Con Derecho a Réplica / Juan Pedro Marín Arrese, Economista, miembro de los Expertos de El Nuevo Lunes, participante en los Desayunos que publica este semanario el primer lunes de cada mes. ■
Presionado por una inflación general y subyacente que se disparaba, el BCE dio el paso más audaz de su historia cuando subió las tasas en 75 puntos básicos. Más alzas seguirán en un intento desesperado por frenar la actual espiral de precios. ¿Conseguirán este objetivo? A pesar de todas las afirmaciones grandilocuentes de Christine Lagarde, hay buenas razones para dudar que el BCE pueda resolver un problema tan arraigado. El endurecimiento monetario llega demasiado tarde y no aborda todos los temas en juego.
Si bien el endurecimiento de las condiciones crediticias ayudará, el BCE parece totalmente cauteloso y reacio a drenar la liquidez que inyectó para combatir las crisis anteriores. Tiene buenas razones para tomar esa línea de acción. El mero anuncio de eliminar gradualmente el programa de compra de activos provocó una gran agitación en los mercados de deuda, ya que la divergencia dentro de la zona euro reveló cuán vulnerables resultaron ser algunos soberanos. El BCE también teme que el rescate de las importantes facilidades otorgadas a la industria bancaria pueda conducir a una contracción del crédito. Así, ha optado por seguir monetizando los déficits públicos y dando un amplio respaldo a las financieras.
La determinación del BCE de controlar la inflación choca aún más con las sombrías perspectivas económicas de Europa. Según las previsiones que emitió ayer, la Eurozona caerá cerca del estancamiento el próximo año, mientras que los precios mantendrán un ritmo acelerado en el 5%. Además, probablemente se produciría una recesión si Rusia cerrara todos los suministros de gas. Por lo tanto, el margen para endurecer su postura monetaria parece extremadamente estrecho y de corta duración. El BCE solo disfruta de una pequeña ventana de oportunidad para subir las tasas antes de que la recesión lo obligue a dar marcha atrás.
Contra tales probabilidades, cualquier intento de acortar el período inflacionario parece estar condenado al fracaso. Sin embargo, el BCE debe actuar aunque sólo sea para preservar su credibilidad. No actuó cuando los precios comenzaron a dispararse el año pasado, y ahora resulta demasiado tarde. Sólo puede esperar frenar las expectativas y reducir la demanda. Crucemos los dedos para que este movimiento ralentice los precios.
La inflación desaparecerá por sí sola cuando los precios reduzcan el poder adquisitivo de los consumidores y el gasto total coincida con la oferta, independientemente de su valor. Dado que el BCE difícilmente puede acelerar este proceso a menos que realice un aterrizaje forzoso socialmente inaceptable, debería apuntar a reunir tanta munición como pueda para hacer frente a la recesión que se avecina. Puede que lo necesite relativamente pronto.