Cultura & Audiovisual / Equipo Lux
Cuando cinco años atrás el Teatro Real se propuso hacer el ciclo ‘Nibelungo’ de Wagner de 2019 a 2022 no podía prever las circunstancias de lo que sucedería a partir de marzo de 2020. Al empezar a hablarse de Covid el coliseo quiso mantener contra viento y marea su programación, hasta que la imposición del cierre obligatorio de espectáculos obligó al confinamiento unas cuantas semanas. Pero en junio de 2020 ya estaba subido el telón para reanudar con adaptaciones a la nueva situación sanitaria de algunos títulos, saltando los anteriormente programados (que se podrán ver con toda probabilidad a partir de la 22-23), y volviendo plenamente a las óperas representadas en el otoño de 2020 aunque con modificaciones en la puesta en escena y la presencia de la mascarilla en coros evitando la acumulación de figuras humanas en escenarios. El ‘más difícil todavía’ lo constituyó la temporada pasada, en que se mantuvieron funciones pese a la sangría económica del recorte de aforo. En la presente, con los coletazos de las nuevas variantes de Covid, se ha mantenido casi todo lo anunciado, aunque obligando a suspender en enero una función de ‘La bohéme’ por culpa de ómicron.
“La tetralogía del Nibelungo, a razón de título por temporada, ha coincidido con los peores momentos en el espectáculo operístico europeo”
Cruzando estas cuatro y accidentadas temporadas, un ciclo wagneriano con obras de gran calado que siempre representan un reto para ser escenificadas. El recorrido acaba este febrero con la última y la más dilatada en tiempo y épica de todas ellas, ‘El ocaso de los dioses’. Frente al variado abanico de versiones teatrales, se eligió la de Robert Carsen, estrenada en Colonia en 2000 y que ha rodado por otros escenarios, con una lectura en clave ecologista de la mítica fábula a la que se privó de la arquitectura, escenografía y estética de fábula mitológica tradicional. Esta reinterpretación la ha llevado a una metáfora contemporánea sobre la amenaza de un mundo en crisis como consecuencia de desastres ambientales y sobreexplotación de recursos. Si la primera entrega, ‘El anillo del nibelungo’, era original por el enfoque, esta cuarta ya no tiene sorpresas, y su plástica y tratamiento es un ‘déjà vu’. Carsen ha sido capaz en el Real y en otros escenarios de tocar con sus dedos lo sublime (‘Diálogos de carmelitas’) y lo disparatado (‘Salomé’); hoy se le considera en el club de la ópera como un director con talento, imaginación y audacia pero que no tiene la garantía de dar en el blanco con todos sus montajes. Cerró 2021 con la nueva puesta en escena de ‘Alcina’ de Händelen París en un montaje lleno de rigor y atrevimiento a la vez, pero que despertó las iras de una cierta claque, y que merecería verse entre nosotros.

La culminación de la tetralogía con ‘El ocaso de los dioses’ es el punto final a una empresa que sobre el papel significaba un desafío pero a la que la crisis social-sanitaria ha tensado aún más. Un director de orquesta, Heras-Casado, en plena eclosión internacional, pero a quien un sector de la crítica nacional ha puesto defectos en esta versión, un enorme esfuerzo de producción con 115 instrumentistas entre los que una parte salen del foso para ocupar ocho primeros palcos para cumplir protocolos sanitarios, más 62 participantes en el coro y 17 actores-figurantes, y un reparto de primeras figuras internacionales: Andreas Schaper (Siegfried), Lauri Visar (Gunther), Martin Winckler (Alberich), Stephen Milling (Hafen), Ricarda Merbeth (Brünhilde), Amanda Majoski (Gutrune), o Michaela Schuster (Waltrase), entre otros. Una producción que por su pulso sienta un precedente. Las nueve funciones hasta el 27 de este mes no han sido un camino rodado cuando las circunstancias son atípicas.
Carsen se apoya en el escenógrafo-figurinista Patrick Kinmorth y el iluminador Manfred Vosk como factores clave de este espectáculo que deriva el relato hacia una lectura ecologista con estética contemporánea. No es el ciclo del nibelungo de otras épocas, sino cuatro Wagner desplazados del universo del mito a los titulares de hoy. Gane o pierda el traslado, la apuesta ha sido exigente, y ha tensado las posibilidades del propio Real en el peor momento de la reciente historia del espectáculo europeo.
“En ‘El ocaso de los dioses’ el coro sigue con mascarillas, se ha adaptado la ubicación de los 115 músicos a las nuevas condiciones hasta ocupar primeros palcos, haciendo de la necesidad virtud»
La vuelta a la normalidad del coliseo dentro de sus objetivos estratégicos busca potenciar su área audiovisual –’El ocaso…’ se ha grabado al igual que el resto del ciclo para su explotación posterior–, llegar a nuevos públicos, y buscar una ‘sala b’ donde se puedan representar títulos de otros formatos. El Liceu está a punto de conseguirlo con su futuro teatro en lo que fuera el solar del antiguo Imax junto al Puerto Olímpico. El Real mira en distintas direcciones, una vez frustrada su controvertida fusión con La Zarzuela. ‘El ocaso…’ cierra un ciclo con sabor agridulce.