Con Derecho a Réplica / Ignacio Vasallo. Director de Relaciones Internacionales de la Federación Española de Escritores de Turismo y fundador y primer director de Turespaña. ■
La sequía está generando problemas inesperados. El crecimiento del turismo masivo y de la agricultura intensiva dificultan el desarrollo sostenible. Cuando toda la atención está centrada en el precio de la electricidad y del gas tendemos a dejar en un segundo plano el agua, cuya escasez provoca millones de muertos cada año. Cuando el agua escasea, salen a la luz problemas que permanecían ocultos.
Algunos afectan a la producción de energía eléctrica. Con los pantanos de toda Europa, Estados Unidos, China y gran parte del mundo medio vacíos, se resiente la producción de energía hidroeléctrica, tan importante, no sólo en los países escandinavos. En España se ha reducido a la mitad.
También hay dificultades para usar los ríos como medio de comunicación para las barcazas. El gobierno alemán ha autorizado el uso de carbón para producir electricidad, pero el transporte a través del Rin, del Norte donde se produce a las zonas donde se quema, está siendo dificultado por el bajísimo nivel del agua que obliga a disminuir la carga para trasladarla a camiones encareciendo el producto.
En Francia las centrales nucleares que están en funcionamiento han necesitado un permiso especial para refrigerar los reactores pues el agua utilizada para enfriarlos se devuelve a alta temperatura a los ríos, con caudal bajo, con graves consecuencias ecológicas.
Al encarecimiento de la energía en Europa como consecuencia de la sequía se une el aumento de precios del petróleo, que ha disminuido este último mes, y sobre todo del gas.
España lleva años haciendo los deberes en materia energética. Es el primer país de Europa en capacidad de almacenamiento y regasificación de gas natural licuado. Las energías renovables, eólica, hidroeléctrica y solar representan, en tiempos normales, cerca de la mitad de nuestra producción. La nuclear, limpia, pero no renovable, es responsable de otro 20%. Habrá que sustituirla si se cumplen los planes del Gobierno y no se construyen nuevas plantas o se alarga la vida de las que están en funcionamiento.
Tanto la producción eólica como, sobre todo, la solar crecen con las ayudas de los fondos europeos. Aquí tenemos territorio, sol, y viento. Algunos analistas creen que producir energía renovable será la actividad más importante que se desarrolle en la España vaciada.
Pero estas dos crisis, la de la sequía y la energética, además de estar relacionadas, han puesto al descubierto las debilidades del sistema productivo de algunos países.
El modelo industrial alemán debe mucho a la inmensa oferta de gas barato procedente de Rusia. El Gobierno está decidido a prescindir de él, pero habrá consecuencias económicas. Y de rebote para España pues los, actualmente, bien pagados obreros especializados alemanes, tendrán dificultadas para pagarse sus vacaciones en Mallorca.
Aquí el modelo está basado en la agricultura y el turismo. Ambas actividades consumen grandes cantidades de agua barata, son intensivas en manos de obra temporal o fija discontinua con bajos salarios y se desarrollan en algunas de las zonas de España con mayor escasez de agua. Es un modelo propio de países en vía de desarrollo como lo era España en los años 60.
La agricultura y la ganadería consumen cerca de un 80% del agua que usamos.
Algunos productos como el aguacate, que exige mucha agua, sólo se cultivaban por lo barato que era ésta. La ‘muerte’ técnica del embalse de Viñuelas en la Axarquía malagueña ha obligado a abandonar ese cultivo.
La mayor parte de los turistas, tanto nacionales como extranjeros, se alojan en zonas de sequía. Este año se realizarán unos 300 millones de pernoctaciones en establecimientos turísticos reglados, de lejos la mayor cifra de entre los países europeos. Una gran parte lo harán en los meses de escasez de agua del cielo. Normalmente cada turista consume en un hotel casi cuatro veces más agua que un ciudadano en su casa.
Ambos sectores y las administraciones son conscientes de los problemas, pero a veces turismo y agricultura han competido por el agua como es el caso del Mar Menor con las bien conocidas consecuencias. En la zona del parque de Doñana se han secado las lagunas debido a la gran cantidad de pozos ilegales para abastecer a la agricultura y al turismo en Matalascañas donde en verano se llegan a concentrar 150.000 personas.
Se recicla agua, especialmente para el riego –campos de golf– y se desaliniza. De hecho, España cuenta con la mayor capacidad de desalinización de toda Europa y se están haciendo nuevas inversiones con rapidez, pero no basta y además ese tipo de agua es mucho más cara que la embalsada.
Todo este conjunto de presiones sobre la agricultura y el turismo nos obligan a pensar en cómo serán estas dos actividades en el futuro con precios muy superiores a los de años pasados.
Nos encontramos frente a uno de esos trilemas imposibles como el de Rodrick. Si el turismo masivo y agricultura extensiva siguen creciendo no podremos tener un desarrollo sostenible. Hay que escoger.