Mar de Fondo / Raimundo Castro
Este año 2022, la izquierda se la juega. Y en su conjunto. Incluida la independentista. Que nadie se llame a engaño.
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz coinciden en ello. Y hasta el cerebro en la sombra de Podemos, Pablo Iglesias, se ha colocado al margen, pero dentro del terreno de juego, a lo Messi, para echar una mano desde las plataformas mediáticas (que es lo que siempre le ha gustado hacer a él y no podía estando a la vez en La Moncloa y ‘Fort Apache’).
“Si algo se desprendió de la indignación del 15-M fue que había que construir una España ajustada a su realidad plurinacional y abierta a todo tipo de sectores sociales y corrientes alternativas de futuro. De ahí la relevancia que adquirió la palabra “transversalidad”
El reto es tremendo frente a un PP en el que Pablo Casado ha recuperado la iniciativa forzando elecciones autonómicas donde puede y piensa que gana, según las tan interesadas encuestas de quienes tienen dinero para hacerlas (que a saber). Ha empezado por Castilla y León y quiere seguir por Andalucía antes de julio, donde lo tendría más complicado si Podemos le permitiera a Díaz recuperar cuanto antes el espíritu del 15-M de 2011 que hizo trizas con su centralismo organizativo y su filosofía de todo el poder para el líder asentado en Madrid.
Porque si algo se desprendió de la indignación del 15-M fue que había que construir una España ajustada a su realidad plurinacional y abierta a todo tipo de sectores sociales y corrientes alternativas de futuro. De ahí la relevancia que adquirió la palabra “transversalidad”. Y de que la otra gran palabra fuera “democracia”, erigida en la respuesta al poder del dinero y frente al fanatismo trasnochado y excluyente que se ha extendido por todo el mundo, incluido el civilizado y decaído Occidente.
Tanto el PSOE como Podemos saben que se necesitan. Sánchez no gobernará sin el apoyo y los votos de esa nueva generación que representan quienes fueron los “indignados” que ocuparon no sólo la Puerta del Sol, sino la de tantas otras ciudades de toda España. Es una generación que si deja de votar no se pasa al PSOE. Se va a casa. De ahí que dirigentes socialistas hayan destacado que sin un 13% de votos de Podemos, por lo menos, corren el riesgo de ganar al PP para nada, porque no sumarían la mayoría absoluta necesaria. Ni siquiera con ERC, Compromís o Bildu.
Y, al tiempo, en Podemos saben que su caída sería descomunal si no se presentan como quienes garantizan el escoramiento de los socialistas a la izquierda. Podrían acabar siendo, ciertamente, la Izquierda Unida residual que fue y se comió por los pies la realidad, harta de sufrir tanto aparatismo también en la izquierda testimonial, más preocupada por seguir ocupando sillas, aunque fueran de tijera, que de ayudar a los roídos bolsillos de los desfavorecidos.
“Dirigentes socialistas hayan destacado que sin un 13% de votos de Podemos, por lo menos, corren el riesgo de ganar al PP para nada, porque no sumarían la mayoría absoluta necesaria. Ni siquiera con ERC, Compromís o Bildu”
Por eso Sánchez no juega a destruir a sus aliados rivales. Ni Díaz al ‘sorpasso’. Y ahora el problema está en el seno de Podemos, donde preocupan más las listas electorales futuras, la supervivencia, que la magnitud del reto de la renovación de la izquierda que no ha dejado de estar indignada. No es extraño oírles hablar de que Díaz es como Manuela Carmena, que quiere hacer sus listas, contar con gente de fuera, incluso eliminar la referencia a Podemos en las candidaturas. Y despotrican en privado contra ella destacando que parece olvidar que todo lo que es se lo debe a Pablo Iglesias y a Podemos.
No es el caso de Ione Belarra, de cuyo constructivo hacer interno se esperan muchas cosas. Todo hay que decirlo.
Así que tanto el PSOE como Podemos deben tenerlo claro. Ya no es hora de Ivanes Redondo, como ha pretendido Iglesias elogiando la audacia y su condición de Bobby Fisher del asesoramiento político de quien fuera el Maquiavelo del presidente socialista. Si acaso, mejor acudir a la filosofía del experto en comunicación Hans Magnus Enzensberger, quien ya dijo que el capitalismo no es invencible porque, con su publicidad, puede convencernos de que chupar piedras es delicioso, pero no puede hacer que las comamos porque se nos romperían los dientes.