Crónica Mundana / Manuel Espín ■
La reforma de las pensiones es un tema tabú que genera impacto social y tiene importantes repercusiones públicas. Macron lanzó meses atrás su propio plan donde se contempla un retraso en la edad para cobrar una pensión, que sube de los 62 años a los 64 o 65 según el régimen. La anterior reforma de Hollandeamplió el tiempo cotizado a los 43 años en los nacidos después de 1973 para percibir la completa. El argumento del actual Ejecutivo francés se basa en el déficit de las pensiones, calculado en unos 10.000 a 12.000 millones, factura que los críticos a la reforma consideran no excesiva y soportable habida cuenta de los 340.000 millones destinados a pagar este capítulo, más o menos el 14% del PIB galo.
“Se eleva de 62 años a 64 o 65 el mínimo de edad para poder jubilarse”
Macron argumenta que la reforma es necesaria «para asegurar el futuro de las pensiones». En el trasfondo aparece el compromiso de la UE para la reducción del déficit público al 3% en 2027. Quienes se muestran en contra del cambio afirman que se podría haber recurrido a eliminar recortes y desgravaciones en el impuesto de sociedades en vez de a imponer una elevación de la edad para percibir una pensión pública.
En el frente político, la presidencia tendrá que asumir un coste por esta decisión, y especialmente el formato decidido para aprobarla. A través de un procedimiento de urgencia en el Senado sin enmiendas, donde no se ha podido discutir artículo por artículo, sabiendo que en la Cámara Alta la mayoría es conservadora con la suma de votos de fuerzas que apoyan a Macron y las de Los Republicanos, el partido de la derecha conservadora-liberal, por 195 votos a favor y 112 en contra. Más difícil en la Cámara Baja, donde los grupos aparecen más igualados en la Asamblea. Con un procedimiento posterior de acuerdo entre ambas cámaras de la que sale la definitiva ley. La primera ministra Elisabeth Borne califica la reforma de «paso decisivo para resolver el tema de las pensiones», pero la opinión pública no secunda sus palabras.
El proyecto nace cojo: todo acuerdo sobre pensiones que previamente no cuente con un cierto pacto previo entre sindicatos-empresarios-Gobierno está condenado a generar malestar social. En este caso, el procedimiento de urgencia sin posibilidad de realizar aportaciones o cambios es muy criticado. Los sindicatos no se han echado atrás: desde las pasadas semanas convocan jornadas de protesta con actos en la totalidad del país y una masiva asistencia. Macron reconoce ese malestar social dando a entender que es consciente del desgaste político que supondrá para el Ejecutivo.
El impacto de las protestas parece haber ido más allá de lo soportable: los sondeos de opinión ofrecen una opinión claramente mayoritaria en contra de subir la edad a partir de la cual se comenzará a percibir una pensión. Está por ver en cuánto se puede calcular la influencia de ese malestar desde el punto de vista político, y si la decisión no tendrá un excesivo peso en la gobernabilidad y las futuras expectativas electorales de Macron. Pero al mismo tiempo abre un escenario nuevo, con el decidido apoyo de Los Republicanos, la derecha tradicional’, a esa línea de gobierno frente a los otros dos bloques en liza dentro del Parlamento y la sociedad gala: la extrema derecha del Reagrupament, y la Francia Insumisa que reúne a la izquierda y sus plurales asociados, y donde el PSF aparece como uno de los mayores críticos a la reforma junto a Mélenchon.
Para los gobiernos europeos se hace necesario ajustar los PIB para cumplir en los próximos años con el compromiso del déficit ante la UE, aunque a la vez aumentan los matices y situaciones a considerar por los cambios sociodemográficos y los procesos de tecnificación. Lo que en bastantes aspectos remite finalmente a términos ideológicos: ¿hacer recortes en pensiones o mantener desgravaciones y rebajas en impuestos como sociedades? Bajo una circunstancia tan especial como la de estos meses, en los que tras el ‘shock’ de 2020 con la pandemia, 2022 bajo la influencia de la guerra de Ucrania ha venido a representar un problema, con el incremento de la inflación a extremos insoportables, y la generación de malestar social a través de lo cotidiano, como el precio de la energía o de la cesta de la compra. Mientras que el apoyo a las empresas se hace imprescindible para evitar un enfriamiento de la economía tras impactos como la Covid o Ucrania.
“El centrista Macron tiene a su favor a Los Republicanos frente a los sindicatos y la izquierda”
Necesario cruzar elementos contrapuestos a la hora de afrontar el retraso en la edad de jubilación; como la dificultad que la edad representa para ciertos trabajos o actividades de mayor dureza, frente a la elasticidad de actividades, en las que es perfectamente asumible e incluso favorable el retraso en la jubilación, cuando la actividad laboral siga siendo soportable y favorezca la inserción. ¿Hasta qué punto el edadismo condicionará en el futuro la fecha de jubilación?, ¿cómo afrontarán los Ejecutivos la transición hacia un modelo de prolongación de la actividad laboral y de qué manera es imprescindible diversificar la fecha del retiro según cada actividad laboral, los condicionantes físicos del trabajo o las situaciones personales y las del proceso productivo?, ¿cómo impacta la prolongación de la actividad de los mayores en las expectativas laborales de los jóvenes?, ¿de qué manera una hipotética semana laboral de cuatro días puede favorecer el retardo en la fecha de la jubilación?
En Francia, además, el sistema es muy diverso y complicado en función de la extremadamente variada tipología de situaciones y regímenes.