Crónica Mundana / Manuel Espín
Iniciar una guerra representa exponerse a lo más tenebroso e imprevisible. La de Ucrania ya tiene su masacre para la historia con los muertos, parte de ellos civiles de Bucha, en los alrededores de Kiev. Putin gana otra orla más que añadir a su negro perfil y aunque por el momento su dominio de los medios de comunicación y las leyes ‘antipatrióticas’ impidan transmitir lo que verdaderamente está pasando más allá de los arrolladores discursos oficiales, las matanzas acabarán por pasarle factura pronto o tarde. Para Europaes estremecedor conocer que ese retorno a lo peor de la barbarie no se produce en un remoto país de otro continente, sino en el mismo territorio de donde el nazismo o la guerra de los Balcanes generaron las peores escenas de muerte y dolor. Esta parte del mundo que parecía a salvo de conflictos ve cómo se quiebran en lo más profundo sus formas de convivencia, y la locura de la guerra arrasa las sociedades occidentales.
“Aunque pierde el referéndum anti-LGTBI cuyas preguntas fueron calificadas de ambiguas y engañosas por el Consejo de Europa”
El impacto de Ucrania en los mapas políticos no ha hecho más que empezar La inflación debida al conflicto –y a la especulación sobre el precio de los alimentos básicos– o el encarecimiento de las energías van a pasar factura a gobiernos que se enfrentan a un comprensible malestar ciudadano, caldo de cultivo para las expresiones populistas de ultraderecha. Pero también el miedo a lo que pueda pasar garantiza la continuidad de quienes ofrecen estabilidad. Esta explicación puede estar en la base del nuevo éxito electoral de Orban, en su quinto mandato tras doce años en el poder: el jefe de gobierno europeo más cercano a Putin, que condena la intervención en Ucrania aunque se opone a la entrega de armas a ese país y mantiene un “trato muy especial” con Moscú. Su habilidad ha sido manifiesta en la campaña: ofreciéndose como garantía de estabilidad desde una perspectiva de alejamiento del conflicto, aunque comparta con los aliados europeos la crítica a la invasión. Los lazos y afinidades con Putin vienen de lejos, y ni siquiera ahora se han roto.
A esa victoria de Orban y su partido Fidesz con el 53%, hay que unir el fracaso de la oposición de Unidos por Hungría, una plataforma en la que se integraron desde la izquierda a la extrema derecha con el único objetivo de echarle del poder. En esta situación de la Europa del Este, la dudosa oposición se lo ponía fácil a Orban, para presentarse como garante del orden. En el remoto caso de haber ganado la alianza, a las pocas horas habría saltado por los aires ante una difícil conciliación de fuerzas tan dispares.
Sin embargo, perdió el referéndum contra los derechos LGTBI al alcanzar solo el 44%, nueve puntos menos que en las elecciones, donde se hacían cuatro preguntas calificadas por el Consejo de Europa de “ambiguas y engañosas” que el gobierno húngaro pidió que se apoyaran con el ‘no’, relativo a hablar de contenidos LGTBI y cambio de género en centros educativos y medios, entre otros contenidos. Orban comparte con Putin planteamientos sobre modelos de sociedad desde una perspectiva ultraconservadora. En 2011 consiguió que la nueva Constitución húngara consagrara el matrimonio exclusivo entre hombre y mujer, prohibiendo más adelante la inscripción del cambio de nombre en las personas ‘trans’ y la adopción por parejas del mismo género. La UE abrió expediente a Hungría por creer que se podían estar violando derechos de igualdad reconocidos por las instituciones europeas. Las urnas han producido un inesperado reconocimiento: por encima de las posiciones de Orban (o Putin): la diferencia de votos muestra que muchos votantes de Orban no están a favor de limitar los derechos LGTBI, y que la ciudadanía es más tolerante y abierta que sus dirigentes.
Las circunstancias reman a favor de Orban y del gobierno polaco. Por el momento, ambos Estados son verdaderamente intocables, por el papel que especialmente Varsovia está desarrollando en materia de acogida de refugiados y la vulnerabilidad de su territorio ante la amenaza de la Federación Rusa, arrinconando cualquier crítica que se pueda hacer desde Bruselas.
Putin ha conseguido con la guerra de Ucrania una brutal transformación en las opiniones públicas europeas, incluida la española. Favoreciendo el gasto en armamentos y la disposición en futuros Presupuestos de más medios para defensa por el miedo a un conflicto bélico extendido al resto del continente y la participación directa de la OTAN en una situación de consecuencias imprevisibles. El miedo es un factor que transforma voluntades y radicaliza las opiniones, y Putin lo produce con la alevosa invasión de Ucrania que ha desestabilizado los mercados mundiales y afectado a las materias primas y la energía. La crisis emerge en el peor momento posible, cuando no se han recuperado las economías de la caída de la década anterior ni de la pandemia.
“Sacudida mundial por las matanzas de civiles en territorio ucraniano y las devastadoras secuelas humanitarias de la invasión rusa”
Desde ahora se tendrá que gastar más dinero en armamento, y esas cantidades se restarán de sanidad, investigación, educación, vivienda, y del resto de los capítulos del Estado del Bienestar. Cuando nos fijemos en el deterioro de la calidad educativa, la sanidad pública o los programas en investigación de enfermedades como el cáncer pongamos una de sus claves en esta maldita guerra que dilapida recursos.
El odio que genera todo conflicto armado favorece la desconfianza y fractura la capacidad de convivencia entre distintos. Orban, que ha sido uno de los dirigentes europeos radicalmente opuestos a la entrada de inmigrantes y refugiados de otras situaciones bélicas hasta extremos que rozan fibras sensibles ve refrenda su actitud: en una situación de ‘sálvese quien pueda’ aparece ante sus ciudadanos como isla que aporta sensación de estabilidad en el incierto caos. Algunos de sus comentarios tras su victoria electoral mencionan (y desafían) a Bruselas, y constatan la vía de agua abierta en la UE, acentuada por una guerra que no pone fácil las cosas al proyecto europeo.