Crónica Mundana / Manuel Espín
La imagen de un dilatado y deshabitado país empobrecido y agrícola con una economía de subsistencia salta por los aires cuando se pone la lupa en otra visión más contemporánea de Kazajistán, con edificios de moderno diseño en un Estado con enormes recursos naturales y escasísima población, y una augurada potencialidad económica en un futuro no muy lejano. Con una tasa de alfabetización en adultos del 99,5% de la población. Nada menos que 2.724.900 kilómetros cuadrados de extensión, el noveno país más grande del mundo, con un poco menos de 19 millones de habitantes. Carente de salida al mar, comparte la enorme cifra de 6.084 kilómetros de frontera con la Federación Rusa, 2.330 con Uzbekistán, 1.765 con China, y cantidades menores con Kirguistán y Turkmenistán. La influencia y dependencia de Rusia viene no sólo de la época de los zares, sino de la antigua URSS, y pese a la emancipación de 1991 las relaciones son estrechísimas de manera tanto formal, con la pertenencia al mercado común euroasiático y a la Organización de Seguridad Colectiva del bloque, sino también cultural, social y comercial. Tanto el ruso como el kazajo son los dos idiomas oficiales, y casi la mitad de lo que importa procede de Rusia. Es decir, se trata de una estrechísima interdependencia, aunque formalmente se trate de repúblicas diferentes.
“Incierto resultado de la crisis de Kazajistán con casi dos centenares de muertos y miles de detenidos”
Como en Rusia, se repite en bastantes países de esa estela un principio: aunque exista una Constitución que se define como democrática y pluralista, con libertad de partidos, la realidad tiene abundantes ribetes autocráticos en las prácticas formales de la convivencia. Durante las largas décadas que estuvo en la presidencia el carismático ‘padre de la patria’ Nazarbáyev –otro más de los dirigentes crecidos políticamente en las estructuras de la última etapa de la URSS–, donde cada cinco años se han convocado elecciones presidenciales éstas han sido ganadas con porcentajes inconcebibles en Estados occidentales, cercanos al 88 o al 90% de los sufragios. Incluso ahora que nominalmente es Tokáyev quien ostenta la presidencia se considera que el antiguo presidente sigue moviendo muchos hilos del poder. La oposición parlamentaria es puramente testimonial y exiguamente minoritaria.
La importancia de Kazajistán tiene mucho que ver con los enormes recursos de su territorio, en su mayor parte una gigantesca estepa con materias primas de singular relieve como gas, petróleo o el uranio, del que es primer productor del mundo. En su momento, la URSS utilizó estas grandes superficies para la experimentación de su arsenal nuclear y como localización del cosmódromo en el programa astronáutico del Kremlin. Desde la independencia, las consecuencias de los lanzamientos nucleares del pasado así como la agricultura intensiva ajena a cualquier criterio de sostenibilidad que arrasó el Mar de Aral, vienen formando parte de las preocupaciones de una población sensibilizada con los desastres ambientales.
En teoría, el detonante de la crisis de fin de año y primeros días de 2022 es la subida de precios y en especial el gas licuado. La cifra de muertos en la revuelta podría acercarse a los 200 con unos 6.000 detenidos, entre ellos extranjeros. Las imágenes de edificios públicos incendiados da la medida de las características violentas de la explosión, pero también de las de la represión, con el inquietante y amenazante comentario de la presidencia autorizando a disparar contra los manifestantes. Mientras, el máximo jerarca del Estado convoca una Comisión Constitucional de Investigación, aunque es bien sabido el control total sobre las estructuras del poder del grupo dirigente. También crea convulsión saber de la detención del ex jefe de Seguridad, a quien se atribuye participación en los hechos que han dado lugar a la algarada.
Por ahora preocupa el nivel de intervención de Rusia para sofocar el conflicto, con la posible entrada de tropas de la Organización de Seguridad Colectiva del bloque en la que Putin siempre tiene la última palabra dentro de la nada oculta intención de recomponer un modelo imperial –con todas las características novedosas y ‘sui géneris’ que se prefieran– trazado en su día por la antigua Rusia de los zares, y por la URSS de la que en muchas cosas fue heredera natural. A Biden y a Bruselas le importa otra vez más que Rusia utilice sus tropas y medios para imponer ‘su’ paz en Ucrania o en Kazajistán. Esta semana se celebraba en la capital kazaja una cumbre de los Estados de la zona para afrontar la crisis que ha sacudido al país; el modelo que Putin ha elegido para que no parezca una intervención unilateral de Moscú.
“La intervención de Rusia al frente de la organización de seguridad causa enorme recelo en Occidente tras la tensión en Ucrania”
El caso tiene una lectura en clave geopolítica, dada la importancia de este país junto a las otras repúblicas centroasiáticas en otro tiempo tan olvidadas, por su valor como corredor entre China y Rusia. Kazajistán tiene una población en sus tres cuartas partes islámica, especialmente sunita, y el resto cristiana, tanto ortodoxa como católica y protestante. En los últimos años y en buena medida gracias a la explotación de sus recursos naturales y a las mayores posibilidades de compra mantiene aceptables cifras comerciales no sólo con su mercado natural (Rusia), sino con la UE (incluida España) y estos intercambios tienen todas las opciones para seguir prosperando gracias a la combinación de grandes recursos y escasa población, pero ya sabemos que poseer gas o petróleo no es suficiente para asegurar una sociedad justa, democrática y equitativa si se carece de unos mecanismos redistributivos para que los beneficios generados alcancen a la totalidad de la población.
La convulsión de estos días, llena todavía de puntos oscuros o de escasa percepción fuera de la zona, es preocupante porque pone en entredicho la imagen potencial de Kazajistán transmitida en los últimos años: la del país más próspero de Asia Central, y que pese a su escasa capacidad demográfica debería por la importancia de sus recursos naturales ser un Estado comercialmente emergente, en un territorio antes aislado y hoy una vía entre Europa y Asia.