Humor asalmonado / Mateo Estrella
Ojeando las noticias de fin de año en busca de los asuntos que más preocupan a las personas españolas –también a las personas inmigrantes y a los habitantes de otros lugares del mundo, incluyendo a los más remotos–, he comprobado que los dos principales son el coste imparable de la factura eléctrica y la amenaza constante del Covid-19 a través de sus mutaciones. Podría haberme ahorrado el trabajo, pues son dos temas obvios, pero siempre es mejor documentarse. Que no te puedan acusar de inventarte los hechos.
En mi afán de compromiso ético con la información, el segundo paso ha sido encontrar un nexo entre ambos fenómenos, tan negativos para el bienestar de la Humanidad. Tal vez esta pretensión irracional se deba al impacto que me produjeron las siguientes frases, atribuidas a Lao Tse.
“Lao Tse: A pesar de todas las diferencias aparentes, todas las cosas están conectadas entre sí”
“Aunque se dice que cada cosa posee su propia esencia de vida, forma y cualidad, estas tres entidades son inseparables. Están todas ellas conectadas al origen indiferenciado, A pesar de todas las diferencias aparentes, todas las cosas están conectadas entre sí y con el origen, el Tao”.
Para quien lo ignore, el Tao es el principio del universo. Algo tan poco comprobable como que existiera alguna vez Lao Tse. Lo que no quita un ápice a su sabiduría, ni a la realidad de que muchas personas ilustres le citan para reforzar sus tesis más disparatadas.
A pesar del origen común, según el taoísmo, del virus y del recibo de la luz, me ha costado trabajo demostrarlo. Lo he conseguido cuando estaba a punto de renunciar y dudaba entre escribir sobre el despertar de la socialdemocracia europea, tras el triunfo de Olaf Solz en Alemania, o sobre las contradicciones entre la China comunista y a la vez capitalista de Xi Jinping.
Me ha librado de estos marrones un fogonazo mental. Si hay un ente que aúna pandemia y energía es el Duo Dinámico. Más concretamente, Ramón Arcusa ‘el alto’, como le llamaban sus admiradoras en el siglo XX. Manuel de la Calva, el menos alto, es también menos menos propenso a la exposición pública. En una de sus entrevistas recientes, ha declarado: ‘‘La política me interesa, pero no soy nada político’.
Toda esta retahíla viene a cuento de la entrevista que Arcusa ha concedido al periódico digital ‘Vozpópuli’ la semana pasada. Las opiniones del cantautor y productor barcelonés, que vive en Miami muy cerca de Julio Iglesias, han suscitado polvareda en las redes sociales, si bien es cierto que con efectos efímeros, como exige la caducidad permanente de Internet.
Por cierto, Manolo y Ramón, de caducos, nada. Siguen actuando a sus respectivos 84 y 85 años, ante varias generaciones de fieles seguidores. Ninguno calificaría de políticamente incorrecta su pieza legendaria ‘Quince años tiene mi amor’. Todos, ‘fans’ y no ‘fans’, hemos canturreado alguna vez ‘Resistiré’ durante el transcurso del confinamiento. Hasta el punto de que la canción se ha erigido en el himno indiscutible del aguante frente a la pandemia.
¡’E voilà’ la conexión con el debate energético! Entre otras opiniones firmes, que van de la política a la economía, Arcusa apunta textualmente en la citada entrevista:
“Estoy esperando que alguien dé un puñetazo en la mesa y proponga construir veinte centrales nucleares, que producen la energía más limpia. ¿Hay alguien por ahí? Por cierto, a las nucleares les hacen pagar también el impuesto del CO2 cuando no expulsan ni media gota de este”.
“Ni Pedro Sánchez, ni Pablo Casado, ni siquiera Santiago Abascal se atreverían a dar el puñetazo en la mesa del Consejo de Ministros”
Ha sido la respuesta del artista que más discusión ha suscitado en Facebook, donde el músico tiene una página muy activa. Ahí se han manifestado pro y antinucleares con toda libertad. Y, como sucede en las redes, con más pasión que razón. Pero a ninguno se le ha ocurrido alegar que la propuesta, acertada o no, llega tarde. Es casi seguro que ni Pedro Sánchez, ni Pablo Casado, ni siquiera Santiago Abascal se atreverían a dar el puñetazo en la mesa del Consejo de Ministros para levantar veinte plantas atómicas. No son tan largoplacistas.
—Porque sólo las autorizaciones medioambientales y técnicas tardan en concederse entre cinco y diez años.
—Porque el coste de una central nuclear se calcula entre 4.000 y 5.000 millones de euros, la construcción dura más de doce años y la amortización se extiende a otros treinta.
—Porque ningún alcalde quiere una central cerca del patio de su ayuntamiento, ni a ningún presidente de comunidad autónoma le apetece almacenar residuos radiactivos en su territorio.
Los porqués no son de mi cosecha. Me los ha recitado un vecino, que trabaja en una compañía eléctrica, mientras subíamos en el ascensor.