Humor asalmonado / Mateo Estrella ■
Nos precipitamos hacia una situación de estanflación con alcance terráqueo. No es que lo diga yo, lo escribe una autoridad mundial en la materia: el economista estadounidense de origen turco Nouriel Roubini, en un portal virtual y multidisciplinario denominado ‘Project Syndicate’. Vayamos por partes.
La estanflación, como su nombre indica, combina estancamiento e inflación. O, expresado con más claridad, depresión económica y desbordamiento en los precios. La hecatombe perfecta. ¿Y quién es el tal Roubini, que viene a amargarnos la vida cual profeta del caos? Conocido como ‘Doctor Catástrofe’, predijo la anterior ruina financiera de 2008, antes de que José Luis Rodríguez Zapatero viera brotes verdes, más allá de los jardines de Moncloa. Agárrense, que vienen curvas sin quitamiedos.
“Sabemos que el desplome de los mercados ofrece múltiples oportunidades a quienes disponen de liquidez”
Resulta irrelevante que este profesor en la Universidad de Nueva York se esté forrando una vez más con sus pronósticos, mientras los demás pagamos la factura energética como si viviéramos en el yate de Rafa Nadal. «La recesión será severa y prolongada, con dificultades financieras generalizadas y crisis de deuda», afirma Roubini. Y remata: «Los mercados de préstamos (…) se están cerrando; las empresas altamente endeudadas, los bancos en la sombra, los hogares, los gobiernos y los países están entrando en problemas de endeudamiento. La crisis está aquí».
¿Qué podemos hacer, como individuos mal pertrechados, frente a las inclemencias macroeconómicas? Se me ha ocurrido, de forma improvisada, que cabría imitar lo que hacen los ricos en estas circunstancias. Dentro de nuestras posibilidades, por supuesto. Sabemos que el desplome de los mercados ofrece múltiples oportunidades a quienes disponen de liquidez. Es decir, los millonarios se hacen multimillonarios, y éstos pasan a la categoría de megamillonarios.
Utilizaré, a guisa de modelo, el pelotazo reciente de un habitual en la lista ‘Forbes’ de las grandes fortunas. Nuestro Amancio Ortega, fundador de Inditex, número 22 en el ranking mundial 2022 de la revista neoyorquina y primero en España. Ortega ha sufrido un mordisco en sus caudales —es un 22% más pobre—, dañados por los batacazos en los mercados financieros que enumera Roubini. Aunque atesore recursos para dar de comer opíparamente a futuras generaciones familiares, siempre duele perder unos miles de millones.
El empresario se ha quitado el disgusto comprando un rascacielos con apartamentos de lujo en Nueva York, por el cual ha pagado en torno a 505 millones de euros. Para emularle he pedido a Amazon el ‘Lego Arquitectura Nueva York 21028’, que incluye los edificios Flatiron, Chrysler, Empire State Building y World Trade Center, con la Estatua de la Libertad como regalo. El precio ha sido de 49,99 euros, notablemente inferior a la inversión del empresario gallego. Ahorraré los elevados costes de desplazamiento a la ciudad estadounidense, y disfrutaré muchas horas armando las maquetas —o fracasando en el intento—, pero sin agobiarme con los quebrantos que suelen provocar los inquilinos. Asimismo, eludiré el anatema de San Agustín de Hipona: ‘Toda riqueza es injusta’.
“Amancio Ortega se ha quitado el disgusto comprando un rascacielos con apartamentos de lujo en Nueva York”
Se podrá objetar que mis edificios no rascan el cielo ni de coña. Lo cual me lleva a reforzar mi recomendación con otro paralelismo. En agosto de 2018, el diario ‘Faro de Vigo’ publicó una noticia con profundo significado interclasista. Se titulaba, «Amancio Ortega, ejemplo de civismo al pasear a su perro». Según reveló el periódico, «los vecinos de la Ciudad Vieja de A Coruña se quedaron bastante sorprendidos hace unos días al ver cómo el hombre más rico de España, y uno de los que más fortuna atesora en el mundo, se agachaba en una de sus calles para recoger las cacas de su perro». Evitaba así una multa entre 30 y 300 euros.
No tengo perro y, aunque las estrecheces domésticas alientan los abandonos caninos, tampoco tengo previsto poseerlo. Pero cualquier propietario de un chucho está en disposición de replicar el gesto del magnate. Con la seguridad de que no habrá apenas diferencias entre los productos ‘basura’, en argot financiero, de ambas operaciones comparadas.
Otro día contaré cómo plagiar con modestia la adquisición de Twitter por el excéntrico potentado Elon Musk, el más rico del mundo. O tal vez no, porque con Musk nunca se sabe.