio.
Lo inquietante es el fenómeno creciente de cómo la ultraderecha más vociferante ha acabado por hacerse relativamente con el control de lo que antaño constituía una derecha conservadora y liberal con capacidad dialogante y tono de moderación, capaz de llegar a acuerdos con espectros ideológicos diversos. La entrega total a Trump y a un discurso de tonos maniqueos, negacionista hasta el límite y adversario enconado de la modernidad, provocó en meses pasados un giro hacia planteamientos maximalistas y tonos desequilibrados como los que se pusieron en evidencia en los años en los que Trump estuvo en Washington. El mapa previsible auguraba tras un resultado victorioso republicano la postulación de Trump para las presidenciales de dentro de dos años. No quiere decir que ese anuncio no se llegue a producir en estas horas, pero las cosas ya no son tan fáciles para el expresidente.
En un pintoresco juego de anuncios, Biden ha dicho que se presentará a la reelección, con lo que, si se confirma que Trump pueda ser su contrincante, Norteamérica podría tener a los dos candidatos más mayores de su historia. A Trump le ha salido un rival en su misma familia, más joven, y tan a la derecha como él, el gobernador de Florida, Don DeSantis, ganador con un arrollador 59% de los votos. Más contenido en sus expresiones, muy escorado hacia la extrema derecha como él, aunque sin las formas toscas, rudas, desequilibradas y poco meditadas del expresidente, DeSantis ha adoptado medidas como las de Orban en Hungría, como la de evitar que en centros educativos, empresas y centros públicos se hable de racismo, discriminación o derechos LGTBI. Aunque su estilo de puño de hierro con guante de seda pueda ser capaz de llegar a electorados más amplios que el de un Trump en permanente disputa con casi todos los medios y en jaque con el sistema judicial tras episodios como el asalto al Capitolio, éste, primario en sus reacciones, no puede aceptar rival que le pueda hacer sombra. Con lo que sus filias y fobias se trasladan al espacio del Partido Republicano, y el propio DeSantis aparece bajo su ojeriza con la amenaza del constructor millonario de hacer públicas “revelaciones sobre cosas que no son halagadoras”. En última instancia serán los republicanos quienes tengan que asumir si les pasa factura el coste de haber elevado a los altares a Trump, un personaje que puede convertirse en una pesada herencia difícil de administrar, y un lastre, quien seguirá moviendo hilos, porque como todo el populismo de ultraderecha posee una enorme capacidad para ofrecer titulares y ser mediático de forma constante a través de sus incendiarias declaraciones ya sea en persona o en Twitter.
“Mientras Biden dice que se presentará a la reelección para 2024, Trump se enfrenta a DeSantis, figura emergente de la derecha radical y triunfador en Florida”
Así, en última instancia, el peso de un liderazgo excesivo puede acabar convirtiéndose en el abrazo de la muerte, con el resultado imprevisto de la inversión de papeles. Biden, cuyo liderazgo no es precisamente consistente ni su presidencia un camino de rosas, posee, sin embargo, la capacidad para negociar y hablar con todos sin bravatas ni términos de taberna de puerto; ahora dice que mantendrá encuentros con el líder de China, y busca a la luz o entre bambalinas algún tipo de salida a la guerra de Ucrania que ha empezado a hacer sangre dentro de la Federación Rusa, y viene siendo una de las causas que contribuyen a generar el proceso inflacionista que golpea a la UE y hace que el dólar vaya en picado. Mientras el rival pueda ser Trump lo inquietante no son sus bravatas sino que ese lenguaje frentista y guerracivilista que ya está presente en las redes acabe por calar al discurso cotidiano y se instale con su radicalismo en instituciones de representación.