Humor asalmonado / Mateo Estrella ■
Enero está siendo un período de convulsiones en las redes sociales y en los medios de comunicación tradicionales. Estos últimos cada vez se asemejan a las redes en el fanatismo hacia todo aquel o aquella que se menea. Y no hago alusión a Shakira Mebarak en su contencioso con Gérard Piqué, sino a los últimos encontronazos entre políticos y periodistas nacionales. Internautas, lectores, espectadores, toman partido a favor y en contra con vehemencia. El galimatías está servido.
Para acentuar las similitudes, tanto en el caso de la expareja como en las otras embestidas, se da un factor común: el ataque de cuernos. Sin menospreciar el componente crematístico, la pasta en sentido vulgar. Tal como cantaba en ‘Cabaret’ Liza Minnelli, “el dinero hace que el mundo se desate”.
¿Influyen cuernos y pasta en la cruenta guerra que implica a personajes notorios del centroderecha con insultos y descalificaciones mutuos?
¿Influyen cuernos y pasta en la cruenta guerra que implica a personajes notorios del centroderecha, con insultos y descalificaciones mutuos, cuando semanas antes se llevaban a repartir un millón? (perdón, quería escribir a partir un piñón). ¿Qué ha ocurrido, entre Rocío Monasterio, Isabel Díaz Ayuso, Iván Espinosa de los Monteros, Federico Jiménez Losantos, y un largo etcétera de secundarios, para que en un año de prometedoras elecciones, hayan ignorado sus ideales comunes y se comporten como …? (rellénese la línea de puntos según preferencias).
¿Pintan algo en este disloque las ideologías, o son un mero disfraz? Siempre se ha afirmado que las izquierdas se caracterizan por la fragmentación y el cainismo. ¿Llega el turno de que se muelan a palos dialécticos los de centroderecha? ¿Ha caducado el ‘antisanchismo’ como engrudo para las legítimas aspiraciones del Partido Popular, Vox y (los residuos de) Ciudadanos para ocupar el Consejo de Ministros?
Otras dudas surgen en esta barahúnda de preguntas. ¿Deberían reunirse Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en un monasterio, lejos de la maledicencia pública y con la mediación de Ursula von der Leyen, con el fin de pactar una alternancia equitativa en el poder?
Tenemos precedentes históricos con el pacto de El Pardo entre Antonio Cánovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta en 1885, que dio estabilidad política a la Patria común. Lástima que la rotación estallara cuando un anarquista y periodista (no tenemos remedio) italiano, Michele Angiolillo, asesinara a Cánovas con tres disparos de revólver cuando leía plácidamente un periódico (de nuevo la prensa) en un balneario guipuzcoano.
Es lógico que ni Sánchez ni Feijóo se arriesguen al apaño, aunque la inestabilidad política y la enorme deuda pública española pudieran llevar a Von der Leyen y al Fondo Monetario Internacional a imponernos un primer ministro tecnócrata, formado en Goldman Sachs, para reconducir nuestra economía con duras consecuencias para el bolsillo de los españoles.
También pudiera sospecharse, con fundamento, que estoy soslayando el tema de fondo de esta crónica, yéndome por las ramas. El tema de fondo se centra en las motivaciones que han llevado a sus protagonistas a un duelo a degüello, a pesar de sus presuntas afinidades sobre lo que necesita España para volver a sus esencias. Sean éstas las que sean, pues hasta ahí no llego.
Sorprende la paradoja de que Espinosa de los Monteros mantenga una tesis similar a la de Pablo Iglesiassobre las motivaciones de Jiménez Losantos para montar el follón. Sostienen ambos, desde las antípodas, que el boicot de Vox a los presupuestos de Díaz Ayuso ha provocado que el famoso comunicador pierda publicidad institucional en sus medios, debido a la congelación de fondos en la Comunidad de Madrid. Yo mantendré un silencio sepulcral. No tengo la menor intención de meterme en un jardín plagado de cactus.
¿Deberían reunirse Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en un monasterio, con el fin de pactar una alternancia equitativa en el poder?
Ahora que he conseguido alcanzar el final de esta crónica sin más espacio para las especulaciones, dejo al criterio de los lectores la respuesta a las interrogantes, de acuerdo con sus manías. Desde luego a mí no me van a coger en un renuncio para tildarme de facha o de rojo, como sucede día tras día en Twitter a los líderes de opinión.
Subrayaré, para terminar, las sorprendentes rupturas de quienes fueron, hasta hace bien poco, compañeros de viaje turístico y de mesa en restaurantes de cuatro tenedores, en pos de arreglar la vida de los ciudadanos. El fuego amigo hace estragos en las propias filas. Que se lo pregunten a Cristina Cifuentes, o a Liz Truss por ir más lejos.