Cultura & Audiovisual / Equipo Lux
Se han cumplido casi catorce meses desde que estalló la crisis del Covid-19 con el primer confinamiento estricto que hundió la economía y paralizó la actividad productiva. En estos primeros meses la ciudadanía se volcó en los medios de comunicación, principalmente audiovisuales y redes. Según un análisis reciente (*) entre la comunidad científica en torno a la información sobre Covid-19, la radio, con un 46,3%, ha sido mejor valorada que la televisión o las redes, atribuyéndosele la función de derivar la atención del usuario a prensa escrita y revistas. El dato se contrarresta con el índice de penetración de la televisión, que en España alcanza al 85,4% frente a la radio (56,19%), las revistas (29,4%) y los diarios (21,7%). Las semanas de confinamiento estricto se produjeron en un enrarecido panorama político posterior a la formación del gobierno de coalición PSOE-UP con durísimas criticas y movilizaciones desde la derecha, que influyeron junto a los titubeos del Ejecutivo en la desorientación de los primeros momentos.
“En el largo año transcurrido la TV ha marcado el mayor índice de penetración, pero la radio la ha ganado en valoración”
Hoy la mitad de la población española cree que el problema está en vías de superarse gracias a las vacunas en primer término, y a los efectos de las medidas sanitarias. Otra cuestión sería analizar hasta cuándo va a durar esta fase y en qué momento se podrá asegurar una vuelta a la normalidad sin mascarillas, como la que se ha creado en Israel por su alto porcentaje de población inmunizada, y la que se podría aplicar este verano en países europeos, Estados Unidos y otros como Chile donde el proceso de vacunación va adelantado.
Los medios son capitales en estos momentos, también para disipar las dudas sobre la necesidad de vacunarse. Su impacto, especialmente la televisión, es elevado: administraciones autonómicas como Madrid lanzan campañas publicitarias para fomentar el proceso de vacunación y sensibilizar a la población sobre su necesidad.
En estos meses de epidemia hubo que hacer frente a otro ‘virus’, el de los bulos y las mentiras fabricadas con intereses denigratorios, difundidas en redes sociales y en varios casos propaladas por los medios audiovisuales, muchos de los cuales tuvieron que rectificar por haberse hecho eco de las más disparatadas teorías.
¿Quién desmiente?
Las mentiras sin contrastar, las ‘fake news’ absurdas y las teorías conspiratorias siguen presentes, aunque no como una burbuja sensacionalista que provoca ‘clips’ en las televisiones previa a la oleada de respuestas. Las dos entregas de ‘Lo de Évole’ (La Sexta) con Miguel Bosé se han movido entre un 15 y un 16% de ‘share’, y cifras superiores a los 2.500.000 espectadores. Las réplicas ha ido desde televisiones y radios a prensa y redes sociales; y alcanzan también a los canales que dan voz a una teoría conspiratoria sustentada en… una pompa de jabón. Bosé se ha puesto en evidencia y ridículo, sosteniendo con aparente aplomo la negación de la pandemia, aposentándose entre los antivacunas y remando en contra de todas las administraciones sanitarias del mundo, de la OMS y de la Sanidad española.
Las inconsistencias y contradicciones del cantante –empezando por la petición de las PCR al equipo de grabación frente a la negativa a la mascarilla– se han puesto en evidencia desde los más variados sectores. Pero en reductos minoritarios y páginas de redes se lo aclama como “iluminado” y “libertador” independiente, con una rebeldía de flor de tiesto de balcón. El debate se traslada al discurso social, sobre si es necesario desmentirlo con toda la fuerza o mejor dejarlo en su nido de incongruencias, aun a riesgo de que pueda haber quien comparta su actitud antivacuna. Pesa demasiado el dato de los dos millones y medio de espectadores.
La discusión rebasa este caso puntual y abre el melón de otros temas. Cuando se plantea si alguien debe replicar a las ‘fake news’ y los bulos, papel que debería corresponder a la sociedad o a sus portavoces más cualificados, y no tanto a las instancias públicas o semi-públicas, para evitar el ‘Ministerio de la Verdad’ o la ‘verdad oficial’ del pensamiento único.
“Se debate sobre quién debe responder o matizar las declaraciones estrambóticas o carentes de credibilidad científica”
En este caso las entidades científicas, no el portavoz Simón, ni las consejerías de Sanidad, sino especialmente universidades, colegios e instituciones vinculadas a la ciencia, tendrían que mostrarse más activas y rápidas para evitar que las mentiras repetidas acaben por ser creídas como verdades. El haraquiri de Bosé en estos dos capítulos provoca heridas, en este caso a sí mismo: su imagen será asociada a la extravagancia o al disparate.
La circunstancia es propicia para generar desorientación, cuando día a día cambian parámetros sobre la vacunación, y cualquier previsión tiene un elevado índice de desacierto. Este cambio sobre la marcha en el que los responsables de las administraciones sanitarias están suficientemente acostumbrados a rectificar lo del día anterior no debe ser confundido con la teoría del caos o la negación rotunda de ‘conspiranoicos’ como Bosé. A quien se debe desmentir con datos: donde se ha vacunado apenas hay Covid. Será difícil convencer a Bosé en su ‘verdad religiosa’ negacionista; no así a los demás, incluidos los millones de espectadores que lo escucharon en La Sexta.