Crónica Mundana / Manuel Espín ■
Se puede hablar de casi una ‘tercera vuelta’ en las presidenciales francesas del pasado abril a celebrar en las legislativas de junio. El cálculo de los analistas no es erróneo: de haber sido Mélenchon candidato no sólo de su plataforma La Francia Insumisa, sino de toda la izquierda, se habría superado el 30% de los votos, siendo la lista más votada, y pasando a la segunda vuelta frente a Macron, que probablemente habría seguido ganando, pero dejando fuera a Le Pen. El hundimiento estrepitoso de los partidos y fuerzas tradicionales del mapa de la izquierda gala, socialistas, comunistas, ecologistas… ha ido a la par del inesperado éxito de Mélenchon, otro personaje salido hace diez años de las filas del PSF que ha pasado por otros partidos hasta construir de la nada La Francia Insumisa, que viene a ser una entidad con puntos en común con el Podemos de la primera hora. Hasta que se conocieron los resultados de la primera vuelta de las presidenciales donde LFI estuvo a punto de desbancar a Le Pen en el segundo lugar de las preferencias del electorado, Mélenchon fue considerado un advenedizo y un marginal de la política, condenado a un práctico testimonialismo. El vuelco ha sido considerable y ahora aparece como la cabecera de cartel de la totalidad de la izquierda gala de cara a las próximas legislativas, en lo que constituirá la mayor novedad de los comicios, donde por ahora todas las encuestas apuntan a Macron como ganador. La plataforma se llama Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes).
“A los socialistas franceses no les quedó otro remedio que integrarse en la plataforma para no desaparecer del futuro Parlamento tras el hundimiento estrepitoso en las presidenciales”
Los socialistas franceses han sido los últimos incorporados a las listas comunes bajo el paraguas de LFI y no sin tensiones internas en una decisión verdaderamente histórica casi ‘a vida o muerte’ refrendada por el 60% de los compromisarios. Oliver Faure, número 1 del PSF, ha dicho que «la izquierda no puede ganar salvo cuando va unida» pero el precedente de los tiempos de Mitterrand no sirve de nada. En aquella ocasión los socialistas eran cabecera de cartel con un gran respaldo popular frente al PCF en una posición mucho más minoritaria. Ahora tanto PSF como los comunistas franceses han sido vapuleados en las pasadas presidenciales hasta extremos inimaginables. Faure ha debido recordar el verdadero desastre de la candidata Anne Hidalgo, alcaldesa de París, con un insignificante 1,7% de los votos: en ninguna circunscripción el PSF logró superar el 5% de los votos. De acudir solos a las legislativas ni un solo representante socialista se sentaría en el Parlamento a juzgar por los datos de las presidenciales. La única posibilidad para salvar los muebles es hacerlo en la candidatura nucleada por LFI y Mélenchon en la que de las 577 circunscripciones se reservan 70 para que el PSF se presente en la cabecera y reciba el apoyo de toda la izquierda. Lo mismo que ocurrirá con ecologistas y comunistas, algo mejor parados que los socialistas pero aun así políticamente insignificantes por separado.
El objetivo de la operación es conseguir que tanto PSF como PCF y los ecologistas puedan tener suficientemente número de parlamentarios en la futura Asamblea, aunque el hegemónico dentro de la izquierda sea LFI. Pero la quimera va más allá: se trata de que esa alianza saque el suficiente número de votos y escaños aunque no gane para obligar a que Macron nombre primer ministro a Mélenchon, con el consiguiente giro a la izquierda de todo el mapa político francés, donde la extrema derecha de Le Pen, pese a su elevado número de votos, sigue siendo víctima del aislamiento impuesto por el resto de las fuerzas, desde la derecha conservadora-liberal a la izquierda.
La incorporación del PSF a la candidatura de Mélenchon no deja de marcar tensiones internas. Miembros destacados de ese partido anuncian su baja en las filas socialistas, a la que se han opuesto también personajes como el expresidente Hollande. El argumento es el temor a una descalificación en común de toda la izquierda si se adopta finalmente alguno de los puntos que más división reciben, como es la pretensión de LFI de no cumplir algunas reglas de Bruselas sobre la libre competencia en los mercados. Por lo que ahora será necesario renegociar el programa común de la izquierda para resolver los puntos más conflictivos, además de las diferentes posiciones de ecologistas y comunistas respecto a la energía nuclear, que finalmente el PCF acepta.
“El mayor obstáculo para el programa común: la propuesta de La Francia Insumisa de incumplir algunas reglas comunitarias sobre competencia en los mercados, aunque la redacción parece suavizarse”
Además aparece otro factor que la vieja guardia socialista teme: al estar en una plataforma común con liberales de izquierdas, ecologistas, comunistas, populistas progresistas y otras fuerzas menores, temen ser objeto de fuertes ataques desde medios conservadores: el PSF se encontrará en una perspectiva muy minoritaria a juzgar por los escasísimos apoyos en las presidenciales donde su candidata registró los peores datos que nunca ha alcanzado un político salido de sus filas.
Cuando además se va a contar con una peculiar composición de los electores, con una parte importante de la clase trabajadora que votará a la extrema derecha, los sectores industriales que apoyarán decididamente a Macron, mientras la candidatura de LFI como ya pasó en las presidenciales y en las legislativas puede ser más transversal: entre sus votantes hay residentes en barrios de ciudades dormitorio de Marsella, pero también mucha clase media urbana, jóvenes, ecologistas y una nueva izquierda que ya no es obrera como en otras épocas. Nupes necesita pasar a la segunda vuelta aunque no gane; aparece repleta de incertidumbres mientras Melenchon modera su el discurso: «No voy a aumentar el desorden» y aparece con imagen de responsabilidad. Un dato le refrenda: el 50% de los jóvenes dicen que le votarán en las legislativas. Pero ese grupo no son la totalidad de los votantes galos.