Cultura & Audiovisual / Equipo Lux ■
Sobre las actuales óperas norteamericanas hay mucho prejuicio, y una parte de los ‘degustadores’ del género lírico las consideran ‘a priori’, ‘contaminadas’ por el gran espectáculo y ‘primas hermanas’ de los musicales. Sin embargo, las últimas ofrecidas por el Teatro Real son excelentes y su presencia es casi antológica: ‘Street Scene’ vista en 2018, una espléndida propuesta coral con un tratamiento escénico muy logrado, ‘Dead Men Walking’ (2019) una vibrante, emocionante y conseguida reflexión sobre el dolor humano, el castigo y el perdón, y ‘Orphée’ (2022) de Phillip Glass, un montaje ‘mínimo’ en cuanto a medios pero ‘gigante’ en el tratamiento gracias a la luminosa visión escénica de Rafael R. Villalobos.
“El Teatro Real representa siete funciones de la coproducción con las óperas de Copenhague y Escocia”
La tendencia se confirma con ‘Nixon in China’, una ópera estrenada en Houston en 1987 y cuya presencia ha sido continuada en estas décadas en los mejores y más prestigiosos escenarios del mundo, y que ahora llega por primera vez a España. Con un motivo argumental tan atípico como el viaje de Nixon de 1972 en plena Guerra de Vietnam y cuando la Guerra Fría se mantenía viva, aunque hubiera cambiado la letra de sus discursos, esta ópera que se representa a lo largo de siete funciones, la última el 2 de mayo, es una producción tentadora y sumamente interesante.
Desde la perspectiva musical, John Adams (1947) forma parte del minimalismo americano tan querido por autores como Phillp Glass o Michael Nyman; y lo combina con añoranzas de la ópera clásica del XIX y principios del XX, singularmente Richard Strauss, aunque con la introducción de instrumentos típicos de época contemporánea, como el sintetizador, orquestaciones muy originales y un tratamiento sofisticado en la acústica de las voces sumamente novedoso.
Quien crea que ‘Nixon en China’ es un mero retablo historicista sin otro interés que la anécdota se equivoca. Con criterio, los diálogos del libreto fueron encargados a una poeta, Alice Goodman (1958), que rodea a la controversia diplomática- ideológica-social-personal entre Nixon-Mao, Kissinger-Chu en Lai, Pat Nixon y Chiang Ch’ling, esposas de los presidentes, y sus discursos políticos, de un lenguaje lleno de talento, bajo rasgos poéticos acentuados; presentes en buena parte de la obra cuyo libreto es muy bueno, y que se cierra con una reflexión en clave de poesía nada parecido a los finales estruendosos y dramáticos de otras obras.
En estos años, la ópera de Adams ha tenido variados tratamientos escénicos; el de esta coproducción entre las óperas de Madrid, Copenhague y Escocia es imaginativo y muy inspirado. Bajo la omnipresencia del mundo de la imagen, con las permanentes apariciones de documentos, fotos y filmaciones documentales, aspecto imprescindible en el montaje, y los constantes cambios de situación bien resueltos desde el punto de vista del ritmo de la acción, con dos partes muy contrastadas. La primera es dialéctica, la segunda marca los contrastes siempre con la música como guía con la aparición del excelente ballet –mejor en la producción de Madrid que en las de otros escenarios donde superficialmente se resolvía con un par de bailarines– en las que el mundo de las esposas de los dirigentes se contrapone. El director escénico John Fulljames (con el escenógrafo y figurinista Dick Bird), que hizo un magnífico trabajo en ‘Street Scene’ hace cinco años en este mismo teatro, genera una amplia variedad de ambientes a través de la luz y las técnicamente muy conseguidas proyecciones –como en la escena de la cena–, además de trabajar minuciosamente la dirección de actores: los personajes se distancian de las caricaturas o las superficiales imitaciones. De esta manera, los cantantes que encarnan esos tipos históricos se ofrecen desenvueltos, seguros de sí mismos y alejados de la rigidez del estereotipo o de la mímesis barata. Lo importante no es la caracterización, sino que sus personajes lleguen a hacerse creíbles aunque pesen más o menos kilos que los reales, tangan la nariz torcida o recta.
Más allá de la belleza, diversidad y brillantez de la partitura dirigida en unas funciones por la coreana Olivia-Lee Ginderman y en otras por el griego Kornilios Michailidis; en un trabajo que exige muchos matices, porque se cruzan estilos y procedencias diversas, instrumentaciones sinfónicas que parten de una tradición decimonónica y nuevos lenguajes e instrumentos. Los cantantes están muy a la altura del doble reto de voz/expresión actoral, donde destacan Leigh Melrose (Nixon), Jacques Imbrailo (Chu),Sarah Tynan (Pat Nixon), Alfred Kim (Mao), o el coruñes Borja Quiza (Kissinger) con una caracterización que viene a demostrar que este barítono con grandes hechuras de actor se presta a los más variados tipos en la ópera o la zarzuela. Todos dentro de un gran conjunto vocal con la mención al papel que representa el Coro del Teatro omnipresente en la acción.
“Su autor, John Adams, estrenó en los 90 una obra sobre el secuestro del buque turístico ‘Achille Lauro”
Aunque desde el punto temático esta ópera de John Adams pueda crear cierta perplejidad antes de entrar al teatro (situación que se repite en la segunda de este compositor, ‘The death of Kinshofrren’ sobre el secuestro del barco ‘Achille Lauro’ estrenada en los 90 y que despertó polémica por el tratamiento de los asaltantes/terroristas), una vez que empieza ‘Nixon en China’ cualquier reticencia se deshace. No hay retórica nacionalista, sino un choque dialéctico y estético que responde al punto de vista del propio Adams: «Tanto Nixon como Mao fueron unos grandes manipuladores». Tampoco tiene pizca alguna de maniqueísmo, y va mucho más allá del debate ideológico implícito en el contexto argumental: es una ópera con un buen libreto que desde el punto de vista musical está llamada a pasar al repertorio.