Crónica Mundana / Manuel Espín ■
El presidente centrista-liberal ganó en las últimas presidenciales recibiendo votos de todos los signos que no querían a la líder ultraderechista Le Pen en El Elíseo. Aunque las circunstancias de la sociedad francesa producen vuelcos. La aprobación por decreto de la ley de reforma del sistema de pensiones mediante el cual habrá que tener 43 años cotizados para percibir la pensión íntegra, y la edad sube de los 62 a los 64, ha despertado una oleada de malestar, y no sólo por ese tema. Macron y su partido, ahora denominado Renacimiento, frente al anterior En Marcha, dicen que la reforma «garantiza el futuro de las pensiones». Lo cierto es que el déficit llegaría en 2030 a los 13.000 millones de euros, cifra que podría ser asumida por los Presupuestos. Pero el miedo al déficit público ha forzado a Macron a tomar una decisión que parte importante de la sociedad francesa considera una provocación.
“El presidente dice que no va a cambiar de gobierno, ni disolver el Parlamento ni piensa en dimitir porque está al principio de su mandato, pero la situación social es cada vez más insostenible”
La Presidencia y su gobierno han actuado de forma errática, tratando de imponer una reforma de estas características sin acuerdos previos con las fuerzas sociales o con el Parlamento; por difícil que fuera alcanzar un consenso. Peor todavía: ante la eventualidad de ganar en el Senado, pero perder en la Asamblea, el proyecto ha salido adelante a través de una fórmula ofrecida por la Constitución bajo un procedimiento de urgencia que no permite la discusión párrafo por párrafo. Macron podría haber buscado el apoyo de Los Republicanos, el partido de la derecha tradicional, antes de presentar el proyecto de Ley, sin recurrir a una vía de casi decreto. Dando lugar a las dos mociones de censura presentadas tanto por la ultraderecha como por pequeños partidos. Esta última ha conseguido slo nueve votos de diferencia a favor del Gobierno, mientras la calle vive una situación cada vez más difícil, y los sondeos de opinión ofrecen un resultado muy negativo para el gobierno, con un 70% de ciudadanos contrarios a la reforma.
La respuesta ha sido contundente, con grandes manifestaciones, y las convocatorias de paros en sectores no sólo estratégicos, sino que representan un escapare de primer nivel. Donde se han producido choques entre la fuerza pública y grupos de manifestantes con gran número de detenidos y heridos tanto entre policías como en los que protestaban, y la generación de daños en bienes y servicios. El Gobierno achaca esos incidentes violentos a grupos de extrema izquierda; en lo que constituye otro más de los traspiés del actual Ejecutivo: su fracaso en la política de orden público. Para cualquier responsable de un Ministerio del Interior es imprescindible el respeto al ejercicio del derecho de manifestación, más en actos multitudinarios; y especialmente el aislamiento de los provocadores y violentos para su represión, sin confundir entre quienes se manifiestan de forma pacífica y los que recurren a la violencia o generan el caos.
La crisis ha producido daños en la imagen del país, con sectores especialmente sensibles como el de los controladores o la limpieza, y se podría abatir sobre el sector turístico en el principio de la temporada de primavera-verano. Ante la negativa rotunda de Macron a recurrir a las urnas y escuchar a la ciudadanía, al Elíseo sólo le queda ganar tiempo y cambiar de capítulo, focalizando la imagen pública en temas ajenos a la reforma del sistema de pensiones. A la presidencia de la República le faltan nada menos que cuatro años de mandato, y este factor juega a favor de Macron, porque confía en que para las presidenciales nadie se habrá acordado de esta crisis. Ahora busca el apoyo de Los Republicanos, y dice que en próximos días convocará a los sindicatos para la reanudación del diálogo social.
Pero no se sabe qué pasará si la tensión en la calle sigue en aumento y se repiten los enfrentamientos entre manifestantes y las unidades de élite de la fuerza pública. El panorama tampoco es halagüeño cuando en el hipotético y por ahora improbable supuesto de una disolución del Parlamento se diera el caso de una Asamblea ingobernable, con una crecida extrema derecha y una izquierda encabezada por Mélenchon que integra a las variadas fuerzas (socialistas, comunistas, nueva izquierda, ecologistas, liberales de izquierda, progresistas…). Con un mapa político que puede poner en evidencia la distorsión que representa el sistema electoral a doble vuelta (frente al proporcional) en el que se vota para evitar un mal mayor, como ocurrió en las últimas presidenciales en las que Macron recibió no sólo votos del centro y de la derecha, sino de toda la izquierda, para parar los pies a Le Pen.
“Busca ganarse a Los Republicanos, la derecha conservadora-liberal y convoca a los sindicatos a próximas reuniones para aplacar la oleada de huelgas y manifestaciones callejeras”
Los datos del sondeo publicado el pasado domingo en ‘Le Journal du Dimanche’ son inquietantes para el gobierno. En caso de disolución del Parlamento, el 26% de los electores votarían por la extrema derecha de Le Pen (26%) empatado con la izquierda radical de Nupes (Mélenchon) (26%) en el primer puesto, mientras Renacimiento, el partido de Macron tendría el 22 y Los Republicanos, el partido de la derecha tradicional, retrocedería a un 10%. Cuando el malestar social va más allá del tema de las pensiones y se acumula en variados contenidos que ponen al gobierno de Macron contra las cuerdas.