Crónica Mundana / Manuel Espín ■
Sería difícil encontrar en un partido de la derecha conservadora, sin ir más lejos el PP, un abanico de personajes y posiciones tan variadas como las del británico. Pero a la vez la demostración de que pese a una sucesión escándalos y desfile de nombres por la primera fila política, con periodos tan cortos como el de Liz Truss en el 10 de Downing Street, nada se ha alterado ni se han pedido elecciones anticipadas, sin desatarse comentarios apocalípticos como los que se habrían producido en España ante una situación similar de relevo constante en la Moncloa. Incluso, por muy supermillonario que fuera el finalmente elegido, ¿aceptaría la sociedad española y el correspondiente partido ver aupado en la primera línea política a un personaje de ascendencia, por ejemplo, marroquí, practicante del islam, como Sunak, primer ministro británico, lo es del hinduismo? Por mucho que creamos erróneamente que la sociedad británica es rígida y anclada en el pasado, en otros aspectos la española capaz de evolucionar en aspectos como laicismo, interculturalidad, o diversidad todavía tiene que seguir dando pasos dentro del escaparate público.
“El nuevo primer ministro estaba en contra de la bajada de impuestos de Liz Tuss, y los partidarios de Boris Johnson lo consideran el hombre que lo traicionó”
Boris Johnson, que dio la campanada con un resultado espectacular en las últimas legislativas, se comportó como un personaje populista en extremo, subido al carro frenético del Brexit, mostrando su extrema capacidad de comunicar y ofrecer titulares desde que estaba en la Alcaldía de Londres, tras su trabajo como periodista. Un sector de su partido intentó en los pasados días darle una segunda oportunidad después del maratón de escándalos personales y violación de las normas decretadas para toda la ciudadanía que se sucedieron durante los largos meses de la pandemia. Sus partidarios consideran al nuevo primer ministro Sunak, el culpable, el traidor inflitrado que hizo que las interioridades del gabinete llegaran a la prensa y finalmente Johnson tuviera que hacer las maletas. Esa salida sigue esperando una revancha porque hay entre los conservadores una cierta nostalgia de Johnson, por ahora el único que ha podido brindar mayorías, y si Sunak no logra arraigar, gozaría de otra segunda oportunidad.
El fiasco de Liz Truss ‘la Breve’, tras ofrecer de forma imprudente bajadas de impuestos… a los ricos, ha acabado por dar alas a su mayor crítico desde el punto de vista del proyecto económico, un tecnócrata y multimillonario como el nuevo primer ministro. Sunak aparece como rompeolas de las propias contradicciones de su partido: es nieto de migrantes que transitaron por variados escenarios coloniales de Asia a África, e hijo de padres de clase media alta, lo que le permitió estudiar en colegios y centros elitistas. Su perfil de tecnócrata, que trabajó en Goldman Sachs y gestionó su propio fondo de inversión, se cruza con unas raíces culturales que no son las mayoritarias, y eso dice de la capacidad de la sociedad británica para aceptar a quienes no responden al modelo tipo. En los meses en que estuvo como ministro de Finanzas de Johnson, los más difíciles en los tiempos de la Covid, se granjeó un aura de popularidad por sus medidas de reactivación de la economía, opuestas a las de los ortodoxos neoliberales, apostando por una fuerte inversión pública para dar vida a una economía tan al borde de la extenuación como los servicios sanitarios. Ahora, tras la enmienda a Truss, en la que se mostró como máximo crítico interno, llega al número 1 político con el propósito de dar credibilidad financiera al sistema.
Aunque la imagen de su paso por la cartera de Economía le ha sido favorable en los tiempos de la pandemia, propiciando las emisiones de deuda para evitar el colapso de la actividad productiva, Sunak tiene un talón de Aquiles como líder político y previsible cabecera de cartel de los conservadores en las futuras legislativas: es un tecnócrata a años-luz del populista estilo deslenguado de Boris Johnson, además de multimillonario –a él y a su mujer se les calcula una fortuna de 840 millones de euros– aparentemente lejos de la sensibilidad de los mortales más corrientes, aferrado a la lectura y análisis de las magnitudes, pero desvinculado de las preocupaciones de quienes deben hacer frente a la inflación desbordada y a las subidas de precios sin límite tras la guerra de Ucrania.
“Es difícil encontrar en un mismo partido una gama de perfiles tan variada: del neoliberalismo al populismo, desde el elitismo a la tecnocracia”
Esto, que sonaría a demagógico –puede haber ricos con una capacidad de entendimiento y gestión para resolver los problemas de las clases menos afortunadas, y políticos que vienen de los más bajos estratos sociales haciendo políticas que benefician sólo a los más millonarios– puede acarrear algún problema de imagen pública. Sunak –no lo olvidemos, el primer alto responsable de un estado importante nacido en la década de los 80– tendrá que ganar esa imagen con medidas económicas como las que presentará estos días, en principio alejadas del neoliberalismo ‘thatcheriano’ que tanto daño hizo en su momento a la sociedad británica en la época en la que se desmantelaron servicios públicos hasta entonces tan prestigiosos como la sanidad y la vivienda pública o los ferrocarriles.