Reconozco que la fulgurante ascensión de Isabel Díaz Ayuso me pilló descolocado, como a tanta gente. No quiero insinuar que deberíamos habernos fumado un canuto colectivo para comprender este fenómeno político, que crece día tras día y no presenta síntomas de agotamiento. Se distancia cada vez más de sus rivales, sean del propio partido o de los restantes, bien del ámbito regional o del nacional.
Para responder al título de esta crónica no me baso en la opinión de los medios muy o nada prestigiosos, ni en las oleadas de fervor o de rechazo que suscita en la redes sociales. Nada mejor que la base científica de la demoscopia. Eso sí, a la medida de mis modestas posibilidades.
“La Iglesia no la excomulgará porque esté divorciada, o porque tenga novios sin casarse con ellos”
No puedo contratar a ninguna de las empresas que realizan encuestas de opinión. Envié un ‘whatsapp’ a José Félix Tezanos, presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas, para ver si me echaba una mano. He obtenido un silencio atronador.
Los plazos para entregar el informe acuciaban, así que me eché a la calle provisto de una grabadora digital. He centrado mi trabajo en quienes tienen decidido votar a la lideresa. Hombres y mujeres entrevistados en bares, mercados, colas para la vacunación o parques públicos. Todos dentro de las fronteras de mi barrio.
Éstas son las conclusiones del sondeo.
1. Sin miedo al qué dirán. Los seguidores de Díaz Ayuso destacan su desenvoltura y capacidad de improvisación en conversaciones informales. Que cometa lapsus y deslices en las intervenciones públicas es lo de menos. A cualquiera de sus votantes le pasaría lo mismo. Una parte significativa de mis encuestados opina que sigue minuciosamente la técnica que encumbró a Carmen Sevilla, equivocarse con premeditación. En contraste, los discursos de Pablo Casado o de Pedro Sánchez les suenan previsibles y petulantes.
2. Atractivo físico. Al cubrir este apartado me arriesgo a acusaciones de machismo. Todos los hombres coinciden en que es una madurita muy resultona. Las caricaturas que la presentan con ojos desorbitados, se consideran recursos facilones. La hipótesis de que se haya sometido a una liposucción para aligerar peso, en lugar de seguir una dieta rigurosa, acrecienta la admiración de muchas partidarias: “Estoy ahorrando para hacer lo mismo, que quieres que te diga”, ha sido una respuesta frecuente.
“No van a descubrir un charco de ranas entre sus altos cargos, ni la van a grabar mangando cosméticos”
3. Vida sentimental. Que salga con chicos ‘fofisanos’ se valora muy positivamente. “Majos y simpáticos sin complicaciones, no como Alessandro Lecquio, quien te acaba metiendo en Sálvame de Luxe”, pondera un ama de casa que espera turno en la pescadería. Interviene una amiga que representa el laicismo conservador: “La Iglesia no la excomulgará porque esté divorciada, o porque tenga novios sin casarse con ellos. Bastante tiene el cardenal Juan José Omella con sus líos en la Conferencia Episcopal”.
4. Libertad, cervecitas y bocatas. Para la gente con miedo al futuro —aumenta progresivamente—, la libertad se manifiesta en el acceso a cosas palpables y sabrosas. “Sin los sencillos placeres cotidianos, la libertad es una realidad inventada, como bien escribe Yuval Harari”, me dice un señor de derechas, que ha leído ‘Sapiens’ aunque el autor se declare ateo.
5. Ambición política. Sin excepción, sus partidarios quieren encumbrarla lo antes posible a la presidencia del Gobierno. Uno de ellos es muy gráfico en sus argumentos: “Se le ha quedado pequeña la Real Casa de Correos, al igual que su pisito de Chamberí la agobió durante el confinamiento, y se mudó a un apartamento de lujo con vistas al Palacio Real. No digo que aspire a ser reina de España, que eso ya está cogido por Letizia Ortiz, pero la visión de los símbolos del poder excita un montón”.
“Me pone mucho que no vaya a misa, excepto en actos oficiales, o que la herencia me salga gratis”
6. Por encima de toda sospecha. Sus ‘fans’ restan importancia a presuntos puntos débiles, que pudieran aprovechar fuego enemigo o fuego amigo. “Es mucho más lista que Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes juntas. No van a descubrir un charco de ranas entre sus altos cargos, ni la van a grabar mangando cosméticos”, afirma una clienta de Mercadona. Otra, esta vez en Lidl, opina: “El marrón de los ancianos en las residencias se lo ha adjudicado a Pablo Iglesias. Por otra parte, están en el Cielo, que no es poco” .
7. Barrerá a izquierda y derecha. Isabel conquista a exvotantes de Vox, ya que puede hacer cosas, mientras Santiago Abascal o Rocío Monasterio siguen a verlas venir, o se conforman con las migajas del PP. “Me pone mucho que no vaya a misa, excepto en actos oficiales, o que la herencia me salga gratis”, explica un tipo de la ‘izquierda caviar’, que se ha colado en mi encuesta.