Cultura & Audiovisual / Equipo Lux
Este anuncio aparecía en 2000 en una efímera revista de escándalos cuyo factótum era un famoso abogado en boca de todo el mundo por su utilización del morbo: «¡Conviértase usted en un cazarrecompensas! No es necesario que usted sea un periodista para llevarse un mínimo de dinero si nos trae pruebas de algún escándalo sexual relacionado con personajes de relevancia social, políticos, periodistas y compañía… Para casos de ministros o superiores el editor negociará el precio». Aviso al que se unía un teléfono de contacto. Convocatorias semejantes aparecieron en otros medios poniendo de relieve un negocio de la delación, el chantaje y la amenaza, sin reparar en la violación de la intimidad o el respeto a las personas. Un periodo que estalló en la última década del siglo y se eclipsó con la explosión de Internet, donde ahora se aposenta una parte de esa cloaca.
“Durante años se han llevado a cabo prácticas deleznables porque había medios que las pagaban”
La época tuvo que ver con el final del monopolio televisivo y el vuelco en los contenidos de programación tras la llegada de las privadas. Con un fenómeno singular del modelo español, como fue el mimetismo de canales públicos compitiendo con las mismas armas que los privados. ‘Tómbola’, programa referencial de un género, se emitió inicialmente en tres autonómicas: Canal 9, Canal Sur y Telemadrid. Hasta que adaptaciones del formato llegaron a las generalistas privadas, Telecinco y Antena 3, y saltaron a otras autonómicas. El mercado alcanzó su más alta cotización cuando todavía las revistas en papel tenían mucha publicidad y su impacto mediático era máximo. Bajo una amplia gama temática para ese mercado de exclusivas: desde el convencional tono casi idílico de ‘Hola’ a la ‘búsqueda de sensaciones’ de ‘Interviú’, que en la Transición había implantado un género de impacto tras los obligados silencios y corsés de la censura del franquismo.
Las televisiones, incluso TVE o TV3, recurrieron a contenidos relacionados con el corazón aunque con grados de tonalidades diferentes, desde la crónica social a la ‘casquería’, con un mercado casi millonario de secretos, exclusivas, revelaciones, montajes y picarescas. Por su propio agotamiento en un mar de éxito, el filón dejó de serlo hace una década, con un proceso cada vez más definido de especialización sobre contenidos. Ahora todos los relacionados con la crónica social y sus personajes pertenecen casi en exclusiva a Telecinco; con la novedad de que sus ‘estrellas’ ya no son, como antes, los personajes del famoseo, y hoy se alimentan de los propios tertulianos, o se convierte a personajes cercanos o adláteres en colaboradores.
El referente número 1 es ‘Sálvame’, líder en la audiencia de la tarde con entre un 18 y un 20% de ‘share’, y su edición sabatina con algo más de porcentaje. Mientras, con posterioridad a 2011 Atresmedia sólo incluye esos temas en sus magacines matinales, que como ha ocurrido en La 1 ocupan poco espacio, dada la hegemonía arrolladora de Mediaset. Bajo el efecto de la retroalimentación de sus contenidos de telerrealidad con los magacines, y el modelo de programación continuada de su canal a) donde caras, temas y personajes se repiten y explotan a lo largo del día.
Los políticos entran en los platós
Al desplazarse el punto de atención de los advenedizos y personajes prefabricados de antaño, y evidenciarse un clima social más exigente respecto al tratamiento de las imágenes públicas, estos contenedores evolucionan, y buscan llegar a otro perfil de audiencia, no sólo a la de antaño. A la vez que se produce un fenómeno inédito: del anterior desprecio de la clase política se transita a su presencia en estas ventanas; bajo el convencimiento de que la repercusión de estos espacios sobre el imaginario social es elevadísima. No sólo por las intervenciones en directo vía llamada o telemática, de personajes públicos, como Pedro Sánchez o Irene Montero, sino por la repercusión de opiniones escuchadas en esos contenedores sobre asuntos como la violencia de género, la ‘ley Trans’, la diversidad sexual o el pin parental de la extrema derecha.
“La explosión de canales de finales de siglo XX y primeros años del XXI generó un mercado de la delación o el chisme inmundo”
La ‘docuserie’ sobre Rocío Carrasco ha venido logrando una audiencia en torno al 25% del ‘share’ con oscilaciones, suscitando un debate nacional focalizado en las distintas expresiones de la violencia de género. Pero, a la vez, ha destapado un sistema de escaso rigor ético en torno a un ‘periodismo’, por llamarlo algo, de morbo y cloaca, que hoy causa sonrojo por su impudor, pero que hace sólo unos años parecía admitido por su rentabilidad comercial.
Llama la atención en las sucesivas entregas de las confesiones de Carrasco –que ahora Mediaset adelanta 48 horas en su canal de pago en ‘streaming’– un factor como es la soltura y el dominio del lenguaje, incluso técnico, de la protagonista. Y sobre todo, la cantidad de temas para el debate –más allá de la violencia de género– que se colocan sobre el escaparate social y alcanzan de lleno a los propios medios y a las televisiones; sin caer en el fariseísmo de pensar que esas prácticas pertenecen al pasado. El sector tiene que hacer su autocrítica.