Crónica Mundana / Manuel Espín
Una piedra tirada en la superficie de un lago, y una reacción en cadena en la esfera mundial con consecuencias abiertas en todos los campos. No sólo en el terreno económico y comercial, sino en el estratégico. En los últimos días se han podido escuchar opiniones radicales pidiendo a la OTAN el cierre de los vuelos sobre Ucrania, lo que significaría la intervención directa de la Alianza contra una potencia nuclear como la Federación Rusa. Si la invasión de Putin ha sido un gesto ultranacionalista ante el que no caben justificaciones –la guerra ha hecho que su popularidad en Rusia haya crecido hasta la estratosfera–, sería temerario cualquier intento de implicar directamente a la OTAN en el conflicto. La Federación Rusa no es Serbia ni Kosovo, sino una potencia con un enorme arsenal atómico.
“El imprevisto giro de posición de Pedro Sánchez sobre el Sáhara no se explica sin la crisis que vive Europa”
Aunque a corto plazo las sanciones económicas y comerciales no parezcan hacer mella en la voluntad del Kremlin, a medida que pasan los días las dificultades irán adquiriendo mayor percepción social interna. También la crisis genera efectos colaterales, como las dificultades en la comunicación intercontinental con la prohibición de vuelos comerciales sobre el territorio del enorme país, alargando en horas y combustible la conexión aérea entre China y Europa Occidental. Hay que destacar lo que está suponiendo la guerra para las economías, con subidas de precios y el miedo al desabastecimiento generando una situación de especulación y acaparamiento de productos. Con las dudas sobre los suministros energéticos y el elevado aumento que esto supone para toda clase de actividades productivas, tal y como estamos viendo en España.
Mientras, hay impactos que no se explicarían si no fuera por este contexto. Como el repentino cambio de posición de Pedro Sánchez sobre el Sáhara, apuntándose a las tesis de Trump que en sus últimos días en la Casa Blanca reconoció la soberanía marroquí sobre la antigua colonia española, en contra de los criterios de la ONU sobre un referéndum en el que la población de ese territorio debía decidir su futuro. Ese giro se produce no sólo por las dificultades recientes en la relación con Marruecos, que debe ser un socio preferente para nuestro país y un ‘partenaire’ esencial en toda clase de políticas, sino por su papel como muro contra la inmigración. En el actual contexto internacional la continuidad en el suministro de energía es un factor decisivo, ante la eventualidad de que Alemania se convenza de que puede cerrar el grifo al gas y petróleo ruso reemplazándolo por el africano y de otras zonas. El problema: dar oportunidad para un agravamiento de la tensión Marruecos-Argelia lo que equivale a abrir otro volcán, en este caso al sur de Europa. El cambio de opinión de Moncloa ya ha tenido la primera repercusión: la llamada a consultas del embajador de Argelia, país que en estos momentos juega un papel esencial en el mercado gasístico.
La garantía de los suministros ha provocado que Maduro, presidente de Venezuela, pase de ser el ‘malo’ de muchos medios y sectores de la política, al ‘extravagante tolerado’ porque se necesita su combustible en los mercados. El terremoto internacional deja en una posición peculiar a Turquía: Erdogan, contemplado meses atrás con reticencia desde las cancillerías occidentales, transita a eslabón imprescindible porque mantiene buenas relaciones con Moscú. La equidistancia aparente tiene consecuencias que pueden ser mal interpretadas, como está ocurriendo con Israel, donde su gobierno se desenvuelve con cercanía a Putin. Y Zelenski tiene que comparar en el Parlamento de Tel-Aviv la invasión rusa al Holocausto, mientras el liderazgo desvaído de Biden se reafirma y el atlantismo retorna a Europa, donde el paraguas militar americano vuelve a ser imprescindible.
A primera vista destaca el cambio de tono de la UE respecto a sus socios díscolos, Polonia y Hungría, a los que se había puesto el farolillo rojo por anteponer su soberanía a la de Bruselas y no respetar la división de poderes. Mientras Orban sigue siendo el ‘amigo europeo’ de Putin y busca el perfil bajo, Polonia es el estado más amenazado del conflicto y ha de hacer frente a una oleada de refugiados de Ucrania; precisamente Varsovia y Budapest se opusieron de forma radical en su día a recibir refugiados sirios en su territorio. En estas condiciones, la UE no puede sancionar a su socio polaco gobernado por un Ejecutivo euroescéptico de extrema derecha y los expedientes de sanción se congelan sin fecha.
Ante todo, Putin ha conseguido de rebote la ‘amnistía’ a los combustibles fósiles, tirando por tierra buena parte de la política ambiental de la UE y de otros países. Con el ‘revival’ de la nuclear y la búsqueda de nuevas prospecciones de hidrocarburos. Haciendo cambiar algunas reglas de juego en los mapas políticos: frente al tradicional rechazo de partidos de la derecha a la intervención en el mercado y las compañías eléctricas, ahora esas fuerzas apoyan a los sectores de producción justamente descontentos con el elevado precio de la energía que piden una mayor presencia pública en la formación de los precios, y la normativa energética de Bruselas se tambalea y parece una invitación indirecta a que cada país adopte su propia política.
“Polonia pasa (junto a Hungría) de ‘sancionable’ por la UE por no respetar principios comunitarios, a convertirse en ‘apoyable’ por su cercanía al escenario de la guerra y recibir oleadas de refugiados”
Esto es sólo el principio, cuando además aparece un factor que en los próximos meses será decisivo: el miedo alimenta a las posiciones ultras cada vez más distanciadas del proyecto europeo, aunque varias de ellas en el reciente pasado tuvieran una relación superamistosa con Putin, de la que ahora se avergüenzan y corren a borrar fotos y tuits.
Además, Putin ha conseguido un cambio de perspectiva en las prioridades de los estados europeos que se plasmará en sus próximos Presupuestos donde la inversión en defensa va a aumentar de forma considerable, restándolo de las partidas propias del Estado del Bienestar. Todo cuando en la última década se ha padecido una crisis económica considerable que ha puesto en entredicho el modelo social, de la que aún no se ha salido tras la pandemia de Covid y la caída de la producción y de los servicios. Están por evaluar las consecuencias que la guerra de Ucrania pueda tener en la campaña turística europea.