He pasado el último fin de semana en el pueblo donde nací. Acudo al mercadillo que se monta cada sábado en la plaza principal. Hace cinco meses he comprado un botellón de plástico de cinco litros con aceite de oliva virgen extra (AOVE). Consumo un litro al mes. Ha llegado la hora de reponer existencias.
Pagué en aquella ocasión 17,25 euros (3,45 € / litro). Me acerco al puesto de comestibles con aprensión. Según los telediarios, el ‘oro líquido’ está haciendo honor al mote como consecuencia de la guerra en Ucrania.
“¡Qué barbaridad! ¡A 4,90 el litro! Vladimir Putin no respeta ni el icono más sagrado de la gastronomía mediterránea”
Y de qué manera.
«Hoy está a 24,50 euros la garrafa», me anticipa mi proveedor quinquemestral. Un profesional curtido en el comercio ambulante desde sus bisabuelos.
Saco el ‘smartphone’ –soy de letras–, pulso la calculadora y le expreso mi disgusto: «¡Qué barbaridad! ¡A 4,90 el litro! Vladimir Putin no respeta ni al icono sagrado de la gastronomía mediterránea».
No le amilanan mis alardes geopolíticos. Antes bien, me sorprende con su sabiduría mitológica: «Si viviéramos en Grecia, Atenea, la diosa del olivo, dejaría su proverbial prudencia y fulminaría al dictador ruso, haciendo un enorme servicio a los seres humanos. No lo piense mucho, que la gente está almacenando víveres en casa. Sólo me quedan esta garrafa y una botella de litro».
Marcho con la segunda oferta en la mano, para ir tirando. La paradoja inflacionista ha espoleado mi vocación de investigador. Revelaré por qué se ha desatado la escalada de precios en el país del mundo que más aceite produce,. Descarto una primera hipótesis, por descabellada.
«El sector agroalimentario», me digo ya en el coche de vuelta a casa, «se ha quejado de que la escasez y encarecimiento del aceite de girasol provocan el recurso a otras grasas de origen vegetal. ¿Significa eso que desde la pastelería a la churrería, desde las conservas a los calamares fritos en las tabernas, todo se elabora con aceite de oliva virgen o virgen extra? ¿Hemos pasado, en unas semanas, de la fritanga a la exquisitez oleica en bares, restaurantes y cocina casera? ¿No se tratará más bien de un nuevo episodio especulativo, una vez que tantos fraternales intermediarios se han forrado con las mascarillas y con las vacunas, empecinados en salvar vidas ajenas y blindar las de sus familias?».
Justo cuando, al anochecer, se delinean en el horizonte los contornos de la gran ciudad, enciendo la radio y retorno al pasado con los versos de Miguel Hernández en la voz cascada de Paco Ibáñez.
‘Andaluces de Jaén, / aceituneros altivos, / decidme en el alma ¿quién, / quién levantó los olivos?’.
El poeta de Orihuela acusaba a los terratenientes de enriquecerse ‘en la herida generosa del sudor’ de quienes trabajaban la tierra. No creo que aquella forma de explotación sea la causa actual de la inflación oleica. Nuestra economía se ha sofisticado hacia el embrollo financiero. Hace unos años leí sobre el intento de crear un mercado de futuros de aceite de oliva. Repaso la historia y compruebo que fue un fracaso, con pérdidas contables y despidos laborales. Cerró en 2016 y sus gestores echaron la culpa a la rigidez burocrática.
Descubro que en abril de 2021 se ha presentado una iniciativa similar a la fallida. ¿Tendrá su parte de culpa en el desmadre de esta primavera? No, porque el proyecto aún no se ha puesto en marcha. De hecho, no se ha sabido más de él.
Sí sabemos que se basa en la criptomoneda ‘Olivacoin’, medio de pago que no existe físicamente, y que se manejaría por gente ajena a un trabajo tangible como el de los olivares. Es decir, nada que ver con la épica-lírica de Hernández.
‘Jaén levántate brava / sobre tus piedras lunares, / no vayas a ser esclava / con todos tus olivares’.
« Los usuarios de Olivacoin poseerán un ‘hardware’ analítico de aceite conectado con la ‘blockchain’ de Olivacoin”
Tiene más que ver más con esta declaración de sus promotores:
«Los usuarios de Olivacoin poseerán un ‘hardware’ analítico de aceite conectado con la ‘blockchain’ de Olivacoin. Una vez que se realiza una transacción de aceite, el usuario receptor del mismo aplicará el sistema de trazabilidad al aceite recibido, y sólo una vez que dicho sistema certifique por análisis instantáneo que el aceite responde en calidad y características al aceite realmente comprado, se producirá de forma automática la transacción mediante los ‘smart contracts’ de Olivacoin destinados al efecto».
No he entendido ni papa. ¡Ruego a Atenea que descienda del Olimpo y nos explique cómo este pifostio va a abaratar nuestro preciado manjar! La diosa es extra virgen, pues genera a sus hijos con el pensamiento. Luego debe controlar mucho el asunto.