Cultura & Audiovisual / Equipo Lux ■
La Guerra de Corea constituyó un factor decisivo para la Guerra Fría, con consecuencias no sólo militares, sino políticas en todo el planeta: una ruptura del mundo en dos bloques enfrentados en los que confrontaban formas de vida y modelos de sociedad. Corea no sólo acentuó el aislamiento del estalinismo dentro de un hermético conjunto de naciones al otro lado del Telón de Acero, sino que favoreció el macarthysmo y la ‘caza de brujas’ en Estados Unidos, y para España fue el factor decisivo que provocó la aceptación del franquismo y el final de las reticencias americanas hacia la dictadura. En aquellos primeros años 50, el cine de Hollywood ofreció un amplio abanico de producciones en clave ideológica y militar, con ejemplos como ‘Los puentes de Toko-Ri’ , producción de Paramount dirigida por Mark Robson en 1952, donde el personaje de Mickey Rooney lanzaba al aire la proclama: «¡Malditos asesinos comunistas!», o ‘Corea, hora cero’, rodada por Ty Garnett para la RKO controlada por el multimillonario Howard Hawks, con Robert Mitchum, siempre en clave triunfal.
“Hablada en chino mandarín e inglés, a lo largo de 175 minutos de duración se reconstruye con toda clase de medios una batalla decisiva de la guerra de Corea”
Ahora llega otra versión, la de China. ‘La batalla del lago Changjin’ (2021) se estrena el 8 de julio en España y se centra en el cruento enfrentamiento a lo largo de tres interminables semanas entre tropas chinas y militares norteamericanos, bajo pabellón de la ONU, en el entorno de un embalse artificial en Corea del Norte, con temperaturas gélidas que llegaron a alcanzar los 37 grados bajo cero. El cruento enfrentamiento en una batalla que se cobró miles de víctimas, donde murieron congelados centenares de soldados tanto o más que en el campo de combate o a consecuencia de los bombarderos americanos, mejor dotados que los chinos respecto al equipamiento militar y la intendencia, aunque su número fuera inferior al de los asiáticos. La sangrienta batalla en la que las tropas americanas del general McArthur, aunque comandadas por el general Edward Armond, frente a las chinas al mando de Sonj-Shi-Lun, se vieron obligadas a retirarse al Puerto de Hunjnam que posteriormente fue volado tras la evacuación, en la víspera de Navidad de 1950.
Con una duración de 175 minutos, es una producción que ha costado 172 millones de euros, escenas de masas donde llegan a utilizarse 70.000 figurantes, abundante arsenal, nunca mejor dicho, de efectos digitales, alguno de los cuales recuerda demasiado a un videojuego, y toda clase de tecnologías en las que China se codea abiertamente con los megaéxitos de Hollywood, empezando por una persistente y envolvente música de Huanj Jainxin y Wanj Zhiyi, que mimetiza la megalomanía orquestal de las películas de Spielberg o de la saga ‘Star Wars’ y de las producciones Marvel. Tres directores de procedencia distinta se ponen al frente del relato: Chen Kaige (‘Adios a mi concubina’), Dante Lam (que en 2020 rodó la epopeya-catástrofe ‘Equipo de rescate’, sobre la ayuda a los supervivientes tras la explosión de una plataforma petrolífera), y Tsui Hark, responsable de la serie ‘Érase una vez en China’, homenaje a las películas de artes marciales. Al frente del reparto algunos de los actores más populares del mercado interior.
Recaudación
Estrenada en otoño de 2021 con gran aparato publicitario, desde sus primeros días su exhibición vendió millones de entradas hasta convertirse en la película con mayor recaudación de la historia en China: en sus primeros doce días en cartel logró el equivalente a 554 millones de euros, hasta superar los 850 millones. Bajo esa aparatosa superproducción contada con una crónica paralela entre el ejército americano y el chino, cada uno de ellos hablando en inglés o chino mandarín, se hace un relato apoyado en rótulos que ubican la historia y sus personajes, desde McArthur a Mao, se transmite un evidente mensaje de China como potencia militar. A lo largo de un dilatado metraje abundante en toda clase de medios es ofrecida una historia oficial con lagunas. Apenas se habla de los cuantiosos muertos chinos, entre ellos el propio hijo de Mao, ni apenas se dice que los norteamericanos combatían bajo el paraguas de Naciones Unidas.
Puede sorprender que el mensaje que quiere transmitir esta arrolladora producción del cine bélico contenga mensajes en clave nacionalista y muy pocos o ninguno en el ideológico capitalismo-comunismo (tan sólo hay una frase de un soldado que alude a las “tierras concedidas por Mao”), porque la perspectiva de la película es contemporánea, y pese al teórico control del PC chino el inmenso país ofrece uno de los mayores ejemplos de economía capitalista. La producción de esta película tiene un rosario de productoras entre las que aparece la del Ejército Popular o la plataforma AliBaba. Tampoco se hacen preguntas sobre la inutilidad de la guerra y de los conflictos violentos, tan sólo un par de frases como: “Hay que acabar esta guerra para que nuestros hijos no tengan que hacer otra”, y similares.
El matiz diferencial respecto a otras películas de guerra en clave nacionalista afecta al tratamiento a los adversarios. Acostumbrados a las películas españolas de los años 50 o a las de Hollywood donde se presentaba al enemigo como taimado, torvo, sucio, perverso o siniestro, en esta ocasión los norteamericanos aparecen tratados como buenos militares que combaten con una gran infraestructura. Aunque en una elipsis se contrasta una patata como alimento de los chinos frente a la abundante comida del Día de Acción de Gracias del campamento americano. A la vez que la promesa de McArthur de acabar en unos pocos días el conflicto con una victoria rotunda es puesta en entredicho. A cambio hay una escena en la que el jefe de las tropas norteamericanas al descubrir congelados en su posición a un grupo de soldados chinos manda que se le dispensen honores militares.
“Tres directores para una película donde se calcan con medios abrumadores las técnicas de Hollywood”
La película apenas destaca en las partes humanas de la historia, donde no hay otro relato que el de los distintos escenarios históricos, y la presencia de dos hermanos muy distintos encarnados por el actor número 1 de China y la más joven estrella juvenil de ese país. Por el contrario, no hay momento romántico y los personajes femeninos brillan por su ausencia.
Bajo esos condicionantes esta espectacular y arrolladora película de guerra en la que el espectador se sumerge en tres largas horas de combates en muy distintos escenarios responde a una visión nacionalista contada con una técnica como la de las más grandes producciones de Hollywood en la que no hay otro argumento que el del fresco histórico-nacionalista, como en su día lo fueron en otro sentido las producciones del cine americano sobre su participación en distintas guerras. Hoy en día China también aspira a hacer negocio con la exportación de sus películas, y esta se estrena no sólo en España, sino en muchos países de Occidente, y parece necesario conciliar la lectura de auto-reivindicación con la búsqueda de mercados.