Crónica Mundana / Manuel Espín
La incursión del ejército de Israel contra Hamás, que ha causado unos 200 muertos, de ellos un número importante de menores, debe plantear a la comunidad internacional, tanto a Naciones Unidas, como la UE y Estados Unidos, la urgente necesidad de acabar con un endemoniado ciclo de odio y muerte, con el riesgo de que el conflicto vuelva a convertirse en una guerra regional como las anteriores. Las destrucciones en obras civiles, infraestructuras energéticas, hospitales y medios de comunicación no pueden hacer olvidar que el discurso de los halcones, por ambos lados, es tremendamente peligroso y un veneno para la convivencia entre dos comunidades enfrentadas. Israel tiene todo el derecho del mundo a garantizar su seguridad, pero la respuesta al lanzamiento de cohetes por facciones palestinas no significa un derecho absoluto a imponer su fuerza, y la lucha contra los irredentos del movimiento palestino no da derecho a una patente de corso.
“La sangrienta incursión contra Hamás revela la facilidad para quebrar el ‘statu quo’ y la carencia de unas condiciones que permitan la supervivencia de dos comunidades enfrentadas”
Lo sucedido en estos últimos días es una consecuencia de una equivocada secuela de decisiones en torno a un conflicto que sigue cada vez más enconado. Trump no estuvo acertado reconociendo la capitalidad de Jerusalén. Ahora Biden ha debido afrontar una dura papeleta: parar las resoluciones de Naciones Unidas muy duras contra Israel defendiendo un “diálogo estable” que permita generar condiciones adecuadas para la paz entre las dos comunidades. La importancia de Europa y de Estados Unidos en este tablero es decisiva: la garantía respecto a la existencia de Israel y su derecho a mantener unas fronteras seguras no puede hacerse a costa de ignorar los derechos de la otra parte: el primero de ellos el derecho a la vida.
En esta situación hay una constatación de un terrible fracaso por parte de la comunidad internacional, que ha sido incapaz de generar unas condiciones adecuadas para que las dos facciones se sienten a hablar y a negociar, favoreciendo pasos que permitan establecer nuevas condiciones para la paz. Lo terrible de esta situación es cómo la pérdida de iniciativa y protagonismo de los países árabes ha sido manifiesta en los últimos tiempos, sin capacidad para establecer cauces de diálogo que permitan afrontar un conflicto que se extiende a lo largo de las décadas y marca a distintas generaciones.
El peor favor que se puede hacer a la causa de la paz o a la defensa de Israel es el del ‘cheque en blanco’ para actuar sin limitación alguna. Cualquier causa belicista o incitación a la violencia debe ser condenada sin paliativo alguno. Pero, a la vez, tanto Estados Unidos como Europa han fracasado en la generación de unas condiciones para establecer espacios de diálogo entre quienes llevan generaciones enfrentados a fuego y sangre. Condenar el lanzamiento de cohetes por Hamás contra territorio de Israel no quiere decir aplaudir respuestas capaces de generar todavía más traumas.
La reflexión sobre lo ocurrido estos días en una zona del mundo tan sensible como Oriente Próximo, Israel y Palestina debe llevar a la urgente necesidad de hacer sentar a los interlocutores en una mesa de negociación bajo el peso tanto de las agencias internacionales como de las grandes potencias. Lo que no puede haber es derecho alguno que justifique una sola muerte más, sea del bando que se trate, ni imágenes de destrucción como las vistas en los pasados días a través de las cadenas de televisión. Generar las condiciones para un compromiso es ahora más esencial que nunca para evitar un enconamiento de una situación perversa en la que no siempre la fuerza ofrece garantía absoluta para generar seguridad.
“La ONU, Europa y Estados Unidos tienen que realizar un gran esfuerzo para acabar con una masacre que no admite calificativos y tensa aún más las relaciones entre Israel y Palestina”
Parece intolerable que a estas alturas se haya fracasado en la creación de un marco estable que permita la convivencia entre quienes son distintos pero no necesariamente tienen que estar obligados a relacionarse a través de la fuerza de las armas. Parar cuanto antes esta guerra y establecer condiciones para una negociación es en estos momentos más esencial que nunca, y un reto para los sistemas democráticos. Lo visto en los últimos días revuelve la conciencia y apela al sentido común por parte de todos; sin pretexto alguno para sentarse a negociar unas condiciones de paz que deben ser asumidas por los hasta ahora enemigos a sangre y fuego.