Humor asalmonado / Mateo Estrella
Hasta esta primavera de 2021 mi relación con las vacunas, como la de casi toda la gente, consistía en un pinchazo antigripal, otoño tras otoño. Las noticias que daban los medios en la época de inmunización se reducían a unas líneas fusiladas desde la página del Ministerio de Sanidad o de las consejerías en las comunidades autónomas.
“Hace poco las mascarillas eran unos objetos que llevaban los japoneses por la calle y los cirujanos en los quirófanos”
Pura rutina. Hace poco las mascarillas eran unos objetos que llevaban los japoneses por la calle y los cirujanos en los quirófanos. Miguel Bosé no establecía conexiones conspirativas entre Bill Gates y Pedro Sánchez. Fernando Simón era muy conocido en su propia casa.
Pero la vacunación contra el Covid-19 ha sido un acontecimiento universal que aún colea, en sentido literal, a las puertas de los centros de salud o de los macrorrecintos habilitados al efecto. Un espectáculo que entronca con las viejas filas de ciudadanos provistos de cartilla de racionamiento en la posguerra o, más modernamente, con los aspirantes a salir del paro en las oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal, conocido popularmente por ‘El Sepe’.
Las colas actuales, cuyo fin es aniquilar al virus primero en fila india y luego en plan rebaño, escenifican demasiadas cosas para que un profano pueda abordarlas. Citaré las tres más publicitadas en nuestro país, de mayor a menor importancia. 1ª: Una esperanza para la supervivencia de la población española. 2ª: Un negocio colosal para la industria farmacéutica. 3ª: El retorno a la barra de bar en todas las localidades, y a los atascos en las grandes ciudades.
La dimensión multidisciplinar de los hechos me lleva, una vez más, a recabar la sapiencia contrastada del profesor Metodio Jodorowsky. Para quienes no lo conozcan, se trata de un erudito de origen polaco, a quien cabría definir como la antítesis del maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela. Me obliga a que realice la entrevista por videoconferencia vía WhatsApp, para mantener la distancia social.
Hago una introducción histórica para demostrarle que no estoy indocumentado del todo.
—Desde que Edward Jenner creara al borde del siglo XIX la vacuna contra la viruela, varias pandemias han afligido a la Humanidad. ¿Cuál es su opinión al respecto?
—Pare, pare —me corta, visiblemente iracundo—. Crear se hace a partir de la nada. No es el caso.
Reacciono al zasca como buenamente puedo.
—Disculpe, quería decir inventara, profesor.
—Es usted un analfabeto funcional camuflado por la Wikipedia —me agrede—. La fregona, por ejemplo, sí es un invento. Tal vez el único relevante en el siglo XX hispánico. La vacuna de la viruela fue un descubrimiento, a partir de la infección por virus en las ubres de las vacas.
—¿Y qué tienen que ver las vacas con el coronavirus? Se discute si el transmisor inicial fue un murciélago o un pangolín.
Jodorowsky se apacigua.
—Acepto sus reservas. Si Jenner hubiera experimentado con cerdas, el nombre genérico de su hallazgo sería porcinas y no vacunas. Eso hemos ganado. ¿Imagina que nos inyectan la porcina del coronavirus? Pero no nos liemos con las etimologías. A usted le interesan las implicaciones económicas.
—Pues sí. No escribo para ‘Muy interesante’, la verdad. Me llama la atención el cacao mental que atenaza a los vacunantes antes de chutarse. ¿AstraZeneca, Pfizer, Janssen? ¿Y si me toca la lotería del trombo?, se preguntan muchos.
Me fulmina.
—La ley de la falta de escrúpulos para cargarse a la competencia. ¡Es el mercado, estúpido!
Entiendo que es una frase hecha, no en mi contra.
—Dominado por norteamericanos y británicos —contemporizo.
“Los presidentes de Pfizer, AstraZeneca, Moderna y Johnson & Johnson se van a poner las botas con los millones que cobrarán en bonus”
—No generalicemos. El presidente de Pfizer es griego y se llama Albert Bourla. En la anglosueca AstraZeneca manda el francés Pascal Soriot. En Moderna lo hace Noubar Afeyan, nacido en Beirut de padres armenios. El único yanqui es Alex Gorky, presidente de Johnson & Johnson y natural de Kansas City pese a su apellido ruso. Tienen un común denominador: se van a poner las botas con los millones que cobrarán en bonus.
—El perfil investigador de España es bajo. Hacemos lo que podemos, ¿no?
—Así es. Y con retraso, para no variar. ¡Es el presupuesto, idiota! —tampoco me lo tomo a título personal—. Hay cuatro laboratorios, todos ellas públicos, compitiendo en nuestra segunda división. Hasta 2022, como pronto, no habrá resultados.
‘Un país con tantas vacas y con tan pocas vacunas’, me digo cuando el profesor desaparece de mi pantalla.