Cultura & Audiovisual / Equipo Lux
La aparición de Netflix y el resto de las plataformas en ‘streaming’ convulsionó el mapa audiovisual de Europa, al temerse una ‘invasión’ de los modelos de Hollywood y la destrucción no sólo de las salas de cine, sino del talento local. La discusión sobre el papel que le podría corresponder a Netflix también se produjo en España; aunque con rapidez salió al paso de las reticencias desarrollando ‘Las chicas del cable’, lanzada como primera gran serie hecha en España en un momento en que las productoras locales, hasta entonces con un modelo de negocio enfocado a las televisiones generalistas, variaron su mirada hacia las plataformas: Netflix, Movistar, HBO, Amazon y otras. La primera de ellas comprobó que el producto español podía colocarse en el resto de los mercados de habla hispana y en Estados Unidos, y que algunas series podían ir más allá, como ha ocurrido con ‘La casa de papel’, en los más diversos mercados del mundo; dentro de la política de descentralización y desarrollo del producto local que gracias a la plataforma de pago puede ser visto en otros mercados.
“Desde principios de 2021 tributará desde España y no de Holanda”
Netflix ha ido más allá, vía su alianza con Secuoya, la productora de Raul Berdonés, impulsora del conjunto de estudios y servicios instalados en Tres Cantos (Madrid) con quien mantiene un acuerdo para el uso de esas instalaciones. En distintas etapas Netflix ha estado detrás del más variado abanico de series, algunas verdaderos éxitos internacionales como ‘La casa de papel’, y otras fracasos como ‘White Lines’ rodada en Ibiza; entre otras, comon ‘Toy boy’, ‘Valeria’, ‘El vecino’, ‘Elite’ o ‘Los favoritos de Midas’, dentro de una larga relación. En varias de esas series participó Atresmedia, que ahora potencia Buendía Estudios, cuya titularidad comparte con Telefónica al cincuenta por ciento. Netflix, como las otras plataformas, también ha auspiciado la producción de largometrajes españoles, mientras las televisiones lo han hecho con los derechos de antena, dentro de un sector cada vez más diversificado y con diferentes ‘ventanas’ de explotación.
Las plataformas eran puestas en cuestión por dos motivos. El primero afecta a toda la economía digital: la tributación en los países donde obtienen beneficios. Hasta ahora Netflix lo hacía en Holanda, que junto a Irlanda mantiene un régimen fiscal descaradamente competitivo con el resto de la UE. Las normativas comunitarias han tratado de regular esa tributación en favor de las economías donde se generan los servicios. Netflix se ha desenvuelto en nuestro país con dos sociedades: Los Gatos Servicios de Transmisión –España, dedicada a la explotación y la mercadotecnia–, y Los Gatos Entretenimiento –a los contenidos–. El nombre no debe ser considerado una excentricidad: la sede mundial de Netflix está en 100 Winchester Circle, de Los Gatos (California). En 2018 declaró en España unos ingresos algo superiores a los 500.000 euros y un beneficio neto de 9.000 de los que resultaron 3.000 euros a pagar como Impuesto de Sociedades, dado que se trataba de una sociedad radicada en Holanda.
Con las mismas obligaciones que las empresas españolas
Las cosas cambian desde el 1 de enero: la sociedad registraba hace unas semanas su nueva marca española: Netflix Servicios de Transmisión España, con la que liquidará las cuotas a sus casi 4 millones de abonados, con tarifas variables según los paquetes combinados y las opciones a elegir a la carta. Esos millones son una parte de los 200 millones que espera alcanzar en los próximos meses en la esfera mundial. En su identidad de origen como sociedad, Netflix posee dos sociedades y dos áreas definidas: la explotación y comercialización por un lado, y la producción de contenidos por otro. Entre sus objetivos aparece la distribución de largometrajes, series, documentales, teatro y cualquier otra forma para cine, televisión y teatro.
“Hoy tiene casi cuatro millones de abonados en España; pagó en 2018 sólo 3.000 euros de Impuesto de Sociedades”
Por otra parte, tanto Netflix como el resto de las plataformas en ‘streaming’ se verán próximamente afectadas por la obligación de producir contenidos españoles como ahora hacen las televisiones generalistas en abierto. Uteca, la entidad que agrupa a varias de esas cadenas, viene pidiendo desde hace tiempo a la Administración que las plataformas asuman las mismas obligaciones que a ellas les imponen la legislación española. Netflix se defendió de esa obligación, aduciendo que saca adelante abundante producto español para su explotación mundial; de la misma manera que antes ha justificado su baja tributación en España por el dinero que aporta en inversión directa, contratación de trabajo y servicios a ciudadanos y empresas locales. Ahora el cambio afecta a la liquidación de las cuotas a los abonados del servicio, que se llevará a cabo a través de una empresa radicada en España y no en territorio holandés.
Hay un elemento añadido: su elevada inversión en publicidad dentro del territorio español; que genera recursos y empleo. Un capítulo en el que Netflix y Movistar destacan sobre el resto, tanto en publicidad exterior como en medios sectoriales. En unas semanas conoceremos los datos del ejercicio 2020 en las plataformas, en principio llamativos, porque la pandemia ha dado impulso a esas formas de negocio, frente al forzado cierre de las salas de cine y a las dificultades de la exhibición con aforos menguados y estricto protocolo sanitario, que para muchos exhibidores ha supuesto un incremento de gastos con las recaudaciones más menguadas de la historia.