Cultura & Audiovisual / Equipo Lux ■
Cuesta entender por qué en más de siglo y medio desde su estreno en Milán en La Scala de Milán en 1842 y su representación en el Real de 1853, ‘Nabucco’ de Verdi, un título fundamental en el repertorio de la gran lírica, no se haya visto en este coliseo (aunque en este largo tiempo ha habido en España alguna ‘cutre’-representación). Pero no sólo esta obra destaca por su impecable partitura y por incluir alguno de los momentos más representativos y celebrados de la historia de la ópera, como el ‘Va pensiero’, sino por tratarse de algo que va más allá del espacio del arte puro y cuyas lecturas en clave social, cultural y política han sido amplias desde su estreno milanés, donde ya se gritó ‘!Viva la libertad!’ al final de la representación. Con un libreto de Temistocle Solera basado en ‘Nabucodonosor’ de Auguste Dnicet-Burgeois y Francis Cornu y un ballet de Antonio Cortesi, esta historia bíblica de babilonios e israelitas en un momento de transición entre el politeísmo y el monoteísmo, era capaz de adquirir toda clase de lecturas. Empezando por la que en su día se le dio: el conflicto entre una aristocracia austriaca cuyo poder político y económico se extendía por el norte de la península, y el pueblo italiano, los plebeyos, la clase trabajadora y la pequeña burguesía dispuestas a luchar por su emancipación no ya política, sino como clase social que emergía sobre el curso de la historia dispuesta a revindicar sus derechos.
“Nicola Luisotti, el coro y la parte musical se imponen a una dirección escénica sin imaginación”
En épocas contemporáneas esta base excepcional a partir del ‘Nabucco’ verdiano, cuya partitura sigue siendo excelsa, ha dado lugar a toda clase de ubicaciones: desde aquellas donde se representan como judíos pre y post-Holocausto, a las que se han hecho en clave de una antigüedad de ribetes ‘kitsch’. Una antología de versiones sobre esta obra a lo largo de las últimas décadas transita desde la espectacularidad más desbordada, con caballos y cuadrigas en escena como las de algunas ‘Aída’, en un itinerario que recorre los más variados escenarios: Nueva York, Londres, Buenos Aires, Alemania, Israel, Francia, y como siempre Italia, especialmente La Scala, donde se estrenó. Dentro de ese abanico, en Verona se hizo al aire libre en 2018 un gran montaje en clave historicista que ubicaba la historia en el XIX italiano, de la misma manera que en 2013 se vio en Bolonia y otros escenarios otra muy distinta del japonés Oída con una estética inspirada en la plástica samurái. Todas las lecturas caben en ‘Nabucco’, y en esta ocasión el argumento se sitúa en el XIX italiano en el momento en que la obra fue estrenada.

La concepción de esta coproducción del Real junto a la Ópera de Zurich, dirigida escenicamente por el húngaro-alemán Andreas Homoki es casi ascética, de una desoladora desnudez, y un único espacio donde se desplaza de forma caprichosa una especie de enorme muro en un fondo verdoso oscuro, de tremenda dureza y frialdad hacia el espectador, aliviado tan sólo por un buen diseño de vestuario monocromático, según la clase o grupo que representa, bajo la estricta escenografía de Wolfgang Gussman, creador también de los figurines junto a Susana Mendoza. Ese tono plano de la dirección escénica se convierte en una tónica de esta versión carente de colorido plástico. Se han podido ver montajes que llegaban a prescindir de la totalidad de la escenografía, como el admirable ‘Diálogo de carmelitas’ dirigido por Robert Carsen; pero en este caso la elección del espacio escénico no aporta expresividad alguna.
La ausencia de imaginación se evidencia desde la perezosa resolución teatral de la obertura, con una subida y bajada de telón a modo de ‘flashback’ para contar la muerte de la esposa y las dos niñas huérfanas, como si se tratara de una representación de otra época, cuando no había los recursos de iluminación o de creación de espacios escénicos de nuestro tiempo. Esa limitación se trasluce en el momento más emotivo y emblemático de la obra, el famoso ‘Va pensiero’, al que le falta vibración y le sobra frialdad.
La tabla de salvación la pone la dirección musical de Nicola Luisotti, con la vitalidad a la que acostumbra, una sensible interpretación de matices que se percibe desde la obertura y se impone a lo largo de la función, junto al meritorio y excelente trabajo en todos los sentidos del coro, verdadero protagonista, y luz junto a varios de los cantantes frente a un tratamiento escénico carente de imaginación, frente a las enormes posibilidades que un título como éste permite a un director teatral, y la facilidad creativa que ofrece el Real, con una capacidad de conciliar el clasicismo con las nuevas tendencias como uno de los aciertos de Joan Matabosch, director artístico del Teatro.
“15 representaciones hasta el 22 de julio, triple reparto, grabación para TVE y RNE, pantallas gigantes el 14 y 15 en la plaza de Isabel II, y emisión gratuita en directo a ayuntamientos y centros culturales”
Quince funciones de ‘Nabucco’ hasta el 22 de este mes, con triple reparto de primeras figuras en un buen momento, y algunos nombres españoles emergentes, entre otros, Luca Saisi, George Gagnide, Gabriele Viviani, Luis Cansino (Nabucco), Michael Fabiano, Eduardo Aladrén(Ismael), Dmitry Bolosselski, Roberto Tagliavini, Alexander Vinogradov (Zacarías), Anna Pirozzi, Saioa Hernández, Oksana Dyka (Abigail), Silvia Tro Santafé, Elena Maximova, Aya Wakizono (Femena), Simón Lim, Felipe Bou (Gran Sacerdote), Fabián Lara (Abdallo) o Maribel Ortega (Anna).
El día 15 se verá en directo en diversos lugares de España, y en la Plaza de Isabel II de Madrid el 14-15 a través de pantalla gigante, y será grabada para TVE y Canal Clásico de RNE. Fundación BBVA patrocina las representaciones.